La locomotora alemana no tiene suficiente madera para avanzar a toda máquina. Le faltan decenas de miles de trabajadores. Ingenieros, informáticos y enfermeros. Pero sobre todo técnicos cualificados. Y las alternativas más a mano, los parados del sur de la Eurozona y los peticionarios de asilo, no terminan de cuajar.
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Acciones de la empresa, baby-sitters de emergencia, preparadores físicos personales y hasta cursos de hipnosis para dejar de fumar o perder peso. A estos exóticos extras y a algún otro más están empezando a recurrir laspequeñas y medianas empresas de Alemania para atraer a sus filas a los profesionales que precisan. La competencia es feroz y la oferta escasa.
Alemania tiene un serio problema laboral. Con una tasa de paro por debajo del 7%, la menor desde la reunificación del país, y en máximos históricos de personas empleadas, la mayor economía de Europa no da abasto para encontrar todo el personal cualificado que precisa. Mientras países como España, Portugal y Grecia padecen tasas de paro insostenibles económica y socialmente, Alemania sufre el caso inverso. “El mercado laboral ya no sigue la marcha del auge económico del país“, admite el presidente para Alemania de la consultora laboral Manpower, Herwarth Brune.
Las causas son claras, según los expertos. “El cambio demográfico y la creciente tasa de ocupación han puesto presión en los últimos años sobre la situación del personal cualificado”, asegura un informe de junio de la Agencia Federal de Empleo (BA) titulado “Análisis de los cuellos de botella en trabajos cualificados”. La reforma de la gran coalición que permite la jubilación anticipada a los 63 años en algunos supuestos ha agravado la situación.
La evolución demográfica de Alemania es dramática. Una bomba de relojería en términos macroeconómicos que amenaza con dinamitar la sostenibilidad del sistema en su conjunto. La generación del baby-boom de la posguerra está jubilándose con una esperanza de vida por encima de los 80 años y no hay reemplazo. En los últimos diez años, el número de jóvenes en grados de formación profesional ha caído en un 20%, o más de 100.000 estudiantes, hasta los 371.000.
Y el problema no es coyuntural. El país más poblado de la Unión Europea tienela menor tasa de natalidad del mundo, por debajo incluso de la envejecida Japón. Según un estudio del Instituto del Instituto Hamburgo para la Economía Mundial (HWWI), Alemania tuvo apenas 8,28 nacimientos por cada mil habitantes entre 2009 y 2013. La Oficina Federal de Estadística (Destatis) añade a este dato que el país tiene apenas 1,4 niños por mujer en edad fértil.
Además, la contratación no deja de dar sorpresas positivas, si bien el ritmo de creación de empleo se ha moderado en los dos últimos años. El pasado octubre la cifra de personas empleadas conquistó por primera vez los 43 millones, cuando se estima que la población en edad de trabajar agrupa a unos 49 millones de personas. Y los pronósticos del Gobierno alemán apuestan por que 2015 se cierre con una cifra similar de ciudadanos con trabajo, encadenando nueve años consecutivos al alza.
Un millón de puestos sin cubrir
Así, no dejan de crecer las tensiones en ciertos sectores laborales y regiones. Los expertos y el propio Ejecutivo han llegado a hablar de decenas de miles de puestos de trabajo vacíos. En los últimos tres meses de 2013, por ejemplo, se quedaron sin cubrir 1,06 millones de puestos de trabajo en todo el país, 20.000 más que en el mismo período del ejercicio anterior, según el Instituto para la Investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB).
Las consecuencias empiezan a minar el rendimiento y la competitividad de las empresas alemanas, sobre todo las pymes. Una reciente encuesta de Manpower entre sus clientes apuntaba que el 46% de las empresas en Alemania padece una “falta aguda” de personal especializado, un 6% más que en 2014, y que, por ese motivo, el 58% no pueden satisfacer todos los pedidosque se les solicitan.
La BA y otros organismos especializados en este asunto, como el Instituto de la Economía Alemana (IW), han destacado que el país no sufre una falta generalizada de personal cualificado, pero coinciden en señalar dónde se acumulan las vacantes. Ingenieros, técnicos especializados y profesionales del ámbito de la salud son los perfiles más difíciles de encontrar en el mercado laboral alemán.
No dejan de crecer las tensiones en ciertos sectores laborales y regiones. El propio Ejecutivo habla de decenas de miles de puestos de trabajo ‘vacíos’
El abanico de profesiones es amplio, según las recopilaciones que realiza periódicamente el IW. De personal sanitario para el cuidado de ancianos a expertos en soldadura, metalurgia y recogida de residuos. De Ingenieros industriales para las áreas de automoción y mecatrónica (una combinación de mecánica y electrónica) a fisioterapeutas. De técnicos especialistas en instalaciones de frío y electrotécnicos a informáticos. De enfermeros para quirófanos y unidades de cuidados intensivos a técnicos en el montaje de audífonos.
En abril, el último mes del que se tienen datos, el número de perfiles profesionales con estrecheces (el límite fijado por los economistas está en 200 o menos parados por cada 100 plazas libres) ascendía a 155, según el IW. De estas, 89 requerían formación profesional básica, 39 especialización profesional y 27 precisaban de titulación universitaria o superior. “Podemos citar dos elementos clave: las profesiones sanitarias y las profesiones MINT, esto es, empleos en las áreas de matemáticas, informática, ciencias naturales y técnica”, explica a este respecto la experta en asuntos laborales del IW Susanne Seyda.
Soluciones que no cuajan
En Alemania se han debatido varias propuestas para paliar esta situación.Prolongar la vida laboral de los trabajadores, tratar de orientar a los jóvenes hacia las posiciones con mayor demanda, reducir el fracaso escolar, formar a los desempleados de larga duración,… pero tanto el Gobierno alemán como los principales think tanks del país son conscientes que todas estas posibles medidas, incluso combinadas, no son suficientes.
La solución hay que buscarla más allá de sus fronteras. “Entre nosotros no importa de dónde se viene. Sino a dónde se quiere ir”, indica en un claro llamamiento en este sentido Hans Peter Wollseifer, presidente de la Asociación Central de Oficios de Alemania (ZDH). El presidente de la Cámara de Oficios Manuales de Baviera, Georg Schlagbauer, abunda en esta dirección y habla de un obvio beneficio mutuo.
A primera vista, los mimbres precisos para un buen cesto estaban al alcance de la mano. Una de las consecuencias más evidentes de la crisis europea ha sido la fuerte destrucción de empleo que ha tenido lugar en las economías más castigadas por la recesión. Gran parte de esa masa de desempleados, muchos de ellos jóvenes, con libertad de movimiento y títulos homologados a nivel europeo, podrían haberse integrado rápidamente en el mercado laboral alemán.
Además, Alemania es desde el año pasado uno de los países que más peticionarios de asilo está recibiendo en todo el mundo. Si en 2014 la avalancha superó las 200.000 personas, las previsiones oficiales hablan para este año de unos 400.000. Estos refugiados, cuyos principales puntos de procedencia son Siria y los Balcanes, son en muchos casos gente de clase media en sus países de origen. Algunos tienen cierto tipo de formación y otros son profesionales sin formación reglada pero con experiencia.
Pero ni unos ni otros. Los refugiados, porque legalmente no pueden desempeñarse laboralmente mientras se tramitan sus solicitudes de asilo, y el debate a este respecto ha sido infructuoso pese a las demandas de la patronal y algunos expertos. Los primeros, porque han topado con dos inconvenientes difícilmente salvables a corto plazo: el idioma y la convalidación de títulos.
Títulos e idioma
El reconocimiento de titulaciones universitarias ha avanzado enormemente en los últimos años a nivel europeo gracias al Proceso de Bolonia, que homologó las carreras en todo el bloque, pero apenas se ha trabajado en esta dirección en los grados de formación profesional, precisamente los más demandados en Alemania.
Este tipo de estudios difieren enormemente entre unos países y otros en el continente. Y cualquier plan de equiparación precisaría años, si no décadas, para echar a rodar, según los expertos. Alemania tiene más de 300 títulos distintos de formación profesional, con un elevado grado de especialización, y todos siguen el método dual, que implica casi la mitad de los estudios realizando prácticas en empresas. Ningún país del sur de la eurozona tiene un sistema siquiera parecido.
Además, está el alemán. Un idioma de gramática compleja y con una pronunciación muy diferente al de las lenguas latinas. “La principal barrera del mercado laboral europeo es la barrera del idioma“, aseguró ya en 2013, intuyendo este problema, la entonces ministra de Trabajo alemana, Ursula von der Leyen.
Por desgracia, la mayor parte de las vacantes se dan en pequeñas y medianas empresas de núcleos urbanos de segundo orden. Allí, la lengua de trabajo es el alemán, pese a que algunos de sus empleados puedan entender inglés. Las grandes compañías, las multinacionales alemanas como Bayer, Siemens oVolkswagen, cuentan con secciones enteras que se manejan en inglés y contratan a profesionales extranjeros porque la lengua no es un requisito esencial. Pero ésas no son precisamente las empresas que se resienten con los cuellos de botella del mercado laboral alemán.
Las distintas iniciativas públicas y privadas para atraer jóvenes del sur de la eurozona a estudiar y trabajar, pese a la fuerte repercusión mediática de que han disfrutado, apenas han tenido un impacto perceptible en la economía real. El número de personas que se han beneficiados de estos programas apenas asciende a unos miles, y la mayoría han sido canalizados al sistema dual de formación profesional, por lo que aún no se han integrado en el mercado laboral.
Y lo peor está por venir
Las previsiones para las próximas décadas son de todo menos halagüeñas. El envejecimiento de la sociedad alemana sólo va a recrudecer los problemas que ahora están comenzando a emerger en la locomotora europea. Un dato: 2 de los 6,7 millones de trabajadores en esos perfiles laborales con escasez de personal tienen en la actualidad más de 50 años.
Distintas instituciones estiman que la población alemana comenzará a decrecer en los próximos años y que para 2060 el país podría haber perdido hasta 16 millones de habitantes, pasando de los actuales 80 a unos 64 millones. Arrastrado por esta tendencia, el mercado laboral pasaría de 49 millones de personas en edad de trabajar a disponer de entre 34 y 40 millones para 2060, según estos cálculos.
La asesora internacional Boston Consulting Group ha alertado de que Alemania está amenazada en un futuro próximo por un agujero de casi ocho millones de trabajadores, algo que podría llevar a unas pérdidas económicas de hasta 550.000 millones de euros. En consecuencia, el producto interior bruto de la mayor economía del continente podría crecer, de media entre un 0,5 y un 1,3% menos que en el pasado.
El IW aboga, como una primera medida, por alargar la vida laboral de los trabajadores. En este sentido, el Gobierno alemán aprobó el año pasado la denominada “Flexi-Rente”, la posibilidad de postergar la edad de jubilación, pero ha tenido una discreta acogida. “También un incremento de la inmigración neta anual de unas 100.000 personas podría a largo plazo contribuir a asegurar (la llegada) de profesionales cualificados”, agrega el IW.