FMI alerta sobre deuda de las empresas de países emergentes

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Foto: REUTERS

La estabilidad financiera global no está asegurada, advierte el Fondo Monetario Internacional (FMI). Después de años de ajustes, de reformas y cambios regulatorios para hacer frente a la mayor crisis económica global desde la Gran Depresión, el sistema financiero aún afronta severos riesgos y, como casi todo en esta cumbre, el principal foco de incertidumbre procede de las economías emergentes, en particular, del elevado endeudamiento de las empresas de esos países, buena parte de ella en moneda extranjera.

El departamento de Asuntos Monetarios y Mercados de Capitales del Fondo, que dirige el español José Viñals, ha hecho cálculos y estima que las economías emergentes tienen un exceso de endeudamiento equivalente a tres billones de dólares, lo que da idea del ajuste que les queda por delante. A esa debilidad se suma el legado pendiente de la crisis financiera en los países desarrollados y menores garantías de liquidez en los mercados, como han demostrado el contagio bursátil de este verano. Si se abordan correctamente esos retos, la economía podría crecer un 0,6% adicional para 2018; en caso contrario, el PIB global podría reducirse un 2,4% respecto al escenario previsto para entonces. “Están en juego tres puntos de PIB”, alertó Viñals este miércoles desde Lima.

Tres billones de dólares es el mismo desapalancamiento que necesitó abordar la zona euro en 2010, con una diferencia fundamental: que el ajuste europeo fue producto de la crisis, y por lo tanto abrupto, y que la alerta del Fondo para los emergentes es preventiva, lo que permite moderar el ritmo de desendeudamiento, como insiste el organismo. “Un alto endeudamiento del sector privado y su mayor exposición a las condiciones financieras globales han dejado a las empresas mucho más expuestas a la desaceleración económica y a los países emergentes, a la salida de capitales y al deterioro en la calidad del crédito”, señaló Viñals.

A la cabeza del exceso de deuda respecto al PIB, se encuentra China con una deuda un 25% por encima de lo que los expertos consideran apropiado y solo recientemente, dice el Fondo, el sector financiero ha empezado a abordar el problema de los créditos impagados. Tras China, le siguen, en orden, Tailandia, Turquía, Brasil, Indonesia, Malasia, Arabia Saudí, México, Rusia y Argentina. Países que son, por tanto, más vulnerables a sufrir una crisis bancaria o empresarial, que podría acabar contagiando a la deuda soberana y la calificación por las agencias de rating, como le ha sucedido recientemente a Brasil.

Críticas a la gestión de China

Son muchas las bolas en el aire -las herencias de la crisis financiera, la caída del precio de las materias primas, la normalización de la política monetaria, el tránsito de China hacia un nuevo modelo de crecimiento, la vulnerabilidad de los emergentes-y la probabilidad de que alguna de ellas se salga de la trayectoria prevista es elevada. Es más, algunos de esos riesgos ya están cristalizando, como el contagio sufrido en las Bolsas de medio mundo este verano por los cambios en la política cambiaria china.

Llama la atención en esta cumbre el trato exquisito dispensado por el Fondo a las autoridades chinas. El frenazo del gigante asiático es uno de los principales motivos de revisión a la baja del crecimiento global y de las perspectivas de muchos países pero su escenario permanece invariable desde abril. Por ello quizás resulta más llamativa la crítica que desliza el informe coordinado por Viñals a la gestión por parte de las autoridades de Pekín de las turbulencias financieras sufridas este verano. “Aunque China cuenta con suficientes recursos para lidiar con los shocks, incluyendo unas reservas en divisas que exceden el volumen de deuda externa del sector privado, lo que el mercado ha percibido como intervenciones no convencionales para frenar la volatilidad de las Bolsas chinas y del tipo de cambio han debilitado la confianza del mercado en una resolución suave de estos retos”, apunta el informe en sus primeras páginas.

Viñals puso, además, el acento en la necesidad de que tanto Estados Unidos como la zona euro aborden el legado pendiente de la crisis financiera. Por un lado, que la Reserva Federal lleve a cabo con éxito “el proceso más telegrafiado pero sin precedentes de elevar los tipos de interés por primera vez en nueve años”, un cambio que debe “esperar”, advirtió, hasta que haya mayores signos de subida de la inflación y mayor fortaleza del mercado de trabajo.

El directivo del Fondo urgió a Europa a resolver los créditos impagados que aún tienen las entidades en sus balances y que podrían permitir a los bancos aumentar un 3% su capacidad de préstamo. “Esto supondría unos 600.000 millones de euros adicionales”, recalcó.