Cuidado con ver en el reciente triunfo del antipopulismo un renacimiento de las recetas económicas de derecha
Sorprendente ha sido el resultado de las recientes elecciones parlamentarias en Venezuela. Pese a la gran cantidad de subterfugios utilizados por Nicolás Maduro y el chavismo, la oposición aunada en torno a la así llamada ‘Mesa de la Unidad Democrática’ (MUD) logró una aplastante victoria. Los desafíos que ahora enfrenta la MUD son mayúsculos. No solo debe tratar de recuperar espacios de ejercicio democrático que han sido atropellados por el gobierno, sino que también tiene que intentar mantenerse unida.
Esta no será una tarea fácil, ya que la MUD cobija en su interior una gran diversidad ideológica. Si bien es cierto que existen ciertos lineamientos programáticos compartidos (por ejemplo, la reconstrucción de la institucionalidad democrática), es evidente que hay varios liderazgos e importantes diferencias en la MUD al momento de pensar cómo organizar el sistema económico y enfrentar la crisis del país.
Cabe destacar que la oposición al régimen chavista no siempre ha jugado con cartas democráticas. El golpe de Estado en contra de Hugo Chávez del año 2002 contó con el beneplácito y apoyo de un sector significativo de la oposición. Combatir liderazgos populistas con medidas autoritarias es un fantasma recurrente del pasado y presente de América Latina. De hecho, recién después de haber perdido el referéndum revocatorio presidencial del año 2004, la oposición al régimen Chavista comenzó a jugarse de forma clara por la opción democrática, facilitando así la conformación de la MUD.
En consecuencia, el cemento de la MUD no es tanto una determinada postura programática, sino que más bien la existencia de un enemigo en común: el chavismo. Por su parte, las críticas al interior del chavismo en contra del liderazgo de Nicolás Maduro se han visto disminuidas por la incipiente fortaleza electoral de la MUD. En otras palabras, el chavismo y la MUD deben ser vistos como un tándem: el uno existe gracias al otro.
Esto quiere decir que el sistema político venezolano se organiza el día de hoy no tanto en base al eje derecha versus izquierda, sino que más bien en torno al eje populismo versus antipopulismo. ¿A qué se debe esto? Hacia fines de los años noventa el electorado venezolano estaba hastiado de una situación económica asfixiante y de un sistema político bipartidista altamente corrupto y con escasas diferencias programáticas. Ante esta situación, el discurso populista de Chávez logró calar hondo en la población venezolana. Mal que mal, la ciudadanía sentía que el país era gobernado por una élite fraudulenta y que la voluntad popular estaba siendo atropellada.
El resto de la historia es bastante conocida. Chávez accede al poder, radicaliza su discurso en parte debido al accionar autoritario de un sector de la oposición y la nefasta política exterior de G. W. Bush. A su vez, el aumento sostenido del precio del petróleo le permite a Chávez dar rienda suelta a su imaginación gubernamental prácticamente sin constreñimiento alguno y termina montando un sistema administrativo con escaso respeto por las libertades civiles y políticas.
La victoria de la MUD revela que un sector importante de la población venezolana está insatisfecha con el modelo chavista, pero esto no quiere decir que estén a favor de una política económica de derecha. La agenda de reformas neoliberales de los años 1990 no es un programa político con el cual se ganan elecciones hoy en día en América Latina. De hecho, la receta de la MUD ha consistido en hablar de recomponer la democracia y mejorar la situación económica, pero poco o nada ha planteado respecto a desregulación, liberalización o privatización.
Similar es la situación de Macri en Argentina. Su triunfo guarda poca relación con una demanda de la sociedad argentina por más libre mercado. El desgaste del modelo político kirchnerista pavimentó el camino para la victoria de Macri, quien a su vez ha tenido la habilidad de rodearse de sectores de diverso color político.
Populismo versus antipopulismo es el eje articulador del juego político en varios países de América Latina. En consecuencia, la victoria del antipopulismo no debe llevar a sacar falsas conclusiones en torno al resurgimiento de la ideas que la derecha profesó durante los años noventa.
En efecto, en aquellos países europeos en donde se ha establecido un ‘cordón sanitario’ en contra de partidos populistas, quien gana las elecciones no es la derecha o la izquierda, sino que todas aquellas fuerzas políticas que se consideran como pluralistas y, por lo tanto, se oponen al maniqueo discurso populista que tiene una verdadera obsesión con la distinción entre una élite corrupta y un pueblo virtuoso.
Cuidado entonces con ver en el reciente triunfo del antipopulismo en Argentina y Venezuela un renacimiento de las recetas económicas de derecha. Sucede más bien todo lo contrario: la fascinación tecnocrática con el libre mercado despierta escaso interés en la ciudadanía latinoamericana. Cualquier proyecto de derecha que pase por alto esta situación está destinado al fracaso.
Cristóbal Rovira Katlwasser es profesor de la Universidad Diego Portales en Chile.