Turquía, entre el aislamiento y las bombas
Precisamente cuando el Gobierno turco empezaba a dar pasos hacia la reconciliación con Israel y Rusia para salir de su aislamiento, el atentado contra el aeropuerto de Atatürk, el séptimo ataque terrorista registrado en menos de un año en Turquía, recuerda que al otro lado de su frontera suroriental -en Irak y, sobre todo, en Siria- dos guerras siguen abiertas con toda su crudeza.
Como en los anteriores atentados, el actual primer ministro turco, Binali Yildirim, se ha apresurado a señalar al Estado Islámico como responsable de la matanza en la principal terminal área de país -y la tercera más transitada de Europa-, aunque el ISIS no se han atribuido hasta ahora ninguno de los ataques. Desde que se sumó el pasado verano a la coalición internacional encabezada por Estados Unidos que bombardea desde el aire las bases del califato, Turquía se ha convertido en objetivo claro del terror yihadista.
El Ejército y las fuerzas de seguridad turcas están librando además una sangrienta batalla contra la guerrilla separatista kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que se alzó en armas contra el poder central de Ankara hace más de tres décadas, aunque hasta julio de 2015 había mantenido una tregua durante dos años. Los objetivos de los ataques de la guerrilla del PKK, sin embargo, han sido sobre todos los cuarteles y las comisarías del sureste de Anatolia, donde se concentra la mayoría de la población kurda en Turquía. Mientras, en el lado sirio de la frontera, los combatientes kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), aliados del PKK, han desafiado a fuerzas rebeldes apoyadas por Ankara, de un lado, y las del ISIS, del otro, con la bendición tanto de Moscú como de Washington, según los casos.
La terminal internacional del aeropuerto de Atatürk estaba considerada hasta ahora como una de las más seguras, debido a su control de seguridad previo situado en el acceso por carretera y a los sistemas de arcos detectores para viajeros y escáneres de equipaje instalados en todas las puertas de entrada al recinto. El atentado del martes ha revelado que el punto débil se encontraba precisamente en la zona de llegadas, que aparentemente cuenta con menor vigilancia, y en la desproporción del enfrentamiento entre unos agentes de seguridad armados con pistolas frente a terroristas suicidas cargados de explosivos y equipados con fusiles de asalto Kaláshnikov. Y ha confirmado también que ningún gran centro de transporte parece ya inmune al terrorismo. El ataque de Estambul lleva el sello del cometido por los yihadistas en el aeropuerto de Bruselas el pasado marzo.
El presidente Recep Tayyip Erdogan cuenta ahora con un nuevo argumento para negarse a reformar la estricta legislación antiterrorista vigente en Turquía. La Unión Europea ha exigido que se adapte a los estándares garantistas que rigen entre los países miembros como condición para levantar la exigencia de visado a los ciudadanos turcos en la zona Schengen, una de las contrapartidas ofrecidas a Ankara para que aceptara volver a acoger a refugiados que se han infiltrado enla UE desde suelo turco.