Una mirada a las contradicciones de AL: consumismo, religión y violencia política
Desde hace mucho tiempo, las contradicciones religiosas en América Latina han fascinado a Mauricio Toro-Goya. Este fotógrafo chileno se ha dedicado a producir ambrotipos (antigua técnica fotográfica) que se convierten en inquietantes cuadros sobre los sucesos de una región profundamente religiosa, pero que también ha sido escenario de violencia política y de duras reformas económicas.
Estas contradicciones tienen sus raíces en la colonización del continente, cuando los conquistadores arrasaron con el territorio y reclamaron la tierra y los pueblos nativos como vasallos de Dios y de España (y se llevaron todo el oro que pudieron).
“La Virgen María llegó a América Latina tal como la usaban los españoles; la volvieron morena para convertir y ‘civilizar’ a los indígenas”, dijo Toro-Goya. “Eso generó muchos de los cambios y las profundas contradicciones que tiene la cultura latinoamericana. Esa es la base de mi trabajo fotográfico”.
En la serie “Gólgota, caravana de la muerte”, Toro-Goya ha montado meticulosamente las escenas que muestran la pasión de Cristo en los tiempos del golpe militar de 1973 en Chile, cuando torturaron, asesinaron y desaparecieron a miles de personas. Es un conjunto de imágenes perturbadoras, como salidas de una pesadilla, que son muy desgarradoras porque Toro-Goya se basó en los testimonios de sobrevivientes de la época.
En “Milagreros” improvisa sobre la tradición de exvotos, esas escenas que los fieles pintan para agradecerle a Dios, a la Virgen María o a los santos que les concedieron milagros. En este caso, Toro-Goya revela cómo muchos de estos favores están basados más en las ganancias materiales que en la realización espiritual o la paz.
“Gólgota” es una serie que creó en la víspera del 40 aniversario del golpe de Estado en Chile, concebido por Estados Unidos para derrocar al presidente socialista Salvador Allende. Toro-Goya se preguntó cuál sería la mejor idea para representar lo que sucedió durante el golpe. Y la respuesta fue evidente para él: Jesucristo.
“Lo arrestaron por pensar diferente a los romanos”, dijo. “Lo torturaron, murió y después desaparecieron su cuerpo. Eso ha pasado en muchísimos casos de desapariciones en Chile”.
Con testimonios de la época, Toro-Goya se dispuso a crear escenas que evolucionan hasta convertirse en espantosas imágenes de brutalidad y sadismo. A Cristo lo someten a una humillación que es, a la vez, inquietante y enfermiza. En estas imágenes se observa una tristeza desconcertante y mucha indignación. En esencia son una versión del viacrucis, y por eso la serie tiene 14 imágenes.
“Quería que la comunidad chilena compartiera el dolor de estas personas a las que arrestaron, torturaron, asesinaron y desaparecieron”, agregó Toro-Goya. “No hay fotos de eso en mi país. Quería dejar un testimonio de lo que pasó”.
La serie está llena de detalles, como un retrato de Allende o un volante que muestra a Juan Emilio Cheyre, un oficial que participó en la Caravana de la Muerte -que persiguió y asesino a opositores de la junta militar-, y a quien arrestaron a principios de este mes por cargos que lo relacionan con las ejecuciones de 15 enemigos políticos en la ciudad de La Serena.
“Era uno de los últimos militares de esa época que todavía estaba en libertad”, dijo Toro-Goya.
En cierta forma, el golpe y sus repercusiones influenciaron al fotógrafo para que escogiera los ambrotipos en vez de emplear métodos digitales. Después de que derrocaran a Allende, Chile fue uno de los países donde se pusieron en práctica las reformas neoliberales. En 2005 Toro-Goya estaba desempleado y no podía permitirse comprar todo el equipo digital, las computadoras y los programas que, por supuesto, hubiera tenido que actualizar con regularidad.
“El modelo neoliberal va en contra de mi forma de pensar”, agregó. “Así que decidí trabajar en casa sin tener que depender de las cámaras y las computadoras de la industria fotográfica”. Le llevó cinco años dominar la técnica para crear imágenes de 8 x 10 en placas de vidrio. Sin embargo, encuentra gratificante trabajar con un equipo pequeño que le ayuda a preparar las escenas y hacer posar a los actores; después los fotografía y los pinta a mano.
“Este país fue el laboratorio del modelo económico neoliberal”, dijo. “¿Cómo confrontas eso con una manera distinta de pensar? No solo muestro mi postura política a través de mi trabajo, sino en la forma en que hago mi trabajo”.
“Milagreros” es un proyecto que se burla de la interacción entre el materialismo y la espiritualidad: busca mostrar a qué le reza la gente y qué promete a cambio de los favores. Basándose en las populares pinturas mexicanas de exvotos que suelen colocarse en altares, Toro-Goya comenzó a recrear sus propias versiones.
“Hay muchas contradicciones en América Latina”, explicó. “Todo lo que le pedimos a los santos es terrenal, no celestial. Pedimos un mejor auto o pagar la hipoteca. No pedimos un regalo espiritual. Para mí, eso representa la absoluta contradicción de la fe en América Latina”.
Aunque su trabajo es una aguda crítica hacia el uso de la religión, su obra también sigue cierta tradición de intermediar entre las ideas de Dios y las del hombre.
“Particularmente en México, las personas que hacen estos exvotos son artistas elegidos porque se les ve como quienes obedecen a este mandato divino”, dijo Toro-Goya. “El único que puede comunicar tu deseo de agradecimiento a los santos es un artista. Para mí, eso es extraordinario: que el intermediario de los santos sea un artista y no un cura”.
“Un artista”, repitió. “Es sorprendente”.