Olimpiadas de Río: un espejo de los peores males de AL

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Quizá todo termine en clima de celebración: al final, en América Latina sí sabemos dar buenas fiestas. Y las Olimpiadas suelen incluir sudor, sorpresa y épica, cosas que abundan en la región.

Pero por ahora, los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 se han vuelto un espejo de los peores males latinoamericanos.

Basta con ver la polémica sobre la Villa Olímpica: abrió esta semana con 15 de sus 31 edificios inconclusos, causando quejas de delegaciones extranjeras por filtraciones y falta de limpiezao terminaciones en los apartamentos.

El Comité Organizador Río 2016 envió más de 600 obreros para efectuar arreglos 24 horas al día y sostuvo que para este jueves estaría todo listo.

Todos los juegos tienen problemas al inicio“, sostuvo el director de operaciones del comité, Rodrigo Tostes.

Medios brasileños recordaron que en Londres 2012 hubo reclamos por el abastecimiento de agua en la Villa de los Atletas, que se resolvió en un día sin afectar a los competidores.

Pero hay que admitirlo: dejar problemas irresueltos para última hora es una especialidad de Latinoamérica, que recibe la segunda Olimpiada en su historia, tras la de México 1968. Será la primera en Sudamérica.

Y ese está lejos de ser el mayor defecto de una región que destaca por sus niveles de violencia, desigualdad, corrupción e inoperancia gubernamental.

La cuestión es que todas estas plagas latinoamericanas también se están viendo reflejadas con una nitidez asombrosa en la antesala de los Juegos de Río, que comenzarán el 5 de agosto.

“La gran ironía de esta historia”, dice Mauricio Santoro, profesor de ciencia política en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, “es que las Olimpiadas fueron pensadas como una gran vitrina para mostrar a Brasil como una potencia en ascenso”.

“Pero ahora se volvió un momento en que el mundo entero está tomando conocimiento del tipo de problemas que enfrentan a diario los brasileños y latinoamericanos en general”, añadió en diálogo con BBC Mundo.

Violencia y crimen, al podio

Esta Olimpiada es muy latinoamericana entre otras cosas porque tiene al crimen y la violenciaen el podio de las inquietudes, incluso encima de la amenaza global de ataques extremistas.

“La criminalidad preocupa más que el terrorismo”, sostuvo la semana pasada el ministro brasileño de Justicia, Alexandre de Moraes.

Y lo mantuvo incluso tras al informar el jueves del arresto de 10 brasileños sospechosos de efectuar “actos preparatorios de terrorismo” de cara a los Juegos de Río.

América Latina es considerada la región más violenta del mundo, con un tercio los homicidios totales. Y este problema es bien conocido en Río, donde los índices de homicidios y robos han aumentado este año respecto a 2015.

Parte del fenómeno es atribuido a la violencia policial, otro mal habitual de toda la región.

Sólo el año pasado la policía del estado de Río mató a 645 personas y fue responsable de 20% de los homicidios cometidos en la ciudad, indicó un informe de Human Rights Watch este mes.

“El estado de Río de Janeiro prometió avances en la seguridad pública en preparación para las Olimpiadas, pero no hizo lo suficiente para resolver el problema de las ejecuciones extrajudiciales cometidas por la policía”, alertó esa ONG.

Más de 85 mil policías, militares y agentes especiales están siendo desplegados en la ciudad para el megaevento.

La antesala de la Olimpiada de México 1968 también estuvo marcada por la violencia, aunque de otra forma.

Poco antes del inicio de aquellos Juegos, hubo una matanza de estudiantes que protestaban en la plaza de Tlatelolco, cuando fuerzas de seguridad abrieron fuego contra ellos, causando decenas de muertes.

Ricos y pobres

Esta Olimpiada es muy latinoamericana porque se ha topado con el problema de la desigualdad social, que la región padece más que cualquier otra en el mundo.

El 10% de los latinoamericanos más ricos amasaba el 71% de toda la riqueza de la región en 2014, según la Cepal. Y en Río el contraste entre los que tienen mucho y no tienen nada es evidente con las populosas favelas en medio de los barrios más pudientes.

El alcalde de Río, Eduardo Paes, ha asegurado que en la ciudad hay una transformación histórica para los pobres y que las Olimpiadas dejarán un legado en infraestructura, economía, transporte, saneamiento y otras áreas.

Pero sus críticos sostienen que se podría haber hecho mejor uso de los US$12.000 millones destinados a proyectos olímpicos, con Brasil inmerso en una recesión feroz y el gobierno de Río que el mes pasado declaró estado de calamidad por falta de dinero para pagar servicios básicos como seguridad o salud.

“Cuando entras con ese dinero en una región y una ciudad tan marcada por la desigualdad, con un proyecto que prioriza las elites, la situación empeora”, dice a BBC Mundo Christopher Gaffney, que investiga el impacto urbano de grandes eventos deportivos en el departamento de geografía en la Universidad de Zürich.

Un reproche frecuente es que se destinaron demasiados recursos a zonas acomodadas como Barra da Tijuca, en el oeste de Río, donde están la Villa y el Parque olímpicos, inclusoremoviendo a habitantes de favela.

Paes ha insistido en que una particularidad de estas Olimpiadas es que buena parte de los recursos provienen de la iniciativa privada asociada con el poder público.

Pero sus críticos responden que incluso así se ha destinado un dinero público vital a los Juegos y hubo transferencias de terrenos urbanos a contratistas que son parte del costo.

“Río no está preparado para esto”, afirma Natalia Rocha Paiva, una estudiante de derecho de 21 años mientras se ejercita en la playa de Flamengo. “Estoy contra todo lo que ocurrió, hubo familias removidas para que ocurrieran obras y esto causó no sólo un gasto de sobrefacturación sino un problema para toda la población”, agrega.

¿Como en la colonia?

Esta Olimpiada es muy latinoamericana además porque tiene como telón de fondo el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil, que generó una crisis política aún irresuelta.

Claro que la corrupción es una enfermedad global, pero en la región está bien afianzada.

Según la ONG especializada Transparencia Internacional, que analizó 168 naciones de todo el mundo, apenas tres países de América Latina superan la mitad de la escala con menos percepción de corrupción.

“La Villa Olímpica fue construida por Odebrecht, que es la empresa que está en 10 escándalos de corrupción de Brasil”, señala Santoro.

Muchos creen que la corrupción y la mala gestión gubernamental explican el desastre de aguas residuales y basura que contaminan la Bahía de Guanabara y playas de Río donde habrá competencias de vela y nado.

Las promesas de limpiar la bahía datan de la década de 1990, pero el problema continúa pese a que Río ha recibido miles de millones de dólares para eso y tenía este deber antes de los juegos.

“Las autoridades brasileñas viven como en un período colonial, donde cualquier autoridad estaba encima del bien y del mal”, sostiene Mario Moscatelli, un biólogo que se ha dedicado a estudiar la contaminación de la bahía.

“El clima de impunidad es casi seguro cuando se manejan recursos públicos. Y por otro lado tienes una sociedad pacata, que observa toda la degradación, paga y no se moviliza en contra”, agrega Moscatelli en diálogo con BBC Mundo.

La falta de saneamiento tampoco es un problema exclusivo de Brasil: 106 millones de latinoamericanos y caribeños viven con ese déficit, indicó la Organización Mundial de la Salud el año pasado.

“Alegría de vivir”

A casi una semana de la ceremonia inaugural, los Juegos de Río parecen lejos de despertar gran simpatía en el país anfitrión.

La mitad de los brasileños son contrarios a estas Olimpiadas, según una encuesta del Instituto Datafolha realizada a mediados de mes. En algunas partes de Río la flamante cartelería de los Juegos ha sido vandalizada.

No obstante, algunos observadores creen que el evento puede acarrear ventajas inesperadas.

“Ahora los cariocas son mucho más conscientes de la situación del medioambiente en la ciudad, de cómo interactúan los contratistas y el poder público, hay más demanda de transparencia y despertó una rabia contra el estatus quo”, sostiene Gaffney.

Tal vez por el alto nivel de rechazo, la crisis en Brasil, la inseguridad o el temor al virus del zika,las entradas para los Juegos se están vendiendo más lento de lo que muchos esperaban.

Sin embargo, los organizadores han señalado que la demanda de tickets aumentó en la recta final hacia el evento, en particular de parte de sudamericanos.

Muchos esperan que, como ocurrió en el Mundial de fútbol 2014, la atmósfera en Brasil cambie con la llegada de cientos de miles de turistas y al final los anfitriones hagan gala de la hospitalidad y júbilo característico de estas tierras.

“Estamos esperando grandes Juegos”, dijo el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, al llegar a Río este jueves. “La expectativa es alta por la pasión de los brasileños por el deporte, la alegría de vivir y las instalaciones fantásticas que veremos”.

Hedinea Ferreira, una profesora de educación física de 31 años, cree que los Juegos ayudarán a destacar la importancia del deporte, pero su expectativa es distinta al entusiasmo que tenía en 2009, cuando su ciudad fue elegida sede de estas Olimpiadas.

“En aquel momento me sentí muy feliz de que nuestro país recibiera de un evento tan importante”, dice. “Sólo que no sabíamos el grado de dificultades que íbamos a estar enfrentando”.

Claro, la desilusión es otro padecimiento muy latinoamericano.