Los hijos millennials de El Chapo

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Foto: El País

Desde que el patriarca de la familia, Joaquín El Chapo Guzmán, cayó en desgracia y fue recapturado una mañana del mes de enero, toda la familia paga el precio de sus excesos. Primero arrasaron con la casa de su madre en su propio pueblo, Badiraguato, luego mataron a dos sobrinos y la noche del domingo su hijo Jesús Alfredo Guzmán fue secuestrado, sin disparar un tiro, por el cártel rival Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Las autoridades han reconocido el secuestro de seis personas, entre ellas Alfredo, pero investigan si el séptimo hombre, que abandonó misteriosamente el restaurante ‘La Leche’ de Puerto Vallarta minutos antes de la llegada del comando es Iván Archivaldo, otro de los nueve hijos que El Chapo trajo al mundo. Si fue secuestrado, si está en libertad o si traicionó a su hermano es un misterio.

Sin embargo ninguno de ellos salió del seminario. Ambos, incluida su madre, Alejandrina Salazar, tienen un largo historial de colaboración en asesinatos, ajustes de cuenta y tráfico de droga.

Alfredo e Iván Archivaldo, de 30 y 35 años de edad, son los dos hijos más unidos al líder del cártel de Sinaloa, y son considerados herederos de una empresa criminal número uno en el mundo, con miles de empleados, presencia en 100 países y con más aviones que Aeromexico, que se hereda como unas escrituras pero se pelea como los perros el filete. Aunque se han beneficiado de una parte del negocio, no han heredado la discreción de su padre.

Nacido y crecido entre reyes del narcotráfico mundial como El Güero Palma, Alfredo es el más pequeño de los cuatro hijos que El Chapo tuvo con su primera mujer.

A sus 30 años es un veterano en el cártel, no sólo por el poder del apellido sino porque durante los últimos años de libertad de su padre, perseguido y acosado por el ejército mexicano y la DEA, él y su hermano Iván se encargaron de su seguridad personal. Ambos aparecen citados en la crónica del actor Sean Penn como los hombres encargados de recoger al actor y a Kate del Castillo y quienes los acompañan amigablemente en un vehículo hasta el escondite del capo.

Sin embargo son dignos representantes de una generación de traficantes conocidos como ‘narcojuniors’ por su imprudencia, ostentación y excesos. Un atrevimiento para la vieja guardia. Los jóvenes utilizaban las redes sociales para presumir de una vida de lujos al tiempo que lanzaban amenazas contra los carteles rivales. “Eran ostentosos, fanfarrones y muy poco discretos” dice el periodista José Reveles autor de una decena de libros sobre narcotráfico. Una página de Facebook que lleva su nombre, pero cuya veracidad no puedo ser comprobada por El País, muestra fotos de montañas de billetes, vehículos deportivos y armas bañadas en oro.

Un ejemplo es que “cometieron la imprudencia de ir a meterse donde no debían” dice Reveles en referencia a la turística Puerto Vallarta, zona en disputa con el emergente cártel Jalisco Nueva Generación. Según Reveles “probablemente los dos hijos estén secuestrados porque siempre andaban juntos”. Según la periodista Anabel Hernández, que sostiene que es Iván Archivaldo el capturado, y no Jesús Alfredo como dicen las autoridades, los Guzmán estaban celebrando una fiesta familiar.

 

Expertos citados por la agencia AP sostienen que el paulatino hundimiento del cártel de Sinaloa ha venido de la mano de la caída de un clan, Los Guzmán Loera, que ya ni siquiera son respetados allí donde su nombre producía terror. La ola de ataques contra la familia de Guzmán, indica que ha perdido control del cártel de Sinaloa. Según los expertos El Chapo administraba sus actividades desde la cárcel hasta que se escapó por segunda vez en el 2015. Recapturado en enero, le impusieron un régimen de total aislamiento. Desde enero de 2016 juega sólo al ajedrez en una cárcel de máxima seguridad, ajeno a los movimientos de sus peones.