La batalla por el control de Alepo puede estar llegando a su fin, pero la lucha por el futuro de Siria continuará. De hecho, puede volverse más caótica y sangrienta.
De momento, este jueves empezaron a evacuar en ambulancia a los primeros heridos del enclave rebelde. Y se espera que de allí salgan en total unas 50.000 personas, entre combatientes y familiares, que serán transportadas en autobús a través de un corredor seguro a Idlib y la provincia de Alepo.
Asimismo, se reportó que varios buses están de camino a Kfraya y Fua, unas aldeas sitiadas por rebeldes y donde tropas a favor del gobierno también esperan ser evacuadas.
La caída del enclave rebelde en la parte oriental de Alepo representa una importante victoria propagandística para el gobierno del presidente sirio, Bashar al Asad, que ahora controla prácticamente todos los grandes núcleos urbanos del país.
Alepo, sin embargo, representa el premio mayor: era la ciudad más poblada y el centro financiero del país antes de que estallara la guerra civil.
Su captura significa una victoria no solo para Asad, sino también para sus aliados iraníes y rusos.
Alepo como tal quizá no sea muy importante en el tablero de ajedrez de Moscú, pero la derrota de la oposición rebelde allí subraya el extraordinario giro de la fortuna que ha tenido el presidente Asad.
Antes de la intervención rusa, el mandatario sirio estaba contra las cuerdas y su poderío militar se desmoronaba.
Los actores externos han apuntalado su gobierno, en gran medida, para asegurar sus propias aspiraciones estratégicas y estas jugarán un gran papel en la determinación de lo que vendrá a partir de ahora.
La “Siria esencial”
Si el gobierno puede consolidar su control de Alepo, entonces ahora impera sobre una parte significativa de los que podría definirse como la “Siria esencial”, lo que incluye el occidente del país, sus principales ciudades y la costa mediterránea.
Una opción sería que el gobierno de Asad se atrinchere y consolide esta Siria hecha de remanentes.
El propio mandatario, por supuesto, siempre ha insistido en que sus tropas permanecerán a la ofensiva hasta que todo el territorio bajo el control de los rebeldes sea recapturado.
Esto, sin embargo, quizá no sea más que una bravuconada.
Su ejército está agobiado y es una sombra de la fuerza con la que comenzó este conflicto.
De hecho, como puede apreciarse en la expulsión de sus fuerzas de Palmira por el regreso del autodenominado Estado Islámico (EI), al gobierno de Asad la costaría mucho mantener muchos de los avances que ha logrado.
Es fundamentalmente débil y su triunfo en Alepo no debería hacer olvidar ese dato esencial.
¿Qué hará Moscú?
Gran parte del Ejército regular de Siria se ha desintegrado en una diversidad de milicias leales al mandatario que, con frecuencia, tienen preocupaciones locales o regionales.
Además, mucha de la lucha ha sido encabezada por las fuerzas respaldadas por Irán, incluyendo al libanés Hezbolá y otras varias milicias formadas por musulmanes chiitas.
Muchos guerreros rebeldes pueden haber escapado de la ciudad para buscar refugio en la provincia de Idlib, al suroeste de Alepo.
Este podría convertirse perfectamente en el próximo gran campo de batalla, si el gobierno y sus aliados rusos quieren mantener su impulso.
El punto de vista de Rusia tendrá una importancia fundamental. Mientras no puede necesariamente decirle a Asad lo que debe hacer, indudablemente puede influir en los medios a su disposición: el armamento y el poder aéreo.
¿Qué querrá hacer Moscú a partir de ahora?, ¿está en su interés ver una guerra perpetua en la región o quizá quiera marcar una línea con la caída de Alepo y buscar algún tipo de acuerdo o entendimiento con el venidero gobierno de Donald Trump en Estados Unidos?
Cualquier pacto de este tipo, por supuesto, significará que Estados Unidos aceptará la creciente importancia de Irán en Siria.
¿Y Trump?
Los sentimientos prorusos de algunos de los miembros del próximo gobierno estadounidense mostrarían un marcado contraste con la estridente hostilidad hacia Irán mostrada por muchos de los designados por Trump para puestos clave en materia de seguridad y defensa.
Pero las opciones de Washington se están haciendo más limitadas.
La caída de Alepo pone otro clavo en la urna de la estrategia del gobierno de Obama de ayudar a la llamada oposición moderada.
Por supuesto, Washington quiere que los rebeldes moderados combatan a EI, pero probablemente ahora ellos estarán bajo una mayor presión por parte de las fuerzas gubernamentales.
Los rebeldes anti-Asad enfrentan ahora momentos muy difíciles. Ellos han perdido más que una batalla.
Quizá no han perdido la guerra o, al menos, no aún, pero están mucho más lejos de ganarla.
Su relación con el próximo gobierno de Estados Unidos es incierta. Nadie sabe lo que hará Trump.
Muchos analistas temen que los grupos de rebeldes moderados serán empujados inexorablemente a integrarse en las más radicales facciones islamistas.
Pero más allá de la geopolítica y de las campañas militares, está la devastadora tragedia humana de lo que ha caído sobre la ciudad.
Una vez que concluyan los enfrentamientos, se revelará la verdadera escala de la calamidad. Alepo, como muchos otros lugares de Siria, necesita ayuda rápida y masiva.
En el largo plazo, debe haber una batalla épica para reconstruir y rehacer la ciudad.
Pero, mientras siga la lucha en otras partes con tantas personas que mueren, quedan amputadas o desplazadas, una Siria bajo fuertes sanciones no tiene ni los recursos financieros ni humanos para acometer semejante tarea.
Como consecuencia de la caída de Alepo, todos los actores -tanto internos como externos- tendrán que recalibrar sus estrategias.
Pero esta brutal y multifacética guerra no va a perder nada de su complejidad.