A tres días de las elecciones presidenciales de Ecuador hay una única certeza: Rafael Correa dejará la presidencia luego de 10 años ininterrumpidos en el poder.
La “Revolución Ciudadana” de Correa ha dejado su marca en el tejido económico, político y social del país y se ha hecho sentir en la política exterior ecuatoriana.
Y BBC Mundo dialogó con el canciller ecuatoriano Guillaume Long sobre la era Correa pero también sobre el nuevo escenario regional que plantean la presidencia de Donald Trump, los cambios de signo político en Argentina y Brasil y el futuro del caso Julian Assange, entre otros temas.
¿Cómo caracterizaría usted la política exterior de estos 10 años de gobierno?
Como parte del momento refundacional de 2007: veníamos de años muy oscuros, Ecuador había tenido siete presidentes en 10 años.
Y esta situación interna tenía un correlato en la política exterior con una clara pérdida de soberanía política.
Los principales ejes para revertir esta situación fueron una recuperación de la soberanía, una política multilateral amplia que reconoce la importancia de Estados Unidos, pero busca la diversidad ampliando nuestros contactos a China, India, Rusia, los países del BRICS…
También un acento en los contactos con nuestros vecinos más allá de las ideologías, como se ha visto en UNASUR, en nuestro aporte al proceso de paz en Colombia y la solución de los problemas con Perú.
Por último, queremos destacar nuestra posición en el seno de las Naciones Unidas con una fuerte apuesta al multilateralismo con pleno apego a la legalidad internacional.
Ahora una cosa es hacer política exterior con un boom de precios de materias primas y gobiernos afines en la región. Otra con la situación actual. En Argentina no gobierna el Kirchnerismo. En Brasil no está el Partido de los Trabajadores. En ambos países hay gobiernos neoliberales. ¿Cómo sigue esta película?
Quisiera aclarar que en el caso del Ecuador el boom de los commodities no tuvo un impacto tan grande gracias al esfuerzo de diversificación económica que habíamos hecho.
No vamos a negar que al ser un país exportador de petróleo no nos favorecen los precios altos, pero su caída, si bien nos afectó, no tuvo el efecto que hubo en otros momentos.
El presidente Correa impulsó mucho la inversión pública como dinamizador económico pero no solo en base a la renta petrolera.
La expansión fiscal se basó en la renegociación de los contratos petroleros, que nos permitió sacar mayor provecho de nuestro recurso, así como en la solución de la deuda externa que liberó fondos para la inversión.
Y, quizás el más importante, en una reforma tributaria que nos permitió pasar de una recaudación del 10% del PIB a otra del 20%, en torno a la media latinoamericana, aunque todavía muy por debajo de la Estados Unidos o la Unión Europea.
En cuanto al cambio de escenario político es innegable pero no creo que haya un fin de ciclo. Incluso donde perdió, la izquierda se mantiene como principal fuerza de oposición.
Yo vengo de una fuerza política que sacaba el 3% en las urnas cuando nos iba bien. Hoy aspiramos a ganar las elecciones después de 10 años de gobierno.
Es posible imaginar una continuidad si resulta electo el candidato de Alianza País, Lenín Moreno. Pero si gana un candidato de derecha habrá un cambio de rumbo. ¿O cree que hay políticas de estado ya instaladas?
Necesitamos políticas de estado. Espero que esta transición entre Rafael Correa y quien nosotros esperamos que lo suceda, Lenín Moreno, ratifique esta continuidad.
La voluntad de integración latinoamericana debería ser una política de estado. La Unión Europea no es el mejor ejemplo justo ahora, pero a lo largo de su historia mostró esta voluntad de integración más allá del color político de sus gobiernos.
La apuesta a un mundo multipolar tampoco es ideológica: es pragmática.
Por ejemplo, acabamos de tener la visita de estado del presidente Xi Jinping. Ysería impensable para cualquier gobierno, del color que sea, no apostar a la relación con China que es un gran inversor y nos ha permitido avanzar en proyectos económicos, de infraestructura, en la construcción de escuelas.
Pero es cierto que si no gana Alianza País puede haber un cambio de rumbo muy importante.
La división derecha-izquierda es mucho más marcada en Ecuador. Tenemos una derecha muy plutocrática, como la bancocracia de Guayaquil muy vinculada al modelo de plantación que pertenece más al siglo 19 europeo que al 20 o 21.
Veamos casos específicos. Empecemos por el fundador de Wikileaks, Julian Assange quien se encuentra en la embajada de Ecuador desde 2012. ¿No cambiará su situación si gana la derecha?
Por el momento, salvo un partido de derecha muy minoritario que dijo que expulsaría a Assange, nadie se ha pronunciado sobre el tema.
Y Ecuador ha obrado en el marco del derecho internacional siguiendo la convención de 1954 de Caracas y siguiendo las normas que corresponden al asilo en las normas globales.
No queremos interferir con la justicia sueca. Por eso sugerimos desde el principio que lo vinieran a interrogar en la embajada. Hemos tenido que esperar cuatro años y medio para que esto sucediera. Una pena porque se podría haber resuelto mucho antes. Pero creo que hemos avanzado en la resolución del tema.
Lamentablemente ha tenido un alto costo para Assange que ha tenido que vivir recluido, para el Ecuador que ha tenido su embajada asediada, para el Reino Unido que ha tenido que financiar la seguridad y para la justicia de Suecia.
El 19 de febrero Ecuador va a las urnas y, además, se pronuncia en un referéndum sobre el Pacto Ético, es decir, la inhabilitación para la función pública de quien tenga intereses en paraísos fiscales. En caso que los ecuatorianos le digan que sí a esta iniciativa, ¿no corre peligro en caso de que gane una fuerza de otro signo político?
El referéndum expresa la voluntad popular y su resultado se conocerá mucho antes de que asuma el nuevo gobierno el 24 de mayo. Está planteado para que haya un espacio de un año para que se establezca una ley que pueda normar de forma adecuada esta expresión de la voluntad popular.
No creo que el partido ganador pueda desconocerla. Sería muy grave. La voluntad popular es la base de la democracia. No veo cómo se puede ir contra de esto.
La otra gran iniciativa ecuatoriana en torno a paraísos fiscales es la formación de un organismo supranacional en la ONU para eliminar la evasión fiscal offshore. Hoy Ecuador ocupa la presidencia del G77 en la ONU, pero ¿no se diluiría el impulso diplomático y político con un gobierno de distinto signo?
No puedo decir lo que haría un gobierno de otro signo por eso es tan importante conseguir la continuidad.
Al esfuerzo doméstico del Pacto Ético nosotros le hemos agregado esta iniciativa internacional porque el problema de los paraísos fiscales no se puede resolver a nivel individual.
El G77 más China, que en realidad, agrupa a 134 países, es el grupo interno más grande de la ONU. Es la primera vez que Ecuador ejerce la presidencia de este bloque, un reconocimiento a nuestra vocación multilateral. Pero no es la primera vez que el G77 contempla la formación de un organismo supranacional para la evasión fiscal.
Estas iniciativas no prosperaron porque el contexto político no era propicio. Pero el nuevo contexto que se abrió con los Panamá Papers cambió el panorama.
Incluso diplomáticos que defendían los paraísos fiscales están cambiando de opinión debido a los Panamá Papers, pero también por la seguridad ya que las organizaciones criminales y los terroristas son grandes usuarios de los paraísos fiscales.
Pero el problema de esta iniciativa no es solo que gane en Ecuador una fuerza de derecha o que los países desarrollados se opongan a un organismo supranacional. Incluso en el seno del G77 hay divisiones. Argentina es país miembro y su presidente, Mauricio Macri y sus familiares tienen 50 cuentas en paraísos fiscales que la justicia está investigando.
Nunca dije que sea fácil. El gran capital manda en el mundo de hoy y muchas veces las instituciones responden al gran capital.
Pero hay un clima propicio de debate público y hay un imperativo económico.
Los países están peleándose por conseguir un 1 o 3% de crecimiento anual y en un país como Ecuador cerca del 30% del PIB está en paraísos fiscales.
Es verdad que hay países que tienen posiciones más tibias y otras más radicales. Se puede triunfar a nivel internacional sin unanimidad, ir consiguiendo mayorías crecientes e incomodar a los que votan contra medidas que son indudablemente positivas.
¿Cómo ve el escenario internacional con el Presidente Donald Trump a la cabeza?
Tenemos una posición de respeto a la voluntad del pueblo estadounidense y queremos mejorar la relación bilateral siempre que haya respeto mutuo. Al mismo tiempo no somos sordos y hemos escuchado muchas opiniones que nos preocupan.
El tema de la inmigración es el más obvio. Nosotros creemos en puentes más grandes, no en muros más altos.
Me he reunido en una visita reciente con algunos de los muchos ecuatorianos que viven en Estados Unidos que están nerviosos y preocupados por lo que pueda pasar. Tenemos un plan de contingencia al respecto. Ojalá no lo tengamos que usar.
Esperamos que podamos resolver los problemas con el diálogo. Estamos en contra de cualquier amenaza al multilateralismo, sea afán unilateral o voluntad imperial. Habrá que estar vigilantes en este sentido.