La Asamblea Nacional Constituyente finalmente se instaló el martes en el Palacio Federal Legislativo de Venezuela y, desde sus primeras decisiones, ha demostrado que busca un retorno al estado político imperante cuando Hugo Chávez estaba vivo y el movimiento bolivariano gozaba de una amplia popularidad entre los ciudadanos.
Ese empeño por recrear el pasado -y borrar del escenario los hechos que puedan contradecirlo- comenzó incluso antes de su instalación oficial, porque el sábado se destituyó a la fiscala Luisa Ortega Díaz, fundadora del partido gobernante y una de las críticas más duras del gobierno de Nicolás Maduro, para ser sustituida por Tarek William Saab, un funcionario vinculado a la cúpula gobernante.
En general, la política está basada en símbolos: cuando el divorcio entre estos símbolos y la realidad es muy evidente, los actos y gestos a los que recurre la política se vuelven cada vez más aplastantes y, según la perspectiva con la que se mire, más esquizofrénicos.
El martes 8 de agosto, los miembros de la ANC sesionaron en el hemiciclo protocolar bajo la mirada de grandes pinturas de Chávez y Bolívar -que habían sido removidas por los opositores cuando ganaron las elecciones en diciembre de 2015 y ahora fueron restituidas- y desplegaron militares alrededor del palacio que es sede del poder legislativo.
“Esta constituyente solo es otro esfuerzo del gobierno por evitar la salida del poder”, señala Tomás Straka, historiador venezolano de la Universidad Católica Andrés Bello. “La instalación me recuerda a los congresos de las dictaduras venezolanas, como la de Juan Vicente Gómez, que ganaban por fraudes electorales y simulaban que eran entes democráticos. Además representan un proceso que no es reconocido por más de diez países, pero ya sabemos que nada les importa”.
Pese a las múltiples denuncias de la oposición sobre las irregularidades en el proceso de elección de los miembros de la ANC, el acto fue una celebración en la que solo se veían las caras más conocidas del chavismo: allí estaban Delcy Rodríguez (excanciller y presidenta de la ANC), Aristóbulo Isturiz (exvicepresidente de la república, exministro de diversas carteras y exgobernador de Anzoátegui), Earle Herrera, Fernando Soto Rojas, Érika Farías y, por supuesto, los militares representados por Vladimir Padrino, ministro de Defensa y uno de los oradores estelares de la jornada.
Una de las novedades de la ceremonia fue la presencia del hijo del presidente, Nicolás Maduro Guerra, que resultó electo como constituyente y estuvo sentado detrás de la “primera combatiente”, Cilia Flores, quien también participará en la constituyente.
“Este proceso me recuerda a la Constitución cubana de 1970 que forjó nuevas instituciones y leyes”, explica Guillermo Aveledo Coll, politólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela. “La ANC durará lo que el sistema considere necesario pero también dependerá de la resistencia de la sociedad. Ellos van a tomar medidas paulatinas por sectores, por ejemplo, primero la educación, luego los sindicatos y más adelante los partidos políticos o la banca, etcétera, con el fin de debilitar la democracia”.
Hermann Escarrá, tal vez el único miembro de la ANC que es un experto reconocido en derecho constitucional, declaró en la ceremonia que deberá iniciarse una reorganización de los poderes públicos y específicamente se refirió a “poner orden” en la Asamblea Nacional, de mayoría opositora: “Nosotros no vamos a vacilar, se tomarán las decisiones que se tengan que tomar siempre en el respeto al Estado de derecho”.
Lo más relevante de la primera jornada constituyente fue la lectura de un Acuerdo de Convivencia entre la ANC y los poderes públicos constituidos en el que quedó claro la preeminencia del nuevo proceso, porque especifica que la constituyente podrá decretar medidas sobre el funcionamiento y la organización de los diversos órganos públicos y enfatiza que estas decisiones “deberán ser acatadas de inmediato”.
Otro elemento delicado es que esta asamblea podrá decidir la remoción de las autoridades y funcionarios estatales, pero lo que le confiere un poder casi absoluto es la tercera cláusula del acuerdo, que establece que todos los organismos están “subordinados a la ANC” y están obligados a cumplir con las decisiones jurídicas que emane esta. Es decir: nada ni nadie está por encima de la constituyente, lo que en los hechos significa que los poderes establecidos quedan parcialmente disueltos (sobre todo en el caso de que sean controlados por la oposición).
Aunque se ha establecido que habrá elecciones regionales en diciembre próximo -para elegir gobernadores y alcaldes-, no queda claro si la oposición participará de lleno y si, en los dos años que se calcula podría durar la ANC, se realizarán comicios presidenciales, por lo que Maduro podría llegar a gobernar hasta 2019, lo que alargaría su mandato por un año. Oficialmente, su presidencia termina en 2018.
Si esto sucede, habrá que redefinir todas las críticas y burlas que perfilan al actual mandatario como un gobernante torpe e ignorante, porque entonces habrá conseguido controlar el poder en medio de la crisis más turbulenta de las últimas décadas, mientras espera la inexorable subida de los precios del petróleo que cambiaría todo el panorama del país.
Es evidente que se plantea un retorno a la era dorada del chavismo, cuando controlaba la gran mayoría de las instituciones. Por momentos pareciera que los constituyentes no perciben que el país atraviesa la peor crisis económica en décadas: es como si no hubiesen sucedido meses de protestas, conatos de alzamientos militares y más de un centenar de fallecidos en las calles.
“Todo eso está escrito desde hace muchos años en el programa del Psuv (el partido gobernante) y es la instauración de una sociedad bajo los parámetros del socialismo real”, asevera el profesor Aveledo. “Ahora que el chavismo tiene menos popularidad se olvida de los límites democráticos y actúa mas revolucionariamente que antes. No quiero sonar escandaloso, pero lo que inspira este proyecto es la ruta marxista-leninista”.
El híbrido totalitario
El mismo martes que se instaló la ANC los cancilleres de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú manifestaron su condena a la “ruptura del orden democrático en Venezuela” y anunciaron que “no reconocerán a la oficialista Asamblea Nacional Constituyente ni a los actos que emanen de ella por su carácter ilegítimo”.
El canciller mexicano, Luis Videgaray, explicó que los países también acordaron que solo reconocerán “los contratos de endeudamiento, refinanciamiento de títulos, concesiones, contratos de obra pública” que firmen con el gobierno venezolano del presidente Nicolás Maduro si cuentan con la aprobación de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición.
Aunque no se acordaron medidas como la ruptura de las relaciones diplomáticas, ni sanciones económicas, esta declaración incrementa la presión internacional contra el gobierno venezolano que ya fue suspendido indefinidamente del Mercosur y cuyos altos funcionarios -empezando por el mismo Maduro- han sido sancionados por el gobierno estadounidense.
“Un escenario es que la ANC sea inviable y solo sea una excusa para disolver la Asamblea Nacional, remover a la fiscala y aumentar la represión”, explica Erik del Búfalo, doctor en Filosofía y profesor de la Universidad Simón Bolívar. “Pero quizá lo peor que podría pasar es que se aísle a Venezuela del mundo, como ya lo están haciendo muchas naciones, y así se logre fortalecer al gobierno para que imponga un sistema corporativista y comunista”.
Para Del Búfalo, el sistema venezolano es un híbrido que no agota todas las teorías políticas porque mezcla elementos fascistas, comunistas y rasgos de narcoestados como la Panamá de Noriega: “No hay que subestimar al chavismo porque es un régimen de complicidad que parte desde las fuerzas armadas pasando por los tenedores de bonos de PDVSA, hasta gente que hace negocios. Es un sistema opaco y corrupto que es de presumir que ha influido en los opositores”.
La analista venezolana Aura Palermo, quien cree que en Venezuela sucederá una transición de poder aparente en la que es necesario que todo cambie para que las cosas sigan igual, dice que existe un ala de la oposición que quiere negociar con el gobierno, participar en elecciones y es alentada por el sistema porque lo legitima, un poco como esa oposición legitimada de la República Democrática Alemana que se involucraba en los procesos electorales pero no cambiaba nada.
Esta analista ha escrito sobre el poder del caos y le atribuye la actual desestabilización del país a un plan estratégico que tiene como finalidad la implantación de otra forma de gobierno: “Ellos ya lo han dicho: la constituyente no busca reescribir la carta magna sino que sus actos prioritarios son la avanzada jurídica para establecer otra cosa que, aunque no lo admiten, es un híbrido totalitario. La Constitución de 1999 ya habla de un Estado social de derecho y ese es el pilar para la construcción del comunismo. El caos y la anarquía forman parte de una estrategia provocada para afianzar el sistema y todo está previsto: la salida de Maduro, lavarle la cara a la revolución y la resurrección del chavismo que será por la vía electoral con el surgimiento de una gran figura de izquierda que unirá al país después de 2019”.
Pero el abogado y escritor Luis Britto García, gran simpatizante de la revolución bolivariana, ve a la constituyente como un espacio para redefinir leyes y profundizar cambios como la propiedad de la república sobre la industria de los hidrocarburos, controles a la ejecución de los presupuestos y volver irreversibles las conquistas sociales.
Para Britto es el momento de definir la senda hacia otro sistema de gobierno que acabe con el “exceso de federalismo” que se manifiesta en los gobiernos municipales que tienen sus propias leyes, sistemas tributarios y fuerzas de seguridad: “Hay que centralizar muchas instituciones y procesos porque si no se favorece a la anarquía. Además ha llegado la hora de darle rango constitucional a las misiones y las comunas con normas que las regulen y controlen”.
Así las cosas, la oposición ha convocado a nuevas acciones de protesta y el gobierno se atrinchera en el diseño de un nuevo país que emergerá de las sesiones del hemiciclo protocolar del Palacio Federal Legislativo.
Aunque es 2017, el chavismo parece revivir su mejor momento, a mediados de la década del 2000, cuando todas las condiciones económicas y políticas estaban dadas para impulsar grandes cambios.