El escándalo de Lava Jato llega a Netflix

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Foto: Pedro Saad/Netflix

Miles de millones de dólares robados de las arcas públicas. Una gran cantidad de políticos poderosos y hombres de negocios enriquecidos que se delatan unos a otros con la esperanza de evitar largas sentencias en la cárcel. Un pequeño pero valiente equipo de fiscales e investigadores que tratan de llevar a los ladrones de cuello blanco ante la justicia.

El escándalo brasileño conocido como Operação Lava Jato (o autolavado), es tan perverso y espectacular como la novela policiaca más extravagante o como un episodio maquiavélico de House of Cards. Así que quizá era inevitable que se convirtiera en una serie de Netflix, realizada justamente por el mismo director que hizo Narcos para esta plataforma.

El resultado es El mecanismo, cuyos ocho episodios estarán disponibles a partir del 23 de marzo. Como la mayoría de sus 200 millones de compatriotas, el director y guionista brasileño José Padilha se ha quedado anonadado ante el escándalo, que creció de una simple investigación de lavado de dinero en una gasolinera de la capital, Brasilia, a una crisis nacional y hasta regional que amenaza los cimientos de la cuarta democracia más grande del mundo.

Mecanismo es el término usado por Padilha para referirse a la corrupción generalizada y el esquema de sobornos que él asegura tomaron las riendas de la democracia en Brasil prácticamente desde 1985, cuando el país salió de una dictadura militar que se extendió durante veintiún años. Él y millones de brasileños creen que los políticos, banqueros, hombres de negocios y jueces han conspirado para robar grandes sumas de dinero del Estado, independientemente de quién esté en el poder.

“El hecho de que el mecanismo no tenga una ideología es fundamental”, dijo Padilha. “Mi tesis es que el mecanismo opera en todas las elecciones de todos los niveles de gobierno en Brasil, en todas partes. Las empresas que son clientes importantes del gobierno, por lo general constructoras, pero también grandes bancos comerciales, los financian a todos, ya sea de manera legal o a través de fondos ilegales secretos”.

A cambio, cualquiera que esté en el poder “contrata a esas empresas para prestar servicios y las empresas inflan estratosféricamente los contratos, con sobornos ya sea para políticos individuales o sus partidos”.

Prácticamente la totalidad de los veintitantos partidos con escaños en el Congreso de Brasil han sido manchados por el escándalo, que pronto cumplirá su quinto año. Una presidenta fue destituida, su predecesor está sentenciado por corrupción y lavado de dinero, y su sucesor está siendo investigado por las versiones de carne y hueso de los fiscales y oficiales que Padilha presenta en la serie.

“Brasil es muy interesante como caso de estudio, en el sentido de que la corrupción no se da en la política”, dijo. “La corrupción es la política”.

Los creadores y el elenco de El mecanismo se lanzaron a hacer la serie a sabiendas de que aborda un tema polémico y de mucho peso. Los brasileños que apoyan al Partido de los Trabajadores, que estuvo en el poder de 2003 a 2016 y fue el principal foco de las primeras fases de la investigación, sostienen a todo pulmón que su líder fundador, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, es víctima de una cacería de brujas. Algunos arguyen incluso que el juez encargado de las investigaciones de Lava Jato fue puesto ahí por la CIA.

“Soy de la generación nacida durante la dictadura, cuando toda la sociedad civil estaba unida en su oposición al Ejército, así que nunca había experimentado nada como esto”, dijo Elena Soarez, quien escribió la historia de El mecanismo junto con Padilha. “El país ha quedado dividido, con familias separadas y amistades de toda la vida peleadas; eso hace que escribir esto sea un reto especial”.

En lugar de contarlo a partir de los políticos y empresarios, la serie gira en torno a tres personajes ficticios: un hombre bien conectado, pero con una moral retorcida que lava dinero y dos tenaces investigadores de la policía, un hombre y una mujer. Aunque no todos los vericuetos del sistema legal y político brasileño sean conocidos para los espectadores extranjeros, el formato de intriga política de la serie -tanto el elenco como los creadores nombraron como referencia trabajos como Todos los hombres del presidente o Los tres días del cóndor– va más allá del lenguaje, al igual que las idiosincrasias de los protagonistas.

“Siempre disfruté ver a detectives de obras policiacas del cine negro, y ahora por fin podré interpretar a uno, un tipo que lucha contra sus demonios internos y externos”, dijo Selton Mello, quien interpreta al investigador Marco Ruffo.

“Ruffo está obsesionado con la búsqueda de la justicia, es casi una figura solitaria en medio de la maquinaria de la corrupción, una especie de Quijote con una gran cantidad de dramas personales”.

A lo largo de una carrera que comenzó en 2002 con Bus 174 -un documental basado en el secuestro de un autobús para analizar la forma en que el sistema judicial de Brasil trata a los pobres-, Padilha se ha enfocado en temas relacionados con el crimen, la justicia y la violencia, con una perspectiva que examina tanto a los infractores y a quienes las imparten como a los que se ven afectados por sus acciones. Sin importar dónde, en qué idioma o medio haya trabajado, ya sea en un par de películas de Tropa de élite sobre las fuerzas especiales de pacificación en Río, su nueva versión de Robocop (2014) o Narcos, la policía siempre ha estado al centro de las historias que cuenta.

“Para que el Estado se sostenga a sí mismo, debe haber una fuerza represiva que pueda manejar y controlar”, explica. “Así que la policía no es un detalle, sino un rasgo esencial de cualquier sociedad compleja. Ofrece un vistazo a todo tipo de sistemas sociales, porque está muy al margen de la sociedad, ahí donde confluyen las instituciones”.

En 7 Days in Entebbe, que se estrenó en Estados Unidos el 16 de marzo, Padilha ofrece una reinterpretación de algunos temas que planteó por primera vez en Bus 174, esta vez con un avión en lugar de un autobús secuestrado. En el nuevo filme no solo retrata los trabajos del ejército israelí y de las instituciones políticas, sino también las motivaciones de los terroristas que en 1976 tomaron el control de un vuelo de Air France que iba de Tel Aviv a París con 248 pasajeros a bordo -casi la mitad de ellos eran israelíes o judíos de otras nacionalidades- y lo forzaron a volar hacia el régimen ugandés de Idi Amin.

La crisis de Entebbe terminó de manera violenta: soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel irrumpieron en la terminal de un aeropuerto y rescataron a más de cien rehenes; todos los terroristas -palestinos y alemanes- fueron asesinados; como también lo fueron el líder del comando israelí (el hermano mayor del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu), cuatro de los rehenes y 45 soldados ugandeses. Aunque la Operación Entebbe ha sido descrita como una de las misiones militares más espectaculares de los tiempos modernos, Padilha ve en la situación una victoria que no pasa de ser pírrica.

“En cuanto la operación tuvo éxito”, dijo, “le dio fundamentos a la gente que pensaba que todo se podía solucionar mediante la violencia”, lo que a su vez contribuyó a la persistencia de los conflictos en el Medio Oriente, añadió.

Con respecto a El mecanismo, Padilha y sus colaboradores están convencidos de que la serie tendrá éxito más allá de Brasil. De hecho, durante una entrevista realizada en febrero en el vestíbulo de un hotel de Nueva York, una huésped estadounidense que había estado escuchando discretamente la conversación quedó tan fascinada por lo que oía que interrumpió para preguntarle a Padilha el nombre de la serie y cuándo podría verla. “La esperaré con ansias”, le dijo.

“La corrupción es un tema universal y eso generará empatía en todas partes”, dijo Caroline Abras, quien interpreta a la investigadora Verena Cardoni. “La gente de todo el mundo, en todos los países donde se vea, entenderá lo que sucede”.

Desde que Padilha terminó los primeros ocho episodios de la serie, el escándalo de Lava Jato ha dado más giros inesperados, lo que reconoce sería material idóneo para futuras temporadas. El disgusto generalizado con la clase política, por ejemplo, ya ha tenido efecto en las elecciones presidenciales programadas para octubre. Los posibles candidatos incluyen a un exparacaidista del ejército famoso por sus opiniones de ultraderecha, Jair Bolsonaro, y posiblemente a un presentador de un programa de variedades que se transmite por televisión los fines de semana, Luciano Huck, quien nunca ha desempeñado un cargo público pero tiene 13 millones de seguidores en Twitter.

“Nadie sabe cómo terminará esto”, dijo Padilha. “Brasil está en una encrucijada y todo está en juego. Es una situación muy loca, pero mi papel como cineasta político es abordar estas cuestiones”.