La guerra digital

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La capacidad de generar la tanda publicitaria es mayor que en años precedentes en los que  esa distribución contemplaba, en el orden del día, menos susceptibilidades y un visible temor a la labor  crítica de los medios; poner a funcionar el engranaje implacable como el cuarto poder del Estado. El peruano Walter Chávez que diseñó la escalada de la comunicación del Gobierno, había propuesto romper esa rueda cíclica manteniendo a raya los contornos por donde se genera y vincula la información. Él era un defensor de la tesis de reducir la influencia de los medios. Por eso, en el primer gabinete del presidente Morales no se había contemplado un lugar para la vocería oficial, descartando en la composición de  carteras la de Comunicación. Walter Chávez era un incitador, un provocador que negaba seguir generando consensos de convivencia con los medios de comunicación.

Este debate se generó incluso antes de la actual presidencia, es decir, antes de la explosión de la era digital que ahora define una preocupación numérica permanente por su efecto multiplicador. El Gobierno boliviano al igual que otros de países desarrollados no es inmune a este debate.

Hay quienes en el Gobierno apuntan  que de esta “guerra digital” saldrán los vencedores en un proceso electoral. Varios cuadros de gente joven en el Chapare han decidido conformar un ejército en las redes para defender el Gobierno de Evo, pero la percepción es que no tienen la menor idea de cómo generar el enfrentamiento digital. Una extensión del pensamiento de Walter Chávez aplicado a otros entornos que requieren conocimiento, método y preparación.

Recomiendo a los amantes del periodismo de investigación una película sobre el contenido palpable de las noticias que incomodan a los eventuales dueños del poder. The Post, es una especie de encarnación de la división de las aguas turbulentas que sacuden el periodismo independiente. Los millennials -la generación nacida entre 1980 y 2000- obstinada en las redes y de estar mejor informada que las  generaciones precedentes, ignora hechos relevantes de la historia como la guerra del Vietnam (foto), Watergate o nombres como Kissinger, McNamara y el propio nombre de Richard Nixon. La película está nominada al Oscar para mejor película. ¿Por qué un drama que transcurre en los Estados Unidos de los 70 sobre periodismo de investigación, es una de las películas más taquilleras en cada país que se estrena? Más allá de las cualidades de la película protagonizada por Meryl Streep (heredera del imperio) y Tom Hanks (editor jefe del diario norteamericano), me sorprendió la habilidad del grupo de periodistas en revelar datos de la historia que podrían haber sido “tapados” de no mediar su obsesión y perseverancia y, claro, la valentía de la heredera de un imperio que requiere el blindaje del poder (bancos y de altos funcionarios) para su sustento económico.

La película trata sobre la decisión del Washington Post de publicar, pese a las presiones, documentos que revelaban las mentiras de Nixon y de sus antecesores sobre Vietnam. Para los periodistas que crecimos escuchando sobre Los Papeles del Pentágono, el argumento es fácil de seguir. Creo que para el resto, no tanto. Los millennials se levantaron de mi lado y se fueron aburridos a sus respectivos chats. Supongo que lo que se valora  del film no son los detalles, sino la épica de personas decididas a arriesgar todo para revelar lo que el poder no quiere mostrar. No importa que las máquinas de escribir y los linotipos de los 70 no existan más, lo vigente es el derecho a saber, la pasión por informar y la incomodidad del poder político de todos los tiempos a ser investigado. Hoy, esos poderes tienen la oportunidad de quitarse de encima tal molestia.

Periodismo ¿para qué?

Los medios viven una transición entre aquéllas rotativas y las pantallas digitales. Aunque, sumando los dispositivos online y offline, ya generan una audiencia superior a la de antes.

Aquí, marcas como la Razón, El Deber y más recientemente Página Siete, desde líneas editoriales distintas, siguen creciendo en sus multiplataformas.

Cada una de las empresas periodísticas mencionadas con sus errores y aciertos continúa el camino que trasciende la venta de papel en los kioscos en la medida que expanden sus contenidos a productos del comercio digital.

La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) a no tiene datos precisos de cuántos trabajadores están incorporados en la actualidad en los medios de comunicación o cuantos perdieron su fuente laboral por el advenimiento de la era de la información digital. Tampoco tiene un registro actualizado sobre la incorporación al mercado de medios que se maneja exclusivamente en el ciberespacio. Este tipo de información es básica para avanzar en acápites de un nuevo orden, ya sea desde la óptica gubernamental o en el de las propias agrupaciones asociadas al periodismo. Ningún ejército por más voluntarioso que sea en defender una causa avanzará muy lejos sin este tipo de información.

El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) tiene datos del censo de 2012 desactualizados por la velocidad que imprime la tecnología.  Dice en su portal electrónico que “hay alrededor de 11.463 personas dedicadas a labores periodísticas”.

La ANP aclara que hay “alrededor 1.500 medios de comunicación en el país”. Estos aproximados  incorporan dudas más que certezas sobre la profesión y más aún sobre contenidos de calidad. Hoy en día cualquier persona puede pasar videos, incorporar a su portal noticias sin que por eso deba pasar un   examen de admisión a las redes. El resultado no podía ser peor: se ha generado un peligroso campo a la especulación y la mentira, dos reglas deontológicas que son enemigas de la verdadera profesión. Tampoco hay estadísticas sobre la cantidad de profesionales que han perdido su fuente de trabajo en el sector por la robotización de la actividad. Si todos pueden ser periodistas por cuenta propia la lógica apuntaría a que las empresas despidan profesionales de la redacción.

Según datos de organismos que miden el efecto en la Argentina, desde 2015 se perdieron 2 mil puestos de trabajo en el sector. En EEUU, en diez años, el número de periodistas en redacciones pasó de 55 mil a 27 mil.

En Gran Bretaña, la primera ministra Theresa May acaba de informar que en una década cerraron 200 medios. Su Gobierno cree que Facebook y Google engañan a los medios al usar sus contenidos en forma gratuita, por lo que inició una investigación. Y comenzó a evaluar la posición dominante de las dos empresas que concentran el 80% de la publicidad digital. May dio un discurso al cumplirse un siglo de la agencia AFP. En él recuperó las posiciones históricas de los líderes occidentales sobre el rol de la prensa:

“El periodismo de calidad nos proporciona la información y el análisis que necesitamos. Es una gran fuerza para el bien. Por eso, lanzaremos una revisión para examinar la sustentabilidad de nuestra prensa y examinar los modelos de negocios para el periodismo de calidad. Debido a que la publicidad digital es ahora una de  las fuentes esenciales de ingresos, se analizará cómo opera esa cadena de suministro. Y considerará si los creadores de contenidos (los medios) obtienen una parte justa de los ingresos publicitarios. La prensa es uno de los fundamentos sobre los que se construye la democracia y debe preservarse”.

Lo que ocurre en las sociedades del primer mundo no sucede necesariamente aquí. La tendencia es incorporar ejércitos de periodistas sin conocimientos; el resultado puede ser efectivamente la “guerra mediática” que propone el presidente. Y en una guerra pierden todos. Este mismo pensamiento es sustentado en otros países de Europa. Los gobiernos de Alemania y Francia (ver edición 207 de dat0s Fake News pags 12 – 19), están en la tarea de sostener las noticias que provengan de fuentes responsables y combatir las que se generan  en un cilindro de mentiras en las redes sociales.

Medios: lo que no se habla

El peligro es provocar un caos a falta de control. Nadie se arriesga a provocar y lo que queda es una hábil maniobra para hacer ver la cada vez utilizada y clásica salida sobre la irresponsabilidad de los medios. Ya el periodismo de investigación se ha vuelto poco menos que una especie en extinción. Si tomamos como válido el dato de que en el país existen alrededor de 1.500 medios entre radios, canales y medios escritos, el carnaval es ideal para defender la tesis de que en el país existe libertad de expresión ¿Para qué hace falta el periodismo investigativo? Investigar demanda viajes, equipos y semanas de trabajo, por eso las grandes investigaciones como las que cuenta The Post se siguen haciendo en el marco de empresas periodísticas que las pueden sustentar económicamente.

Los pasados días se difundió el informe del Oxford Internet Institute, sobre la capacidad de esas redes para construir mentiras y se revela hasta qué punto redes como Twitter y Facebook están infectadas de “fake news”. Entre octubre y enero pasado, se analizó que los grupos de apoyo a Trump compartieron el 95% de contenidos falsos de Twitter y el 91% de Facebook. Las redes son grandes facilitadoras de relaciones, pero a su vez facilitan su manipulación.

Hace menos de un par de semanas la Comisión Europea acusó a Twitter y Facebook de no proteger los datos de sus usuarios. Y la justicia belga ordenó a Facebook dejar de rastrear a los internautas sin su consentimiento. Las redes no sirven para investigar en serio a los gobiernos.  Los funcionarios que están cómodos creyendo eso, también son o serán sus víctimas.

Evo no es Nixon

Aunque tampoco es feliz cuando lo investigan. Sabe (o debería recordar) que los mismos medios que lo hacen son los que lo hicieron con sus antecesores y en los que, cuando era opositor, podía expresarse.

Si cree que los medios cumplen un rol institucional, tiene la oportunidad de promover un debate sobre las condiciones de la transición que atraviesan. Para que sigan incomodando, a él y a sus sucesores. Para mostrar, como May, que las democracias son mejores con libertad de expresión y periodistas que ausculten a sus gobernantes.

En el film de Spielberg, uno de los actores lee el fallo de la Corte que avaló el derecho del Post a publicar su investigación: “Los periodistas están al servicio de los gobernados, no de quien gobierna”. Pero, más tarde o más temprano, el buen periodismo le va a servir a ambos.