Brutal ofensiva que podría ser la última de la guerra de Siria

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Foto: George Ourfalian/Agence France-Presse — Getty Images

Por tierra, el gobierno sirio está congregando a miles de conscriptos para apuntalar sus mermadas fuerzas. Por mar, una flotilla naval rusa espera cerca de la costa, lista para intervenir con una formidable potencia de fuego. En la provincia de Idlib, millones de civiles temen lo que vendrá a continuación.

Los bandos enemigos de esta larga y cruel guerra civil siria se preparan para otra brutal ofensiva, que podría ser la última.

El gobierno espera que el ataque que se cierne sobre la provincia de Idlib sea el golpe militar final en contra de los combatientes rebeldes y sus simpatizantes civiles, los cuales se levantaron en armas hace más de siete años para exigir un cambio de régimen.

Lo que Siria y sus aliados rusos e iraníes ven como una oportunidad para aplastar a lo que queda de la oposición, los dirigentes occidentales advierten sobre una calamidad humanitaria en Idlib, donde se calcula que viven tres millones de civiles.

Muchos de los no combatientes que se encuentran ahora en Idlib huyeron ahí desde otras partes de Siria, para escapar de la brutalidad de las fuerzas gubernamentales del presidente Bashar al Asad. Ahí llevaron a decenas de miles como parte de unos acuerdos de rendición con el gobierno.

La inminente ofensiva gubernamental en contra de los que se cree son cerca de treinta mil combatientes rebeldes es una “tormenta perfecta que surge ante nuestros ojos”, dijo Staffan de Mistura, enviado especial de las Naciones Unidas a Siria.

Turquía también expresa gran inquietud por un ataque, pues le preocupa tener que pagar los platos rotos de las consecuencias humanitarias y de seguridad.

Ese país tiene efectivos en tierra en Idlib, con el propósito de separar a las fuerzas sirias de las rebeldes, pero sus soldados podrían quedar atrapados en medio de un ataque. Turquía también ha recibido ya a más de tres millones de refugiados de la guerra civil, y con una crisis económica y un creciente resentimiento en contra de los sirios que ya están en su país, no quiere ni uno más.

En una visita reciente a Moscú, el ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Mevlut Cavusoglu, solicitó más tiempo para un plan turco que busca negociar con los rebeldes en Idlib, incluso con grupos islamistas radicales.

“Una solución militar ahí sería un desastre”, dijo Cavusoglu en una conferencia de prensa, de pie junto al ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov.

“Atacar todo Idlib para eliminar algunos grupos radicales significaría causar la muerte de cientos de miles de personas, y provocar que 3,5 millones dejen su hogar una vez más”, añadió Cavusoglu.

En los últimos dos años, el Ejército sirio, con ayuda considerable de Rusia e Irán, ha retomado el control de extensas áreas del territorio. Ahora que ha recuperado el dominio de gran parte del país, el gobierno puede concentrar su atención en Idlib.

Si el gobierno tiene éxito al retomar el control de esta provincia, el último bastión rebelde importante, la victoria marcaría básicamente el final de la oposición armada y a gran escala en el interior de Siria. Pero difícilmente sería una señal del fin del conflicto o sus miserias.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, advirtió sobre una catástrofe a gran escala para los civiles en Idlib. “Los tres millones de sirios que ya han sido obligados a dejar su hogar y ahora están en Idlib sufrirán debido a esta agresión”, escribió en una publicación en Twitter el 31 de agosto. “No es bueno. El mundo está observando”.

En otra publicación del mismo día, Pompeo denunció a su contraparte rusa por apoyar la próxima ofensiva. “Serguéi Lavrov está defendiendo el ataque sirio y ruso a Idlib”, escribió. “Los rusos y Asad acordaron no permitir esto; EE. UU. lo ve como una escalada de un conflicto de por sí peligroso”.

El viernes el Departamento de Estado también advirtió en una declaración que “Estados Unidos responderá a cualquier ataque con armas químicas perpetrado por el régimen sirio”.

A pesar de estas súplicas internacionales, los funcionarios sirios y rusos estuvieron preparándose abiertamente durante el fin de semana para expulsar a las temibles fuerzas rebeldes aún activas en la provincia.

El vice primer ministro de Siria, Walid Moallem, dijo el sábado en una entrevista para la televisión rusa que capturar Idlib era una prioridad, dada la amplia presencia de “terroristas” en ese lugar, una referencia a los grupos combatientes islamistas, incluyendo la facción rebelde más fuerte de Siria, Hayat Tahrir al Sham, o HTS, afiliada a Al Qaeda.

La HTS ha controlado gran parte de Idlib desde 2015 y actúa como la autoridad gubernamental de facto, al facilitar el comercio a través de la larga frontera con Turquía y organizar entregas de ayuda humanitaria.

Aunque el gobierno todavía debe declarar una fecha de inicio para la ofensiva, el Ejército sirio ha desplegado a miles de fuerzas terrestres, así como a decenas de unidades blindadas a lo largo de las fronteras al sur de Idlib.

Durante el fin de semana, Rusia comenzó un enorme ejercicio naval en el Mediterráneo, a unos cuantos kilómetros del posible frente, en el que participaron 26 buques de guerra y naves de apoyo, así como 36 aviones, incluyendo bombarderos estratégicos.

Aunque Rusia ha negado que las maniobras estén relacionadas con una posible batalla en Idlib, sus funcionarios han usado un tono marcial al discutir la necesidad de actuar en esa provincia. La semana pasada Lavrov describió Idlib como un “absceso purulento” que necesitaba drenarse.

Una posible táctica para prevenir una ofensiva completa pareció fracasar el viernes, cuando Turquía puso fin a las negociaciones con HTS, un grupo con el que Ankara ha trabajado, a pesar de su afiliación con Al Qaeda, pues ambos han compartido el deseo de expulsar a Asad.

Los funcionarios turcos han estado tratando de persuadir al grupo de disolver sus fuerzas de combate y ceder a que los sirios tomen el control de Idlib para evitar una pérdida de vidas de civiles posiblemente enorme. Sin embargo, el viernes Turquía declaró de manera oficial que el grupo es un movimiento terrorista, una designación que Estados Unidos y la Unión Europea también usan.

Ese cambio en la política se dio días después de que Abu Muhammad al Julani, el líder de la HTS, se negara a sostener cualquier conversación sobre reconciliación con el gobierno sirio en un mensaje en video, de acuerdo con el grupo SITE, que monitorea sitios web yihadistas.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, tendrá un encuentro el 7 de septiembre con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el presidente de Irán, Hasán Rohaní, para hablar de Siria, en la última ronda de sus conversaciones sobre ese país, conocidas como el proceso Astana. La reunión podría ser la última discusión que sostengan los tres antes de la ofensiva.