Monocultivo y producción de soya amenazan a Amazonia

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Foto: Los Tiempos

“Dicen que los indígenas son pobres. Mentira. La pobreza está cuando el indígena migra  a la ciudad, donde no tiene casa ni nada  para  comer. En su tierra,  el indígena es una de las personas más ricas”, afirma contundente  Manuela Algarañaz, que aprendió desde niña  cada una de esas palabras.

En su región, como representante de la asociación de cabildos de la comunidad indígena de San Ignacio del departamento de  Santa Cruz,  Algarañaz  enfrenta  a los  grandes monstruos que atentan contra la selva:   el monocultivo y   la producción de soya transgénica.

San Ignacio de Velasco comprende 120 regiones indígenas originarias. Desde hace varios años,   han sido víctimas del sistema de producción del monocultivo de  chía, girasol o sésamo.

“El monocultivo está ligado a las empresas transnacionales, que dan   un adelanto a los campesinos para deforestar la selva y prometen pagar los gastos,  y luego el saldo queda para las comunidades. Compran el grano a cierto precio, acordado con las comunidades,  pero cuando ven  la producción, las empresas tumban el precio en un 70 u 80%”, denuncia Algarañaz.

La representante  indígena  sostiene  que con este método de trabajo  los comunarios se vuelven pobres. Ellos ya no pueden pagar las deudas que contraen.

“Llegan  al punto  que ni la producción les alcanza para pagar el trabajo.  No se pueden  echar para atrás, en esa situación,  las empresas les proponen:  ‘te presto esta plata para que no te puedas quedar sin nada en la familia’, pero la deuda crece a tal punto que se necesita de una segunda cosecha para terminar de pagar. Obligatoriamente tienen que deforestar más para cumplir  con  la deuda”, detalla.

En  San Ignacio de Velasco, alrededor de  200  familias  dejaron la producción  sostenible que se implementa en esa comunidad    para dedicarse a la “prometedora” monoproducción. “Aún buscan la manera de salir de las deudas”, comenta la dirigente.

Algarañaz también  se dio  a la tarea de proteger a su comunidad de los agroquímicos, que  caen como lluvia sobre las poblaciones cercanas.

Hay propiedades de 25.000 hectáreas  donde  sólo producen  soya, según la representante. “Este fenómeno se ve en las  comunidades de nuevos asentamientos. Muchas solicitan el tema de tierra, pero cuando les otorgan el terreno,  ellas lo alquilan. Sólo vienen cuando hay supervisión. Aparecen como si fueran los dueños que están trabajando”, cuenta, respecto a  la producción de soya.  “Hay propiedades  donde  se están fumigando con  avionetas y  con químicos. Llegan a todas las comunidades  colindantes. Un empresario dijo que en las zonas cercanas a las comunidades pondrían pastizal, pero sigue el mismo sistema”, añade.

De acuerdo a la representante de los indígenas,  los comunarios se sienten alarmados porque ni siquiera hay un área de protección. “Los empresarios no son  del país. Son brasileños o argentinos.  Dejan el problema a los bolivianos. A ellos no les importa si nos quedamos  sin agua por la deforestación, sólo les interesa llevar dinero a sus países”, asegura Algarañaz.

Página Siete intentó comunicarse con el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, pero no tuvo respuesta.

“No peleo por dinero ni por puestos políticos. Lucho por mis hijos, por el futuro que les voy a dejar a ellos”, dice  Algarañaz.  Recuerda que le ofrecieron dinero para que deje de denunciar a las empresas que atentan contra el territorio donde habita.

Y es que para ella su comunidad es todo. Hace seis años,  se divorció y migró de la ciudad a su tierra natal. De ahí sus palabras. “En la ciudad somos pobres. En nuestro territorio somos los reyes”, dice  Algarañaz, quien asegura que  pelea con una  parte de grandes amenazas que acechan  la  Amazonia  del país.

Según otros  dirigentes indígenas, el  monocultivo es  el menor de los males. Las carreteras, las empresas madereras, las áreas de exploración petrolera y las cooperativas mineras amenazan todos los días a los  indígenas Uchupiamonas que buscan proteger su territorio, es decir la selva boliviana.

“El pueblo indígena es territorio. El vínculo es uno solo. No hay pueblo indígena sin territorio. Al devastar territorios,  estamos devastando a la población”. La frase es  el lema de lucha  de  Ruth Alípaz,  representante de la comunidad indígena de San José de Uchupiamonas, ubicada al norte de La Paz, en el parque nacional Madidi.

En las poblaciones indígenas que viven en la Amazonia, se sabe que la producción debe ser rotativa, esto  para dejar que la tierra descanse por un tiempo.  Se sabe que el monocultivo daña a la tierra hasta el punto de volverla improductiva. Y que desde hace años, como si fuera una alerta, la selva está cambiando.

Antes el bosque estaba más cerca de la comunidad. “Teníamos dos nacientes de agua subterránea, manantiales,  crecí tomando esa agua. En los 90 construimos un sistema de agua potable, pero ahora no tenemos agua por semanas, volvemos a los pauros,  pero se secan poco a poco”, compara Alípaz.

“Informaron que se inició la construcción de la carretera de Azariamas, pero acabará con nosotros como cultura”, dice Alípaz,  quien primero luchó para proteger a su región de la construcción de una hidroeléctrica. Cuenta que ahora  busca  impulsar  emprendimientos sostenibles  en su comunidad, uno de los principales proyectos es  el turismo comunitario. Pero,  “la amenaza al bosque sigue latente. El área es muy vulnerable”.

La Amazonia de cinco  países de la región  está en   riesgo

Desde grupos de narcotráfico hasta empresas madereras, mineras, de cultivo e incluso  los gobiernos son algunos factores que ponen en riesgo a la  Amazonia de cinco países, según dirigentes indígenas.

En la versión V del  Foro Internacional  Andino Amazónico de Desarrollo Rural, organizado en el departamento de Pando, cinco líderes indígenas de distintos países denunciaron los diversos atropellos que sufren sus regiones. La actividad fue organizada por  el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca).

Representantes de  Brasil, Ecuador, Colombia, Perú  y Bolivia explicaron que el Estado, bajo el título de “desarrollo”, también invade los territorios indígenas sin una consulta.

“Actualmente se lanzó una oferta petrolera en la que se busca entrar a otros espacios territoriales,   donde no hubo  explotación de petróleo. Eso, una vez más, levanta y aviva conflictos socio ambientales, donde los indígenas reclaman al Estado que se respete los Derechos de la Tierra”, cuenta Mónica Chuji, una representante  kichua de la Amazonia ecuatoriana.

De     Perú, Rossmery Arique denunció que las explotaciones mineras ilegales están acabando con la diversidad de su territorio. “El Estado otorga concesiones en las comunidades nativas. Mi comunidad denunció para que los  policías actúen, pero como son grandes mineros creemos que pagaron coimas”, explica la líder.

Arique denuncia que a causa de las exploraciones mineras que se desarrollan por la región, ya no se puede sembrar, tampoco se puede reforestar. Además tampoco se puede consumir agua ni pescado porque la zona se encuentra contaminada por  mercurio.

En la  región de Colombia, los indígenas se enfrentan y luchan contra  el asentamiento de grupos ilegales.

“Hay grupos al margen de la ley que ocupan ciertos territorios en ilícito, porque ahí pueden exportar y hacer su ilícito. Además está  la extracción  de recursos con licencia del gobierno, ellos sacan los tesoros para tener dinero, eso causa daño a la naturaleza”, explica Belkis Herrera, representante de Colombia. Añade que las empresas madereras también acechan la selva de ese país.

En Bolivia, Ruth Alípaz cuenta que hace 20 años  una empresa maderera propuso construir un camino e instalar  luz a su región (San José de Uchupiamonas) a cambio de deforestar el pie de monte,  que se encuentra al ingreso de su comunidad.

“El parque Madidi tiene más de 1.000 especies de aves, el área de Sadiri cuenta con 400 especies. Un estudio determinó que ese lugar  era el pie de monte más rico en Bolivia”, dice y cuenta que  al conocer que después de ese acuerdo,  se perdería toda esa diversidad, sólo en aves, la comunidad  desistió.

Según la representante, ahora los  comunarios están en alerta por la construcción de la carrera Azariamas porque traerá asentamientos, colonización y deforestación.

Testimonios

Mónica CHuji

Activista de Ecuador

“La Amazonia representa la posibilidad de un  futuro, de biodiversidad y cultura y  de generar vida. En la actualidad, la selva donde viven los indígenas  es sujeta de amenazas internas y externas.

Belkis herrera

Líder indígena de Colombia

“Están  tumbando árboles para poner grandes cultivos y  ganadería a gran escala. La naturaleza se acaba rápidamente. En  la selva de Colombia también hay grupos al margen de la ley”.

Rossmery Arique

Pueblo Harakbut, Perú

“La minería informal se encuentra en las comunidades nativas, no se puede controlar. Es un problema que se arrastra de muchos años. Las comunidades están invadidas y el Estado no hace nada”.

Iremar Ferreira

Activista, Brasil

“La expansión  de Brasil está conectada con Bolivia. Se creó el programa de aceleración del crecimiento con carreteras, hidrovías. El crecimiento económico fue grande, pero no sustentable”.

Ruth AlÍpaz

Uchupiamonas, Bolivia

“Hay que meter caña, coca, carretera, eso es desarrollo y vamos a ser ricos muy rápido. Todo eso es una forma de hacernos desaparecer como cultura, es  un concepto platista”.