El alfabeto, un código en la memoria de Francine Secretan

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Rubia, alta, fuerte; está de una pieza armando la exposición de sus esculturas al aire libre en los jardines de la residencia de Patricia Marica. La mañana ofrece sol y esta agradable. Son alrededor de 20 esculturas muchas de más de dos metros de alto. Todas aluden a la cosmovisión. No necesariamente andina. Francine aclara que el cosmos siempre fue su inspirador: el paso del recuerdo y el tiempo desde el momento que uno es: el pasado y el futuro. Reconoce que Bolivia la ayudó a adquirir conciencia. Luego sus viajes de meditación a India con la idea de desarrollar un ser humano distinto.

Entre las esculturas que expone Francine, hay una que me llama la atención: “Jilakata”, titula. El rostro perfilado de la obra no parece hacer alusión a nada en particular, pero la forma de la madera y las trenzas de soga que rodean le confieren un aspecto muy terrenal. Y así, el resto de las esculturas de madera y metal se juntan alrededor de un todo al centro de la tierra. La artista suiza vive en Bolivia más de 45 años. A primera vista parecería que su arte de círculos y flechas consienten espacio a una ritualidad aimara. La artista hace una pausa camina sobre el césped y observa que el conjunto de su obra está integrado con la naturaleza. No hay un momento preciso ni especial, aunque reconoce en primera persona que “Bolivia me ayudo a adquirir conciencia”. Luego toma un respiro sentada en la sala de la casa que alberga su exposición y haciendo pedazos voluntad y pensamiento dice que todos los seres humanos “nacemos heredando algo”.

La exposición está compuesta por obras de la década de los 90´ y actuales. Francine no ha dejado de trabajar en su laboratorio ritual que ha montado en Achocalla, donde vive. “Antes podía trabajar sin parar hasta 10 horas hoy no más de cuatro”, dice. Alrededor de su mente se han construido espacios esenciales. Es el caso de las ocho piezas que forman un círculo vital intitulado “Guardianes de la Memoria”. El formato alude momentos en los que la artista comulgó con intensa espiritualidad.

“Uno nace en diferentes niveles”, explica. “Estamos viviendo una nueva era, un resurgimiento en todos los niveles”. En 1995, las esculturas de Francine Secretan fueron escogidas junto a la de otros artistas a participar en la Bienal de Fuji Sankay, Japón. Poco después genios de la talla de Pollock y Krashner, financiaron la instalación del primer espacio ritual al aire libre que montó en la Cumbre, camino a Los Yungas en la Cordillera Occidental antes de caer en curvas sinuosas e infinitas a poco menos de los 1.000 msnm. Si uno quiere visitar el fundamento que le valió ese reconocimiento, están allí sin más piel, al aire libre, nieve, llueva o haga sol. El día que decidas.

Años más tarde siguiendo el mismo concepto Espacio/Rito construyó otro muy cerca de donde vive a las afueras de La Paz, en Achocalla. Junto al de La Cumbre allí se han edificado las estructuras de lo que la artista denomina “mi alfabeto”, o dicho en otras palabras mejor explicadas por la misma artista: “mi proceso de creatividad” que la ha guiado siempre y la mantiene en este espacio esencial   “El proceso de la creatividad es algo que viene y haces. Tan simple como eso. Su alfabeto de creación”.

“La cosmovisión me ha marcado la vida, me ha fascinado siempre, es el recipiente de la energía”, afirma mientras recuerda cómo nació la idea de hacer la exposición. Patricia Mariaca, Geomar Mesa, Nora Claros y Francine Secretan decidieron componer algo más creativo que el espacio acostumbrado a una galería de arte. “Para salir de los convencionalismo que a veces nos rodean las cuatro paredes”, impone su voz Patricia Mariaca. “La tarea de bajar el cable a tierra fue de Ely Salguero. Todas, mujeres de acción, se han juntado para regalarnos este particular alfabeto de expresión sinónimo de tiempo, espera y meditación.