Por unos segundos, el auditorio del salón de actos del vestíbulo de la Universidad de Hong Kong permaneció en vilo al ver que He Jiankiu, el genetista chino que anunció el lunes haber modificado el ADN de dos bebés recién nacidas, no aparecía. “No sé dónde está”, aseguró Robin Lovell-Badge, del Instituto Francis Crick tras presentarle. Pero tras esos momentos de incertidumbre, el investigador entró por una puerta lateral cartera en mano para defender un experimento que ha puesto en jaque a la comunidad científica y anunciar que hay un segundo embarazo con este tipo de embriones “en sus primeras etapas”. No obstante, remarcó que por el momento ha detenido sus pruebas “debido a la situación actual”, en alusión al escándalo que su investigación ha generado.
Al comienzo de su intervención, He se disculpó por haber dado a conocer su experimento sin avisar previamente a los organizadores de la Segunda Cumbre de Edición de Genoma Humano, que se celebra esta semana en la excolonia británica. Como justificación, aseguró haber enviado el artículo con los datos de la prueba a una revista científica, aunque no mencionó el nombre de la publicación. En un discurso repleto de vacíos de información, no identificó a los supuestos científicos consultados en las diferentes etapas de la investigación ni dio detalles sobre el supuesto seguimiento ético que debería haber llevado a cabo en cada fase según las normas éticas que adoptan los miembros de su profesión.
“Solo ha dado rasgos generales porque sabe que ha obviado las buenas prácticas en cualquier ensayo”, aseguró a este diario la experta en bioética María de Jesús Medina Arellano, de la Universidad de México y una de las participantes en el congreso científico en Hong Kong. “Busca reconocimiento”, añadió.
El genetista, formado en las universidades estadounidenses de Rice y Stanford, sorprendió el lunes al mundo al anunciar el nacimiento, hace “algunas semanas” de Nana y Lulu, dos gemelas chinas a las que se les modificó el gen CCR5, que el virus del sida utiliza como puerta para atacar el sistema inmunológico humano. He aclaró que, tras la decisión de una pareja de retirarse del proyecto, trabajó con otras siete en las que el varón era portador del virus del sida y la mujer no. Según dijo, tras lograr la gestación con éxito de los embriones en “Grace”, la madre de las gemelas, utilizó once embriones en seis intentos de implantación. Ahora asegura que las niñas se encuentran en perfecto estado de salud, en su casa, y su experimento no ha provocado ninguna mutación no deseada. “Me siento orgulloso. Me siento aún más orgulloso porque el padre (de las niñas gemelas) pensó que había perdido la esperanza en su vida”, indicó.
Aferrándose a la idea de que su método “puede ser la única manera de curar alguna enfermedad”, el investigador, que dijo haber autofinanciado su trabajo y rechazó cualquier implicación de su compañía, insistió en que “si la tecnología está disponible, podemos ayudar a la gente que lo necesita”.
Con estas declaraciones dejó entrever su postura tras haber llevado a cabo una investigación -aún en secreto- que puede potencialmente ayudar a evitar enfermedades hereditarias al eliminar o cambiar la codificación problemática en los embriones. Sin embargo, la falta de conocimiento sobre el daño que podría causar no solo al individuo sino también a las generaciones futuras la modificación de esos embriones, ha sido el detonante de las críticas llegadas de científicos de diferentes partes del globo.
Incluido el Premio Nobel de Fisiología David Baltimore, uno de los organizadores del congreso en Hong Kong, tomó la palabra tras el discurso de He para lamentar que haber procedido de esta manera es “irresponsable”. “No creo que haya sido un proceso transparente. Solo lo hemos sabido después de que sucediera y los niños nacieran”, afirmó para asegurar que mañana habría una declaración formal por parte de la organización.
De la misma forma, un grupo de 122 científicos chinos firmaron una carta de repulsa, en la que califican el experimento de “locura”, y se lamentan de la mancha que He ha echado sobre la reputación de la investigación en ese país. Y más. Las autoridades científicas ordenaron la apertura de una investigación sobre las pruebas dirigidas por He, la Universidad del Sur de Ciencia y Tecnología en la que trabajaba como profesor asociado, se distanció de él al apuntar que se encuentra en excedencia desde febrero e incluso el hospital con el que He había supuestamente colaborado denunció una posible falsificación de firmas.
Pese al escándalo y la lluvia de críticas alrededor de su anuncio, He defendió su experimento y aseguró que vigilaría a las dos recién nacidas durante los próximos 18 años y si era posible y las niñas accedían, también después. La discriminación que sufren los portadores del virus del sida-estigmatizados en China- y la prevalencia de esta enfermedad en diferentes partes del mundo, fueron las razones que, según explicó, le empujaron a llevar a cabo un experimento que en palabras de Medina no debería haber ocurrido. “Tiene que haber consecuencias ejemplares para que no vuelva a suceder”, aseguró la experta.
Pero la caja de Pandora ya está abierta y es probable que haya otro bebé modificado genéticamente en camino. A la espera de conocer cuál será la postura que tome la comunidad científica tras el experimento, He lo tiene claro. “Si mi hijo pudiera tenerlo (el virus del sida), también lo hubiera hecho con él”, concluyó antes de marcharse por la puerta de atrás.