Paso el día como si nada

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Recostada sobre un sofá de diseño postmodernista observo las luces de la ciudad que se pierden en el humo de dióxido de carbono. Esto días la temperatura promedio es de más de cuarenta grados. Calor que provoca nauseas. Un mate de manzanilla debería resolver mi malestar. No estoy muy segura.  Acurrucada medito eligiendo entre dos opciones: una serie de televisión que en sus primeros quince minutos ya tiene algo de diez cadáveres o el paisaje CO2.

Todos los que hoy en día ostentan sus títulos de nobleza en Inglaterra y Estados Unidos en realidad son los descendientes de los  especuladores de guerra.  Las fortunas más grandes de estas dos economías fueron acumuladas de manera poco honrosa. Cada país según sus necesidades, tamaño y recursos. Estamos rodeados por hipócritas. En todas partes y en todo lugar. Ni siquiera se ocultan. Lo que alguna vez fue vergonzoso hoy en día lleva la bandera del éxito. Claro que antes también fue parte de la vida estas sinvergüenzuras. Muchos libros nos hablan de eso. Judas traicionó a Cristo por diez monedas de oro y vino a cenar con él como si nada.

Paso el día como si nada II

En las noticias cuentan: Dicen que es médico y que lo llaman Daniel Fas. Quiere venir a Serbia a curar nuestra gente de cáncer. A costa de nuestro sistema de salud. Traería, dicen, aparatos de última generación. Nuestro fondo de sistema de seguro estatal pagaría las máquinas y los medicamentos. Claro que sería fácil para Mister Fas. Sabe él muy bien qué clase de bombas dónde y cómo fueron tiradas desde los aviones de la OTAN sobre nuestro territorio serbio. Ahora Mister Fas necesita a los infelices enfermos de cáncer para hacer sus experimentos.  Es más barato hacer experimentos en serbios que en los primates. Además, los monos gozan de protección de los medioambientalistas. Los serbios no tienen ese privilegio. Miter Fas trae aparatos, nosotros pagamos los gastos; él se lleva los resultados. Los va necesitar para bombardear algún otro pueblo.

Paso el día como si nada III

No estoy muy segura si mi malestar pasó gracias a una infusión de manzanilla o por el cariño de mi gente. Las dos cosas juntas. Vuelve el calor y el dióxido de carbono desaparece. De nuevo la vista puede reposar sobre las luces de la ciudad.

“No maten a los artistas”, reza un eslogan que trata de vender algún producto gelatinoso que se supone ayudará en la belleza de la mujer. Me hace recordar la película de François Truffaut, cineasta francés. No maten al pianista, y la forma poética con la que solía mostrar la muerte en sus obras maestras. Muchos años después apareció Tarantino y las escenas de sangre se han convertido en burla.

La vida misma es como una sátira y da risa. En la pantalla así como en la vida misma se glorifica el desequilibrio y los asesinatos en masa. En algún estudio oculto las mentes primitivas desarrollan estrategias políticas para formar asesinos en serie. Despertarse cada día y respirar el aire con sonrisa se ha convertido en una verdadera hazaña. Se nos enseña la felicidad desde una pantalla. El dióxido de carbono reemplaza nuestro oxígeno. Paso el día como si nada.