Friedrich Kellner, el alemán que llevaba un diario secreto documentando las atrocidades de la Alemania nazi
“Gutenberg, este libro maligno ha violado tu imprenta”, gritaba el alemán Friedrich Kellner en eventos políticos en la década de los 20 del siglo pasado.
Mientras lo hacía, sostenía en alto el libro escrito por Adolfo Hitler, Mein Kampf, en donde hablaba de su ideología y su postura antisemita.
En ese entonces no tenía ni idea de que, muchas décadas después, su nieto haría público el diario que secretamente escribió documentando las atrocidades cometidas en la Alemania nazi.
En él afirmaba que, desde el principio, sus compatriotas sabían qué era lo que hacía Hitler y cuáles eran sus intenciones.
Decía que todo se publicaba en los periódicos alemanes.
Desde el inicio de la guerra, Kellner empezó a registrar lo que ocurría.
En octubre de 1941 escribió en su diario el recuento de un soldado que daba cuenta del asesinato de mujeres y hombres judíos en Polonia, poco después de la invasión alemana.
Los obligaron a pararse desnudos en frente de una profunda zanja y les dispararon en la parte de atrás de la cabeza.
“No hay castigo suficientemente fuerte que pueda aplicarse a las bestias nazis. 99% de los alemanes tienen la culpa de esta situación, directa o indirectamente”, afirmó entonces.
Documentación de atrocidades
Kellner estaba convencido de que esto pasaba porque los judíos eran más inteligentes que los alemanes.
Hablaba de jueces, abogados y médicos con posturas antisemitas impulsadas por celos profesionales.
Dos meses después, reportó que se estaban llevando a los judíos del país. No sabía a dónde, pero estaba seguro que los iban a matar.
“Estas atrocidades nunca se podrán borrar del libro de la humanidad”, escribió en septiembre de 1942.
Se refirió a cómo algunos hospitales se transformaron en “centros de asesinatos”, en donde los médicos tenían que adherirse a la ideología nazi y matar a sus pacientes en vez de salvarlos.
También documentó cómo la Gestapo, la policía política nazi, actuó con una “brutalidad despiadada“.
Habló sobre el “Tribunal de la Gente”, que emitía sentencias de muerte si descubrían a personas escuchando estaciones de radio internacionales, si recogían panfletos lanzados por los aliados y no los entregaban a la policía, si almacenaban alimentos o si criticaban la guerra.
“Se le debería desaparecer”
Kellner nació en Alemania en 1885. Tras graduarse en la secundaria empezó a trabajar en el sistema judicial del imperio alemán.
También participó en la Primera Guerra Mundial hasta que fue herido por los fragmentos de un proyectil. En su tiempo libre hacía campaña por el Partido Social Demócrata.
En 1929 empezó a trabajar en un tribunal en Laubach, en el centro de Alemania, cuyo juez principal apoyaba la causa nazi. Pese a eso, Kellner se negó a unirse al partido nazi, lo que lo puso bajo sospecha.
“Se le debería desaparecer”, escribió el líder de un grupo nazi local.
A principios de 1940, fue interrogado dos veces por su postura política.
Su esposa, Pauline, también estaba bajo la lupa de la policía secreta nazi.
El diario que llevaba Kellner era un riesgo para ambos, podían detenerlos, acusarlos de traidores y ejecutarlos.
Pese a eso, Pauline intentaba, a toda costa, no hacer el saludo nazi. También se negó en innumerables ocasiones a unirse a grupos nazis pese a la presión que recibía.
La pareja tenía un hijo, Fred, a quien enviaron a Estados Unidos en 1935 para tratar de protegerlo de la propaganda nazi.
Frustración
En su diario, Kellner también criticaba el proceder de los aliados. No entendía cómo no habían detenido a Hitler cuando empezó a armar a Alemania, violando así el Tratado de Versalles.
Tampoco cómo Francia “observaba con calma” mientras su enemigo se volvía cada vez más poderoso o cómo Inglaterra no actuaba decisivamente e involucraba a su ejército.
Preferían, en cambio, lanzar panfletos.
Decía que se comportaban como si no hubiera una guerra, incluso después de que Alemania invadió a Polonia.
Cuando la guerra se terminó, Kellner se convirtió en el primer concejal y alcalde encargado de Laubach, jugando un papel muy importante en la remoción de funcionarios públicos y profesionales que pertenecían al partido nazi.
También ayudó en la reconstrucción del Partido Social Demócrata local, convirtiéndose en su presidente.
Mentiras
En abril de 1946, Fred, el hijo de Kellner y su esposa, apareció en Laubach vistiendo un traje militar del ejército estadounidense.
La pareja nunca llegó a saber lo que hizo su hijo en EE.UU.
En Nueva York se asoció con miembros de un grupo local que apoyaba al nazismo, por lo que el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) abrió un expediente en su contra.
Fred no les contó eso. Tampoco que se le pidió que se uniera al ejército para probar su lealtad. O que había abandonado a su esposa.
Con el paso del tiempo, Fred empezó a tener problemas mentales, y a los 37 años se suicidó.
Algunos años después de eso, el nieto de la pareja, Robert, llegó a Laubach con una fotografía de Fred, su padre, en el bolsillo.
Y en los 10 años que transcurrieron desde ese momento hasta la muerte de Friedrich y Pauline, los tres se dedicaron a organizar el diario que primero se publicó en alemán y, en 2018, en inglés.
(*) Este texto es una adaptación del escrito por Robert Scott Kellner, nieto de Friedrich Kellner y editor