Hollywood y todo Estados Unidos entraron en conmoción el 9 de agosto de 1969 con el brutal asesinato de Sharon Tate, el hecho influyó a toda una generación y se ve reflejado en Once Upon A Time in Hollywood (2019), la última película dirigida por Quentin Tarantino, y protagonizada por Leonardo Di Caprio y Brad Pitt.
La década de los 60 se acercaba a su fin. El hombre había llegado a la luna. Estados Unidos se enfrentaba con Vietnam en una guerra colonialista. Marthin Luther King había sido asesinado. Los Beatles se separaban. Janis Joplin entonaba Summertime, como la hija huérfana de la posguerra. Y Woodstock se celebró.
La contracultura se levantaba como un cántico de protesta contra la comodidad burguesa. Los hippies predicaban paz y amor como en los tiempos del cristianismo. Fabricaban sus propias prendas de vestir, alimentos y viviendas improvisadas, lejos del mundanal sonido de las máquinas de coser y de la guerra. Sonaba por entonces la cítara de Ravi Shankar como un mantra de felicidad.
A un tiempo en que, el LSD, la meditación trascendental y las prácticas religiosas de medio oriente modificaban los hábitos de esta juventud estadounidense. Una generación de protesta que renegaba de sus padres, del trabajo, de la acumulación del capital y de la hipocresía moral de su sociedad. Una juventud que abandonaba el nido familiar consumista con lecturas de Karl Marx, Mao y el Che Guevara, para salir a las calles a cantar canciones de Joan Baez, a soñar con una sociedad justa y fumar la pipa de la paz.
En los barrios de Hiaight Ashbury, por entonces, un personaje empezaba a trascender. Portaba una guitarra, composiciones musicales. Era un antisocial de barba y melena, que asumía la apariencia y el rol bondadoso de un Jesucristo de los suburbios. Para cuando Manson llegó a San Francisco, la escena hippie era decadente. Traficantes merodeaban los alrededores, muchachas con flores en la cabeza se prostituían a yuppies, empresarios de la zona, para pagar sus vicios. Mientras que algunas de ellas, eran víctimas de violaciones colectivas, por estar sumidas en el LSD.
Charles Manson sabía cómo tomar la apariencia de lo que los jóvenes perdidos necesitaban escuchar en ese momento.
Un Mesías que los salvara de su orfandad cultural y familiar, tomaba la piel de un maestro. Como un nazareno de los 60, congregaba a espectadores a sus pequeños conciertos callejeros, donde predicaba el advenimiento de una nueva era, mientras sus extasiados seguidores fumaban hierba. Desde San Francisco hasta los Ángeles, fue realizando gradualmente su peregrinaje, para encontrar soldados que siguieran su prédica.
Hijo de una prostituta adolescente, y dueño de una elocuencia natural, fue ganando discípulos gracias a sus diatribas y discursos contra del sistema, a favor del amor y la paz. Se había formado con estafadores y delincuentes, en un pasado turbulento de abusos y violaciones. Como el mejor mentiroso, fue endulzando los oídos de las almas perdidas, con la promesa de entrar al reino del patchouli, lejos de la banalidad del capital. Fue convirtiéndose poco a poco en mentor de jóvenes descarriados, y desertores familiares, hasta formar su “Sagrada Familia”. Como el “pescador de almas”, Manson los rescató de la calle, y del dolor familiar Él era la perfecta combinación de rebelión y carisma. El odio que adolescentes rezagados necesitaban para vengarse de sus padres y de las instituciones que los habían reprimido, desde niños. Padres que solo buscaban controlar su destino, los habían expulsado de casa, por no obedecer a sus planes. Bastaba que Manson los encontrase indefensos en algún boulevard o pasaje, para llevarlos en su autobús escolar, de color negro. Su olfato para detectar espíritus vulnerables era tan grande, que logró reclutar a un clan de mujeres atractivas de clase media con desequilibrios mentales. Víctimas de acoso escolar, represión familiar o abusos sexuales eran las Marías Magdalenas del Mesías resentido, al igual que un grupo reducido de hombres. “Estos son los hijos que ustedes echaron y yo soy quién los ha acogido”, diría más adelante orgulloso en una entrevista, al elogiar su labor de líder. Entre tanto, en uno de los barrios más residenciales de Hollywood Hills, 10050 Cielo Drive, en la residencia alquilada del productor musical, Henry Milch, vivía una de las actrices más deseadas y bellas del espectáculo. Una modelo y ex reina de belleza que apenas había participado en ocho películas y tres series de televisión. Su debut había llegado con “Barrabás”, aunque su nombre alcanzaría recién reconocimiento con “El ojo del Diablo”, una cinta de terror satánico. No obstante, sus films más recordados serían: “El baile de los vampiros”, y “El Valle de las muñecas”, por la que fue nominada a un Globo de Oro.
Sharon Tate, junto a su esposo Roman Polansky, un director europeo, vivía un matrimonio sin restricciones sexuales. Aunque, no se encontraba alejada del dolor de las jóvenes de “La Sagrada familia”. Había crecido como la hija de un matrimonio católico estricto. La belleza sureña había sido educada sólo para ser impecable y perfecta. Solo su impactante aspecto la llevaría por lugares diferentes, al posar a los 16 años para la portada de la revista Barras y Estrellas del ejército, y realizar comerciales publicitarios. Al igual que los jóvenes hippies, había padecido maltrato familiar, por lo que siempre anhelo una vida mejor. Gloria que solo empezaba a saborear recién con el cine. Tate vivía su momento de redención, drogas y rock and roll, solo que, con champagne, comida gourmet, baños de espuma, viajes costosos, y glamour, por sus papeles de femme fatale en Hollywood. Además de ser el sueño de todo hombre, tras haber posado en Playboy de 1967.
Junto a Polanski, Tate llevaba una relación abierta donde los tríos, los encuentros colectivos y fortuitos, alimentaban la llama del amor, desde su unión poco usual en 1968, en la Mansión Playboy. El director polaco, que había padecido en su pasado privación, hambre y terror en un gueto en Cracovia, empezaba a vivir su sueño americano de ser artista consagrado, tras el rotundo éxito del El Bebé de Rosmary o La Semilla del Diablo, junto a Mia Farrow y John Cassavettes. Se había convertido en el realizador con el que todo actor quería trabajar, además de resultar rentable para los estudios de Hollywood. No obstante, a su taquillero éxito le siguieron amenazas anónimas de muerte, así como la oferta de guiones sobre ocultismo y brujería. Su matrimonio con Tate alimentaba a la vez el morbo de la prensa, al ser considerado satánico.
El estilo de vida de la pareja no estaba lejos de perseguir la utopía hippie. Fumaban marihuana, probaban drogas psicodélicas, hacían orgías, y realizaban constantes viajes, con amigos y uno que otro oportunista. Sólo que ambos eran hippies con privilegios. Eso los diferenciaba de los hippies vagabundos que se encontraban a pocos pasos de su tragedia, en la “Sagrada Familia”.
Sharon Tate se hallaba en preparativos para una cena, mientras su marido estaba en Europa. El 9 de agosto de 1969, lo que sería un encuentro de amigos se convirtió en un baño de sangre, donde la actriz, embarazada por entonces de 7 meses, sería víctima de un ataque brutal, propiciado por Susan Atkins y Patricia Krewinkel, seguidoras de “La Sagrada Familia”.
De pronto el sueño Hippie se convirtió en una pesadilla. Una guerra de los pobres contra los ricos. De las chicas sin suerte contra las que tienen estrella, se desató en un campo de batalla. La fantasía de paz y amor, era ahora sanguinaria, ejecutada por hippies que morían de hambre en las calles, al abastecerse de contenedores en los supermercados, drogas ácidas, robar autos y asaltar propiedades millonarias. Bajo las órdenes de Manson, Peter Watson, Linda Kasabian, Patricia Krewinkel y Susan Atkins entraron a la vivienda y asesinaron a la mujer de Polansky, junto a Abigail Folger, Wojciech Frykowsky, Jay Sebring y Steven Parent. Atkins y Krewinkel sostuvieron de los brazos a Tate, para dar oportunidad a Watson de que la apuñalara en el vientre 16 veces.
Acto seguido, los perpetradores de “La Sagrada Familia” pintaron en las paredes; “Pig”, al hacer mención al bebé no nato de Sharon Tate. Días después, se descubrió al actor intelectual de la operación y a sus secuaces, al ser Manson condenado a cadena perpetua, junto a sus adeptos, que recibieron penas semejantes, sin dejar de mostrar actitudes excéntricas, desafiantes y burlonas durante los juicios. Más adelante, se sabría que habían cometido más asesinatos en la zona, contra familias pudientes, como el homicidio de Ted Labianca.
El resentimiento que Manson sentía por haber sido un músico rechazado por el productor Henry Milch, en cuya vivienda residía Tate, lo llevó a descargar su frustración contra una élite de empresarios que gobernaba el entretenimiento.
Pensando que Milch se encontraría en su propiedad, orquestó el plan, sin participar en él. Masacre que lo convertiría en casi una estrella de rock, al posar con los ojos desorbitados y vacíos en la portada de la Revista Life, tras su detención. Ícono de la cultura pop que hasta hoy tiene adeptos, sería además controversial por su discurso fascista cristiano, al planear esta serie de atentados, como el inicio de lo que sería una guerra racial en Estados Unidos. Manson falleció a los 83 años en 19 de noviembre de 2017, logró grabar un disco en la cárcel, donde demostró talento, pese a ser un sociópata.
La obsesión de Hollywood por el mito de Tate 50 años después, la novia de Hollywood sigue cautivando la imaginación de los jóvenes directores.
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Infinidad de cintas y documentales reprodujeron en algún momento el fatídico acontecimiento. Aunque, en 2019, esas películas diferentes se fueron preparando, en homenaje a la actriz. Protagonizada por Hilary Duff, “The Haunting of Sharon Tate”, causó controversia desde la salida de su trailer, por mostrar además a la actriz fallecida, como una mujer que tiene premoniciones sobre su muerte, después de que un hombre llamado Charles tocara su puerta. A los ojos de las hermanas de Tate, la cinta es una farsa y resulta ofensiva para la memoria de la actriz. “Once upon in Hollywood” de Quentin Tarantino, protagonizada por Margot Robbie, es quizá la que mejor ilustra la época. La cinta si bien no se centra tanto en el asesinato, muestra más bien la vida de un actor desempleado, haciendo lo posible por recuperar su carrera en Hollywood. Cuenta a la vez, con la participación de Leonardo Di Caprio y Brad Pitt.
Tate, protagonizada por Kate Bosworth, sí recibió el completo apoyo de la familia de Tate, pues se encarga de mostrar los logros y aciertos en la carrera de la actriz, más que el fatídico incidente del 9 de agosto en la mansión de los Polansky.
Este artículo fue publicado por primera vez el 8 de agosto de 2019 por la Revista dat0s
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