Snowden, Manning y Greenwald, trio de la misma trama

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El ministro de justicia de Brasil Sergio Moro se ha convertido en una amenaza que pone en juego la imparcialidad de la investigación por la que el expresidente Lula está detenido hace más de un año

 

Los lectores se acordarán de Edward Snowden, el norteamericano de filón hacker que en 2013 invadió los correos de la inteligencia norteamericana haciendo públicos documentos de secretos. Junto a Snowden operaba el ex soldado del Ejército de los Estados Unidos Chelsea Manning. Mientras Snowden se ocultó en Rusia para evitar su extradición, Manning fue detenido y enviado a una cárcel de alta seguridad en EEUU acusado de traición a la patria. El militar cambió de sexo en la cárcel y hasta contrajo nupcias para hacer más llevadero su encierro.

Cuando el avión del presidente Morales volvía en junio de 2013 de un viaje por Europa, fue detenido en el aeropuerto de Viena; la nave requisada por la sospecha de que Snowden viajaba en el avión presidencial del boliviano. Fue una especulación y un gran susto para la delegación oficial.

Empero, Snowden y Manning no actuaban solos, otro de sus compañeros de filón, el también norteamericano Gleen Greenwald, vehemente periodista que coadyuvó en la investigación de inteligencia, decidió mudarse a Brasil con un par de millón de dólares, facilitados por su amigo Pierre Omidyar, multimillonario estadounidense que fundó eBay. El compromiso: un nuevo sitio de noticias en línea a la cabeza de Greewald en sintonía con la libertad de expresión y los derechos humanos. El periodista anunció que promovería una escuela de periodismo digital e invitó a desarrollar proyectos con financiamiento de su organización en esencia para seguir expandiendo y publicando sus investigaciones. En Brasil, Greenwald conoció a David Miranda, rapaz de origen africano, huérfano que deambulaba ganándose la vida por las playas de Copacabana. Miranda flechó a Greenwald y poco después estaban viviendo juntos en una mansión de Rio de Janeiro. La vida para ambos era muy feliz. Miranda se convirtió en un activo miembro socialista del concejo de Río de Janeiro. En 2018 postuló a un puesto para el Congreso bajo el ala de organizaciones GLTB. Miranda logró el curul, pero hasta ahí había establecido una pésima relación con el actual mandatario brasileño Jair Bolsonaro. O sea, el resultado de las elecciones le cayó a la pareja interracial como una patada en el hígado.

En agosto de 2013 Miranda fue detenido nueve horas en Londres por funcionarios e informado de que debía ser interrogado bajo el artículo 7 de la ley antiterrorista de 2000. Finalmente, las autoridades inglesas lo dejaron abordar el avión que lo devolvía a Rio de Janeiro, sin cargos para detenerlo. Ya desde entonces la pareja se encuentra en la línea de combate. En junio, la organización noticiosa de Greenwald publicó informes que indicaban que el principal oponente de Bolsonaro en la contienda fue encarcelado de manera indebida tan solo seis meses antes de la elección. Esa denuncia, planteó serias preguntas sobre la legitimidad de la victoria de Bolsonaro y puso en tela de juicio la entereza de las instituciones democráticas de Brasil.

Ahora, Greenwald y Miranda, están siendo atacados por Bolsonaro y sus aliados. Han enfrentado amenazas de muerte y hasta se comenta que la policía investiga las finanzas de Greenwald. Los funcionarios del Gobierno del presidente Bolsonaro no han confirmado ni negado el informe, pero la insinuación de que Greenwald es blanco del Estado debido a sus informes noticiosos ha detonado protestas en torno a la libertad de prensa en Brasil.

The Intercept Brasil

El sitio de noticias The Intercept Brasil, una organización noticiosa cofundada por Greenwald, puso en duda la integridad de una amplia investigación sobre corrupción en la que se vieron involucrados algunos de los personajes más poderosos de la élite política y comercial de Brasil. Entre ellos, el expresidente de izquierda Lula da Silva, a quien encarcelaron y evitaron que participara en una contienda presidencial ampliamente favorable para el exmandatario. El hombre que presidió esa investigación, el juez federal Sérgio Moro, se convirtió en una suerte de héroe del pueblo para muchos brasileños hartos de la corrupción y la violencia. Moro, más tarde nominado por Bolsonaro para ser ministro de Justicia, se convirtió en uno de los miembros más populares de su gabinete. Sin embargo, un archivo masivo de conversaciones privadas entre miembros del sistema judicial involucrados en la extensa investigación sobre corrupción, obtenido por The Intercept Brasil, contiene comunicaciones en las que Moro parece cruzar límites éticos y legales en el encarcelamiento contra Lula. Los intercambios muestran que Moro proporcionó asesoría estratégica a los fiscales y les facilitó una pista de la investigación. Según la ley brasileña, los jueces deben ser árbitros imparciales. “Soy un gran defensor de la libertad de prensa, pero esta campaña en contra de la operación Lava Jato y a favor de la corrupción raya en lo ridículo”, comentó Moro mediante un comunicado, refiriéndose al nombre de ese escándalo de corrupción. El flujo constante de artículos de The Intercept Brasil ha provocado que la gente haga llamados a favor de la renuncia de Moro y ha hecho que Greenwald, de 52 años, sea el principal receptor de los elogios y la furia de quienes se encuentran en los dos extremos de la división política de Brasil. El escándalo también se ha convertido en la primera prueba de resistencia para las instituciones democráticas de Brasil bajo el liderazgo de un presidente que ha pasado gran parte de su carrera política hablando mal de la democracia y alabando el periodo de la dictadura militar en Brasil que terminó en 1985. “Hay una gran pregunta acerca de qué tipo de país será Brasil”, dijo Greenwald durante una entrevista reciente en su casa muy bien vigilada en Río de Janeiro. “¿Será un país con instituciones democráticas funcionales o se convertirá en el Estado represor que Bolsonaro anhela y desea?”.

El destino de los hackers que algún día se ilusionaron con filtrar los datos de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos (NSA, en sus siglas inglesas) y habían resuelto un futuro tecnológico promisor, se encuentran bajo las cuerdas de actitudes siniestras que no han dejado de operar desde el extremo de los opuestos.