Hoy en día cualquier persona que se quiera dedicar a la ciencia tiene que saber inglés.
Esta lengua se ha convertido en una suerte de idioma universal de la academia científica que le permite a investigadores de todas partes del mundo compartir ideas, descubrimientos y opiniones.
Sin embargo, esto no fue siempre así. Muchos textos científicos fundamentales de hace 100 o más años están escritos en alemán, ruso, japonés o chino, entre otras lenguas.
Philip Ball, físico, químico y divulgador científico británico de unos cincuenta y tantos años recuerda como, en sus años de estudiante, por ejemplo, sus profesores le recomendaban aprender alemán.
¿Cuándo fue entonces que el inglés se convirtió en la lengua de la ciencia por excelencia? ¿Y qué propició este cambio?
Boicot
Según le explicó a la BBC Michael Gordin, historiador de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, “hacia los años 50, el inglés representaba cerca del 50% de los textos publicados en ciencias naturales (Rusia ocupaba el segundo puesto con cerca del 20%)”.
“Pero fue recién en los años 70 que el inglés despegó como idioma de la ciencia y que se vio un retroceso marcado de los textos en ruso, francés y chino hasta el punto en que hoy, aproximadamente más del 90% de las publicaciones de elite de ciencias naturales son en inglés”.
Desde 1880 -fecha a partir de la cual hay disponible datos fiables-, si analizamos las publicaciones científicas, veremos que cerca de un tercio era en inglés, otro tercio en francés y otro en alemán.
Pero este equilibrio “empezó a desestabilizarse a comienzos del siglo XX y se empezó a ver una caída del francés, un crecimiento leve del inglés (…) y una rápida expansión del alemán “, señala Gordin.
“Si yo hubiese dicho en 1900 que habría una lengua sola para la ciencia en el año 2000, la gente se habría reído primero, y después habría apostado a que sería el alemán”, dice el historiador.
“La pregunta ahora no es tanto qué paso con el inglés, sino qué pasó con el alemán”, apunta Gordin.
“El alemán sufrió una serie de transformaciones -que no pueden describirse sino como catastróficas respecto a su posición dentro de la ciencia- que comienzan con la I Guerra Mundial, por los poderosos antagonismos nacionales que surgen (…) y el boicot iniciado por los franceses, los belgas, los estadounidenses y los británicos contra los académicos alemanas y austriacos”.
Eso, continúa el historiador, significó un duro golpe para el idioma alemán ya que menos personas publicaron en esas revistas si no eran hablantes nativos de esos idiomas, y menos gente eligió leer esas publicaciones.
Alemania luego comenzó recuperarse, hasta que se estableció el nazismo en 1933.
El alemán pierde su lugar
Las llegada de los nazis tuvo un doble efecto.
Por un lado, muchos científicos -sobre todo físicos (la mayoría judíos, socialistas o científicos que por otros motivos no quisieron quedarse allí)- emigraron del país.
“Eso significó que muchos científicos que eran la elite de la elite se fueron a Reino Unido o EE.UU. y por ello acabaron hablando inglés”, comenta Gordin.
Pero también contribuyó al declive del alemán en la ciencia las restricciones a las visas que impuso el régimen nazi, que hicieron que llegaran al país menos estudiantes.
Todos estos factores hicieron que se “quebraran una serie de redes interconectadas entre los académicos, que si bien se reconstruyeron tras la II Guerra Mundial, lo hicieron esta vez centradas en Nueva York, San Francisco, Boston, Princeton, y no alrededor de Frankfurt, Colonia o Viena”, dice el investigador.
Desventajas
Una lengua común facilita, sin duda, la comunicación entre científicos de distintos países.
Pero también, tiene sus desventajas.
“Por un lado se pierde la riqueza de los registros por un hablante nativo”, dice Gordin, en referencia a la necesidad de simplificar la lengua para facilitar y agilizar la comunicación, y hacer que sea más fácil de escribir para un no nativo.
Por otro, hay mucha gente en el mundo con un potencial inmenso que estudia ciencia, pero queda rezagada o fuera de la carrera por las dificultades idiomáticas.
“A medida que avanzan en su campo, el inglés se vuelve más importante: lo necesitan para entender textos avanzados, para conferencias. Y, en cierto momento, alguien que puede ser muy talentoso en el ámbito de la ciencia, puede tener que abandonar la carrera porque no es tan talentoso desde el punto de vista lingüístico para lidiar con el idioma”, afirma el historiador.
¿Español en el futuro?
Así como el alemán o el francés perdieron su lugar en la ciencia, el inglés tampoco tiene garantizado su reinado.
Según Gordin, en el futuro cercano es difícil imaginar que otra lengua desplace al inglés.
“Pero en el largo plazo, la tendencia de la historia siempre es al cambio”.
“No creo que el inglés sea reemplazado por un solo idioma en los próximos 150 años, pero es más probable que regresemos al modelo del siglo XIX, en el que había tres idiomas”, especula el historiador.
“Y, los idiomas que me puedo imaginar, son probablemente todavía el inglés, algo así como el mandarín y quizá el español o portugués“.