Para combatir los incendios de septiembre de 2019 en el departamento de Santa Cruz el Gobierno alquiló un avión especializado en apagar el fuego. El diálogo con el encargado de la nave Craig Duncan.
Duncan se considera boliviano. Ha trabajado en minería y ama Bolivia. Le gusta su gente. “Cuando salimos por las calles nos abrazan, nos agradecen y nos apoyan. Hay mucha fe y esperanza en nuestro trabajo”, dice tomando una limonada fría en uno de los comedores del Hotel Marriott de Santa Cruz, donde se aloja la tripulación del Supertanker, la nave llegada del cielo, contratada por el Gobierno para ayudar a apagar los incendios del Bosque Chiquitano. Una noche antes intercambiamos un par de palabras con la tripulación de esta gigantesca nave que en condiciones normales alcanza una altura de 40.000 pies de altura y desciende hasta los 200 arrojando agua con componentes químicos para apagar incendios.
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Los tripulantes del SuperTanker -15 en total- están rodeados de botellas pet de Coca Cola, agua y sushis sobre la mesa. “Hay que tener una vida muy disciplinada para manejar este tipo de avión”, nos explica Ducan. Él es una especie de jefe administrativo del súper avión. Coordina las acciones y los vuelos con las autoridades nacionales y con los uniformados.
Durante su estancia en Bolivia ha viajado varias veces a La Paz a informar del trabajo al centro del poder político y vuelve al complejo de operaciones donde se han montado los campamentos militares que apoyan en las tareas de logística para apagar el imponente fuego. “Craig es el responsable en la organización de briefing´s y asuntos de prensa”, comentan los tripulantes de la nave. Craig explica que la idea de comprar este avión surgió de un amigo dueño de un fondo de inversión en los Estados Unidos. “Él quería comprar un avión para apagar incendios”, cuenta. “Hay una larga lista de hogueras por todo lado a lo largo del mundo. Israel, California, Chile, cualquier rato se activan incendios en cualquier parte y allí estamos”.
Craig Duncan cuenta a dat0s la capacidad profesional de la tripulación, su experiencia, la concentración de los pilotos que tienen encima más de 20.000 horas de vuelo. Sobre el incendio que está arrasando millones de hectáreas en Santa Cruz comenta: “Se ha logrado un buen avance, pero los incendios se avivan en varios sectores por la falta de un trabajo adecuado en tierra. Se requieren esfuerzos muy grandes sobre el terreno. Ningún país está preparado para enfrentar estos desastres. Hay mucha voluntad por parte del ejército y en los voluntarios civiles, pero tenemos problemas con el idioma. Los vuelos del Supertanker no son intuitivos, trabajamos directamente con un avión pequeño que debe ir abriendo el paso para identificar los puntos críticos y esa labor se complica por falta de instrumentos y comunicación”.
“No se puede trabajar con señales en pleno auge de la tecnología”, levanta las manos al cielo como dejándose disparar desprevenidamente. “El Supertanker es un avión único en su estilo. Puede llegar a arrojar 70.000 litros de agua a una velocidad de 600 millas por hora, pero a veces los incendios en los bosques son incontrolables. En promedio el Supertanker vuela unas 5 veces al día, pero sin suficiente personal en tierra y con escasa infraestructura de apoyo, estamos rezando que llueva”.
La presente nota fue publicada en la edición 225 de dat0s de septiembre de 2019. Entonces miles de brigadistas, jóvenes sobre todo desafiando el peligro marcharon a la Chiquitania para contener el lastre que dejaba a su paso la intensidad del fuego.