La inmunidad de rebaño es una peligrosa falacia sin respaldo científico

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Foto: Infobae

La inmunidad de rebaño, que consiste en dejar que la población se infecte libremente para que desarrolle protección de forma natural, es “una falacia peligrosa sin evidencia científica”. De esta forma contundente se ha expresado un grupo de 80 científicos en una carta abierta en la publicación científica The Lancet ante la proliferación de teorías que defienden esta estrategia frente al coronavirus. Los investigadores advierten de que la ausencia de medidas de control aumentaría la mortalidad en toda la población, afectaría a la economía de forma irreversible, prolongaría la epidemia y colapsaría todos los sistemas sanitarios. La jefa científica de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Soumya Swaminathan, calcula que el 1% de la población mundial (77 millones de personas) moriría con una medida como la inmunidad natural de rebaño.

La estrategia de dejar la libre infección cobró fuerza tras una propuesta, denominada La Declaración de Great Barrington, firmada por tres epidemiólogos de las universidades de Harvard, Oxford y Stanford: Martin Kulldorff, Sunetra Gupta y Jay Bhattacharya. Su idea es “permitir a aquellos que están bajo un mínimo riesgo de muerte, vivir sus vidas con normalidad para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural, mientras se protege mejor a aquellos que se encuentran en mayor riesgo”. “Esto lo llamamos protección enfocada”, afirman los tres firmantes.

La propuesta ha generado numerosas adhesiones, pero también la respuesta inmediata de la OMS y de la comunidad científica, que ha terminado por responder a través de los 80 firmantes de la carta en The Lancet y donde replican, de entrada, que “la proporción de personas vulnerables constituye hasta el 30% de la población en algunas regiones”.

“Cualquier estrategia de gestión de la pandemia que dependa de la inmunidad de las infecciones naturales por coronavirus es errónea”, señalan los científicos. Según afirman, la transmisión incontrolada en las personas más jóvenes (a las que se le supone un menor riesgo de muerte) corre el riesgo de aumentar la mortalidad en toda la población. “El coste humano sería enorme”, añade Swaminathan.

La jefa científica de la OMS señala, además, que alcanzar la inmunidad de rebaño de forma natural supondría que, al menos, el 70% de la población desarrollara anticuerpos, un proceso que supondría mucho tiempo y que los científicos firmantes de la carta abierta advierten de que tendría efectos catastróficos en la economía global. “Además, no hay pruebas de una inmunidad protectora duradera al SARS-CoV-2 a raíz de la infección natural y la transmisión endémica supondría un riesgo para las poblaciones vulnerables”, añaden.

Además de la alta mortalidad, la estrategia de la inmunidad de rebaño supondría un reto inasumible para los sistemas de salud. “Si todo el mundo enferma a la vez, el sistema hospitalario tiene que estar muy bien diseñado para poder absorber a todos esos enfermos”, escriben Esperanza Gómez-Lucía y José Antonio Ruiz-Santa-Quiteria, investigadores del Departamento de Sanidad Animal de la Universidad Complutense de Madrid.

La inmunidad de rebaño natural lejos de poner fin a la pandemia, según los científicos, “daría lugar a epidemias recurrentes, como ocurrió con numerosas enfermedades infecciosas antes del desarrollo de vacunas”. Es el caso del resurgir del sarampión allí donde los movimientos antivacunas han proliferado o no se han completado los programas de inmunización.

También arremeten contra el concepto de protección enfocada que defienden los autores de La Declaración de Great Barrington. En primer lugar, porque definir quién es vulnerable es complejo en el caso del coronavirus y, en segundo lugar, porque afirman que “el aislamiento prolongado de grandes franjas de la población es prácticamente imposible y poco ético”.

“La evidencia empírica de muchos países muestra que no es factible restringir los brotes incontrolados a sectores particulares de la sociedad. Este enfoque también corre el riesgo de exacerbar aún más las desigualdades socioeconómicas y las discriminaciones estructurales ya puestas al descubierto por la pandemia”, explican los científicos.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom, se ha sumado a estas advertencias y ha asegurado que la inmunidad de rebaño significa “permitir infecciones, sufrimientos y muertes innecesarias”. “Nunca en la historia de la salud pública se ha utilizado la inmunidad colectiva como estrategia para responder a un brote, y mucho menos a una pandemia. Es científica y éticamente cuestionable”, ha afirmado.

Adhanom y los científicos atribuyen las adhesiones a la cuestionada inmunidad de grupo a “la frustración que suscita a muchas personas, comunidades y Gobiernos el avance de la pandemia”. Pero insiste en que la única manera de alcanzar la inmunidad de grupo es a través de las vacunas. “No hay ningún atajo ni ninguna medida única. Hay que emplear todas las herramientas de las que disponemos”.

El coronavirus ha infectado a más de 35 millones de personas en todo el mundo y causado la muerte de más de un millón. Los científicos señalan como únicas medidas eficaces las que suprimen y controlan la transmisión, respaldadas por programas financieros y sociales.

Las medidas concretas que defienden coinciden con las globalmente aceptadas: distanciamiento físico, uso de revestimientos faciales, higiene respiratoria y de manos, evitar las multitudes y los espacios mal ventilados, pruebas rápidas, rastreo de contactos y el aislamiento. Estas son esenciales para reducir la mortalidad y evitar el colapso de los servicios sanitarios.

“La evidencia es muy clara: controlar la propagación comunitaria de covid-19 es la mejor manera de proteger nuestras sociedades y economías hasta que lleguen vacunas y terapias seguras y eficaces en los próximos meses. No podemos permitirnos distracciones que socaven una respuesta eficaz; es esencial que actuemos con urgencia sobre la base de la evidencia”, concluyen los investigadores.

El grupo de 80 científicos internacionales que firman la carta en The Lancet son investigadores en salud pública, epidemiología, medicina, pediatría, sociología, virología, enfermedades infecciosas, sistemas de salud, psicología, psiquiatría, política de salud y modelado matemático. La carta se lanzará durante el 16º Congreso Mundial sobre Salud Pública de este año.