La pandemia ha dividido a la gente de manera bastante absurda: Leonardo Padura

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Foto: León Darío Peláez

“Vivimos un periodo donde el mundo necesita ser repensado y espero que sea por los jóvenes”, dice el cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955). Si algo ha aprendido el escritor es que no vale la pena perder amigos por cuestiones políticas. Ya le ha pasado algunas veces y hoy sabe que “hay esencias que necesitamos salvar y una de ellas es la amistad”.

Algo de este espíritu es el circula por Como polvo en el viento (Tusquets), una novela sobre la migración, el exilio, pero también sobre la reconciliación entre los cubanos que salieron y quienes decidieron quedarse en la isla.

El título de esta novela invariablemente evoca a la canción ‘Dust in the wind’, de Kansas.

En principio la novela se iba a llamar El clan disperso, en alusión a un libro inacabado de Alejo Carpentier. Pero la fundación que lleva su nombre me comentó que pensaban publicar los fragmentos que había dejado dispersos de modo que dos obras con el mismo título podrían prestarse a confusión. Antes de la pandemia, mi esposa, el escritor cubano Francisco López Sacha y yo comíamos en Quintana Roo. Escuchamos la canción de Kansas y López Sacha me dijo: “Leonardo, este es el título de tu novela, la historia que cuentas es la de gente que es polvo en el viento”.

Una de las novedades de su novela es el acercamiento tan frontal a personajes femeninos. ¿Por qué hacerlo ahora?

Trabajar con varios personajes femeninos importantes, sobre todo el trío de Clara, Elisa y Adela, fue de lo más difícil. Meterse en la mente de un personaje y reflejar desde su interior una percepción del mundo es complicado. Y las mujeres tienen una psicología especial. Clara por ejemplo representa a la madre o al origen de todo. En Latinoamérica los hijos nos criamos más cerca de las madres. Ellas son el sostén de la familia y por eso quería que fueran quienes resolvieran los grandes problemas del relato.

¿En qué sentido hablar de la identidad o el origen desde la perspectiva masculina habría sido distinto?

Los hombres podemos ser más idealistas o soñadores. Las mujeres en cambio, son más directas.  Resuelven cuestiones muy concretas como la alimentación, al menos así es en Cuba. Durante los noventa se encargaron de administrar y distribuir la comida entre las familias. En cierto sentido, nos salvaron la vida.  Cuando escribo las novelas de Mario Conde construyo personajes que se mueven en el mundo criminal y marginal más apegado a un universo más masculino, ahora tenía una ocasión diferente y quería explorarla.

¿Cómo hacer de temas tan próximos a Cuba como el exilio algo universal?

Procuré construir personajes muy definidos con una historia fuerte. Irving y sus conflictos con la sensualidad. Horacio es alguien que quiere tener todo controlado. Darío es quien siempre mira hacia delante. Con las mujeres sucede lo mismo: Elisa y su embarazo. Clara y la responsabilidad. Adela y su autodescubrimiento. Todo mezclado con el tema del exilio y la migración. De hacerlo así la novela habría ofrecido una lectura exclusivamente política, y en blanco y negro. Me interesaba más buscar todos los niveles de realidad que hay detrás de una decisión tan importante como es irse o quedarse.

El personaje de Clara en un momento dice: todas las razones para irse son válidas; y todas las razones para quedarse también lo son.

Claro, lo importante es respetar las decisiones de los otros. El fenómeno migratorio es más abierto de lo que significa en términos políticos. Ustedes en México lo saben perfectamente. Son millones los mexicanos que se han ido a Estados Unidos y eso implica un proceso de arraigo y desarraigo muy fuerte.  La necesidad de pertenencia es un elemento muy fuerte por eso se construyen los ghettos.

¿Se puede despolitizar una palabra como “exilio” en Latinoamérica?

Si pudiéramos sacar la cuenta de los latinoamericanos se han exiliado por razones políticas y los comparamos con quienes se han ido por cuestiones económicas, te aseguro que los primeros son menos. El exilio político tiene una carga de dramatismo adicional. Quienes toman el tren La Bestia, en realidad se van por razones económicas. Durante los años noventa con la gran crisis en Cuba, mucha gente se fue no porque fueran disidentes o presos políticos, sino por cuestiones económicas. Si intentamos ver esto de una manera más universal y funcional en términos literarios hay que poner el drama en un contexto más amplio e incluyente. De ahí la importancia de entender las razones para irse y para quedarse.

¿Y este entendimiento se está dando en Cuba?

Me duele haber perdido relaciones con amigos por cuestiones políticas. Hace veinte años, cuando ocurrió el caso del niño Elián platiqué con un amigo. La charla se convirtió en una discusión política y la amistad se malogró. Hay esencias que necesitamos salvar y una de ellas es la amistad. Mientras las ideas políticas no perjudiquen a otras personas ni tengan cargas de racismo o exclusión, no debería pasar nada.

¿Para usted cuál ha sido el mayor costo de quedarse en Cuba?

Mi respuesta va más por condiciones materiales. Hay cosas que en Cuba nunca he podido tener, sobretodo en la época en que era importante, como un blue jeans a los catorce o quince años. Me pueden hacer cinco entrevistas desde México en un año y ni una sola en Cuba. Mi manera de pensar o escribir no parece adecuada para ciertas personas. En mi país todavía hay gente que tiene el poder de decidir qué libros podemos leer o qué películas podemos ver. Me he escapado todo lo que he podido de eso y mi literatura habla por mí. Practico mi libertad individual en el marco de lo posible y sin atentar a la libertad de otros. No tengo ningún poder político tal vez para algunas personas pueda tener un prestigio intelectual, pero el hecho de que en Cuba aún haya quienes decidan qué se puede leer parece prehistórico.

¿Como polvo en el viento circula en Cuba?

Ahora mismo todo está detenido. Mi novela anterior, La transparencia del tiempo tendría que haber salido este año, pero se postergó por la situación económica. Trump acentuó las restricciones. En Cuba no se importan libros y en España mis novelas pueden costar 23 euros cantidad incosteable en la isla. Aquí trabajo con la Unión de Escritores. En pocas palabras no sé cuando saldrá este libro. Lo que sí sé es que en Cuba como hemos vivido con tantas carencias y prohibiciones que siempre hay rutas alternativas. Existe una red de distribución totalmente pirata, así vemos series, películas o leemos libros.

Hablar de exilio o diásporas polariza todavía más en mundo tan dividido como el actual. ¿Cómo llegamos a estos extremismos?

Cuando el mundo es más unipolar la polarización se acentúa. Desapareció la Unión Soviética y el mundo se hizo hacia un lado. En ese escenario han surgido tendencias disímiles. Los resultados en las elecciones de Estados Unidos pueden propiciar reacciones violentas o muy violentas. Creo que el mundo en general está en una crisis sistémica que provoca problemas económicos y sociales muy fuertes, de la cual Cuba no está al margen. La polarización evita que fluya el cambio y la pandemia ha dividido a la gente de manera bastante absurda. Uno puede negarla, pero al hacerlo se puede convertir en un transmisor de virus y dañar a los demás. Vivimos un periodo donde el mundo necesita ser repensado y espero que sea por los jóvenes. A mi generación nos queda reflexionar sobre lo vivido, pero difícilmente podremos protagonizar el cambio que necesitamos.