Hegemonía Mundial | Xi Jinping lidera a China como potencia mundial

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Foto: Revista dat0s 235

La China ha ido reproduciendo su éxito de penetración con el aval de aliados en zonas consideradas estratégicas y mucho más que gravitantes por su impacto económico.

Sin duda la China Continental es uno de los indiscutibles ganadores de la pandemia desatada en el mundo. La República Popular de China ha diseñado una estrategia geopolítica de penetración mundial inédita que puede parecerse por su vigor al Plan Marshall diseñado por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. La conflagración bélica había dejado debilitados los sistemas económicos y financieros del mundo y EEUU mostrando una espalda poderosa destinó una multimillonaria asistencia en su estrategia hegemónica para controlar el sistema financiero.

Recomponer la economía después de una recesión no es una tarea para nada sencilla, más aún por las enormes diferencias económicas después del nuevo coronavirus que ha descargado sobre las espaldas de los estados una enorme responsabilidad que en muchos casos no podrá asumir. La brecha entre ricos y pobres ha crecido y en ese escenario el papel de la potencia asiática parecería llegar con soportes para una mayor penetración a este lado del mundo.

Nunca antes como ahora la supremacía mundial se está jugando en enormes conglomerados privados que son los que mayor capacidad económica de desplazamiento han desarrollado desde el advenimiento de la tecnología digital. Y no se trata solo del avance irremediable de la tecnología 5G que muchos atribuyen como uno de los principales desencadenantes de la crisis por el control planetario, en la que todo vale incluso una mortal combinación de factores de salubridad. La China tiene dispuestos en varios países del orbe sus tecnologías e infraestructura de construcción de multimillonarios proyectos.

En ese orden de prioridades, los chinos han desarrollado una enorme capacidad de penetración con su estrategia de la Ruta de la Seda que no representa sino un espacio de expansión geopolítico referencial para incidir en el mapa mundial, ya que mientras en el mundo se están produciendo disturbios alentados por la lucha racial -que debió superarse hace décadas para permitir la convivencia pacífica en determinados puntos calientes de la tierra- la China no tiene ese problema que resolver. Tampoco las migraciones que invaden Europa es un tema que les incumba. Están en todo caso compitiendo sin adversarios en el terreno.

Y si bien este no es un espacio para dar cabida a las especulaciones, es inevitable que la China Popular tenga un plan de conquista tanto de comercio como tecnológica que afianza su poderío económico y militar. Este año el presidente Xi Jinping desdeñó la paz mundial al arengar a sus tropas a que estén listos para la guerra. El plan del diseño chino no es reciente y tampoco al azar. Se habla que en 2030 será el punto de referencia cuando este verdaderamente preparada para expandir su dominio planetario.

En la última década la China ha desplazado a EEUU como el socio comercial número uno de Argentina, Chile, Perú, Uruguay y Brasil, y ha ganado terreno en México y Colombia.

Decenas de miles de millones de dólares de inversión china se ha destinado a las redes eléctricas brasileñas, las carreteras argentinas, la red inalámbrica mayorista de México, las terminales portuarias peruanas y con algunos proyectos de infraestructura en Bolivia, una penetración que podría parecerse al período de la reconstrucción de una guerra.

Diplomáticamente, varios países se unieron a la iniciativa de la Ruta de la Seda y Pekín cortejó a Panamá, El Salvador y República Dominicana para alejarlos de sus relaciones diplomáticas con Taiwán. Estados Unidos también ha marcado el equivalente a varios autogoles que lo están poniendo en condición de segundo jugador en el escenario mundial. Después de la diplomacia de suma cero y las tácticas comerciales punitivas de Trump, pocos ven a Estados Unidos como un socio estable o confiable. Más recientemente, la decisión del Gobierno de EEUU de retirar los cargos de narcotráfico y lavado de dinero contra el exjefe de defensa mexicano, el general Cienfuegos, sugiere que la justicia estadounidense puede ser intimidada o comprada.