El coronavirus de la miseria del alma humana y la solidaridad
India y Brasil dos países inmersos en los peores números registrados en el mundo por contagios y muertos por coronavirus.
Los eventos extremos exigen actitudes extraordinarias. Esto es lo que se utiliza para predicar el sentido común en períodos convulsos como guerras, crisis, catástrofes naturales y humanitarias. Dos ejemplos patéticos y a la vez siniestros de la pandemia que asola a la humanidad se dan en Brasil, nuestro vecino con quien mantenemos una frontera de algo más de 3 600 kilómetros y con la India que está a más de 24 horas de vuelo, ubicada en un extremo del hemisferio asiático, otrora colonia inglesa donde la vida parece transcurrir con algo menos de la espiritualidad ritual que hasta antes de la pandemia protegía el espíritu de sus devotos fieles como alimento del alma para atender sus necesidades y combatir el nuevo coronavirus.
La India es responsable de poseer más de 1.6 billones de habitantes y por ser el segundo país más poblado del planeta después de China. Brasil no tiene ni la cuarta parte de esa cantidad, unas 200 000 almas se confunden en un país agobiado por la pandemia y por la tozudez de su presidente que sigue anestesiando domésticamente a su gente insistiendo que el virus no acabará derrotando un país plagado al mismo tiempo de grandezas y amarguras.
En abril, los muertos por contagios de covid, sobrepasaron 4 000, de las peores cifras registradas desde marzo de 2020 cuando los primeros casos comenzaron a sacudir a los brasileños.
Ninguno de los gigantes contaba con que las válvulas del oxígeno se cerraran en media evolución de la pandemia. Uno de los negocios más florecientes en la India es el oxígeno como lo fue en algunas regiones pobres del noreste de Brasil. En la India, de acuerdo a un reportaje del diario El País de España los cuerpos de los muertos están apiñados en los pasillos de los hospitales, en las calles y en las casas. Y el Gobierno ha dispuesto alquilar cientos de hectáreas para convertirlas en cementerios y crematorios.
Nadie se imaginó semejante tragedia, aun cuando su presidente instigó a la población a levantar a voz en cuello la palabra Shamsán que traducida quiere decir crematorio.
Y eso porque en un Estado del grandioso país hindú se había decidido favorecer a la comunidad musulmana -al dedicar más dinero a los cementerios musulmanes (kabristanes) que a los crematorios hindúes (shamsán)-.
El bumerang le jugó la peor pasada a su primer ministro Narendra Modri, involucrado en la refriega para agitar las aguas, como Bolsonoro en Brasil que no ha dejado de subestimar el terremoto brasileño en medio de una dramática excursión funesta que están pasando sus habitantes de descomposición en descomposición, cediendo un lugar de su alegría para llorar a sus muertos.
Una clara diferencia
El caso de Brasil, sin embargo, es de destacar por la solidaridad con la que se enfrenta la pandemia. Sus elites millonarias están tan dedicadas a la asistencia humanitaria en favor de los necesitados que ha sacado fortalezas para ayudarse unos con los otros.
“Anteriormente existía la cultura de que los problemas de Brasil eran responsabilidad del Gobierno. Hoy eso definitivamente ha cambiado”, dice Neca Setubal una de las herederas del Banco Itaú, que ejerce al mismo tiempo la presidencia de la Fundación “Tide Setubal” que durante la pandemia se dedicó a ayudar a las personas con necesidades de atención por causas de la emergencia. Gerando Falcões, emprendedor social brasileño y responsable de la Organización No Gubernamental (ONG) “Eduardo Lyra”, para la donación de canastas básicas de alimentos, asegura que el país está viviendo una verdadera tragedia. “Conocí madres que habían estado sin comida durante días para asegurarse de que sus hijos pudieran comer al menos dos comidas diarias”. La ONG que dirige se encargó de entregar asistencia para esas familias.
Por su parte, André Esteves, controlador de BTG Pactual, banco especializado en capital de inversión y capital de riesgo, que promete crear hasta 2025 una universidad similar a los padrones de la prestigiosa Universidad de Massachusetts Institute of Technology (MIT), dice que “hay un cambio lento y gradual, que se ha acelerado con la pandemia. El establecimiento (N.d R. por el banco) se siente más responsable con la sociedad”
Un editor opina sobre la asistencia social
Un reportaje de la revista Veja disgrega las cifras de la ayuda humanitaria que se ha volcado para atender la pandemia. Desde lo más alto del poder económico empresarial se han destinado más de 6.9 billones de reales (N.d R.la moneda del país, alrededor de 1.6 billones de dólares) para mitigar los efectos de la covid entre los más pobres. Mauricio Lima, director de redacción de la revista en un breve contacto con dat0s vía zoom dijo que históricamente la filantropía jamás fue una característica habitual en Brasil. El editor afirma rotundamente que esto puede estar cambiando. “En un país con uno de los mayores índices de desigualdad social del planeta, las iniciativas de la alta sociedad para ayudar a mitigar las llagas originarias de la pobreza acostumbran ser tímidas al tamaño del problema y de la riqueza generada por los que más tienen. En parte esa idea se sustentaba en que era el Gobierno que debía prestar asistencia a los más necesitados, pero los 14 meses de pandemia han representado un profundo despertar en esa tradición nacional”, dice Lima.
“Entre tantas dificultades experimentadas en estos tiempos de pandemia, este es un movimiento creciente y bienvenido en el país. Históricamente, la práctica de dar en Brasil es mucho más pequeña de lo que podría ser en otros periodos de tiempo”, sustenta el editor de una de las revistas más importantes de gigante latinoamericano.
En la India, se han vivido en abril días perturbadores mostrando imágenes de familias enteras mendigando camas de hospital y suministros vitales, mientras que las morgues y los crematorios siguen desbordando. Las comunidades que creen en la inhumación de sus muertos y no en la incineración, sufren no sólo por la pérdida de sus seres queridos, sino también por la falta de dignidad en el rito final. Nadie en el país parece mentalizarse que los cuerpos de sus muertos deban salir directamente del hospital a los crematorios eléctricos que se han construido en los terrenos alquilador por el Gobierno. Los dos países gigantes se debaten en la tragedia desprendida en la retina de sus habitantes. Si en Brasil, la solidaridad de las más grandes empresas, han inspirado refugio y juega un papel crucial en la crisis sanitaria con intensión de construir hasta fábricas de vacunas y hospitales con la ayuda de sus empresarios, en India el poder del dinero de sus millonarios parece desvanecerse por el pánico que los ha tomado por sorpresa para pensar primero en ellos mismos. De acuerdo al periódico El País español las clases pudientes en la India han degenerado en un clima de excitación al acaparamiento de productos esenciales en el mercado negro. Un entramado de distribuidores ilegales alentados en esta selva sin ley y sin corazón para atender la emergencia.
Cada país vive su drama
Mientras en la India los ricos acaparan de productos sus residencias por el pánico a los contagios, en Brasil un kilo de carne puede significar la vida de quienes osen enfrentarse a las bandas de especuladores que buscan dinero fácil o esperar a que los más hambrientos reciban el feroz castigo de los vivos: el coronavirus de la miseria del alma humana. Es lo que les ha pasado a Cleo y a su sobrino Mauricio, sorprendidos intentando robar un kilo de carne de un supermercado del norte de Sao Paolo. Las bandas que operan en el control de productos con la cadena de distribuidores mayoristas les obligaron a reintegrar el monto del hurto. Los dos detenidos lograron recaudar la mitad del valor de la mercadería sustraída a través de amigos y familiares por llamadas de celular. Los especuladores no aceptaron y decidieron torturarlos hasta matarlos luego a tiros.
El hambre cuando ataca no tiene nombre. La pandemia del nuevo coronavirus ha fomentado la muerte no solo en los hospitales repletos de enfermos, ha agudizado la crisis social con ejecuciones en vivo por un mendrugo de pan.