El brillo intenso de Pep Guardiola vs. La estructura teórica de Zidane
Echado Mourinho del Tottemham y aplazado Pochettino del PSG queda una lista reducida en el podio de los directores de orquesta de los equipos más exitosos de la temporada europea. Claro, cuando no, los nombres pasan por dos que traman una gran final. El recorrido entre ambos les ha dado pisada para estar entre los mejores; mentores de técnicas insuperables cuando sus dirigidos rocían el gramado de juego. Pep Guardiola el director técnico de Manchester City, el de los ojos vivaces, esos que miran con certidumbre la actitud de sus jugadores y reflejan seguridad y precisión. Grita, aplaude, el torbellino se nuevo siempre eléctrico y elegante bajo lluvia, nieve o sol, el que invita a convertir a su equipo en el referente mundial del deporte más popular del planeta. La enorme habilidad del imponente Guardiola se cruza firme en el rectángulo destinado como una celda de nervios a los mejores.
Por lo general Pep recurre a un equipo, el City con el que lleva cuatro temporadas con la misma paciencia del primer día, ha logrado el objeto de la gran final de la Champions League. Un equipo sin estridencias, que presiona alto con seis y a los 20 segundos se repliega en bloque con todos sus efectivos por detrás del balón en espera de la siguiente estampida. Un conjunto que vive de dar pases, pero se clasifica con un preciso balón largo de 50 metros del portero que deja fuera de órbita a medio equipo rival y con una preciosa acción de contragolpe.
Nada que ver esta simplicidad táctica y futbolística con el Madrid de Zinedine Zidane. Un galimatías para eruditos de la pizarra. Un fútbol demasiado teórico para los que gustan de la practicidad del deporte. Zidane enredado en sus alquimias que siempre imponen dudas. Los cambios intempestivos de un lateral jugando demasiado pegado a retaguardia. Ese fútbol no dio resultados en esta agotadora temporada que se ha jugado en estadios vacíos al grito de ¡vamos! que se escucha tan claro consciente como en un coliseo romano. Y es que los jugadores de Zidane han perdido consistencia. Quizá al técnico no le resulte fácil hasta que se complica, con tantos genios en medio la responsabilidad cae en partituras. Menos vivaz pero igual intrépido el elegante francés ha perdido la Champions.
Acuciado por el destino, llevaba el técnico francés toda la temporada haciendo juegos malabares a la hora de confeccionar las alineaciones y los dibujos. Se entretuvo tanto por el camino, perdió tantos puntos en el primer tramo de la temporada, que llegó el momento en el que no podía perder más. Final tras final. En la Liga y en la fase de grupos de la Champions. Para sobrevivir tiró lo más que pudo de los mejores (Varane, Casemiro, Kroos, Modric, Benzema…) o, en muchos casos, simplemente de los que tenía disponibles y las consecuencias a largo plazo han sido letales. Pep Guariola dice que “en los partidos importantes, simplemente escojo a los 11 mejores que tengo”. Hay que escuchar con cuidado. Esa frase contiene la clave del fútbol: la calidad individual. Guardiola es un entrenador puntero al que le encantan las habilidades y el talento de sus jugadores. Algunos entrenadores aspiran a reducir la complejidad del fútbol. Pep Guardiola, quiere dominar esa complejidad. Se podría comparar su labor con la de un gran maestro del ajedrez o la de un director de orquesta que saca lo mejor de cada instrumentista. Lo que ocurre es que el conjunto que juega al fútbol no sigue una partitura concreta, y los caminos del futbolista son más variados que los de la torre o el caballo. No es tan fácil reconocer qué está haciendo y qué puede hacer en el campo. Además, es difícil de describir.
Un equipo necesita ayuda, especialmente durante los partidos. Guardiola entrena activamente, así que se gana a los jugadores. Los líderes como Kevin de Bruyne, su capitán en el City, asumen su influencia, pasando sus ideas a los demás. Ha hecho que Walker, un defensa que no es el típico jugador de Pep por su disposición, sea cada vez mejor. Guardiola demuestra su lealtad con todo el mundo, a todos les aporta seguridad. O que Ilkay Gündogan, un jugador de Pep de los pies a la cabeza; siempre entiende cuál es la situación actual del equipo. Sabe cuándo asegurar la pelota en la zona media y cuándo ha llegado el momento de avanzar hacia el área. Gestiona el riesgo con destreza. Muchas veces anticipa dónde acabará la acción. Por eso, de repente, va y marca un gol. Guardiola necesita jugadores así.
Esto crea una unidad. Los equipos de Guardiola se reconocen en seguida, incluso si se observaran en una televisión en blanco y negro: la manera de correr, la secuencia de pases. El City pasó, mientras que el Real ha salido eliminado de competencia. Los de la casa blanca se quedaron sin su decimoséptima final de la Copa de Europa. Como semifinalista ha estado cerca de Estambul, pero futbolísticamente se ha mantenido bastante alejado del premio. Y más si se compara con los dos finalistas reales: Chelsea y Manchester City.
Cuando Guardiola empezó en Manchester, en 2016, reconstruyó el equipo. Tras acabar terceros en la Premier en la primera temporada, el equipo ganó dos títulos y ahora vuelve a estar arriba, a bastante distancia de los demás. Su equipo nunca cae por debajo de un nivel determinado, así que minimiza las coincidencias. Esta concentración es algo único. En la última década, cinco clubes diferentes ganaron la Premier. Solo el City de Guardiola consiguió defender el título al año siguiente de ganar, en 2019. También ganó cinco de 10 torneos de Copa. Con el equilibrio que hay en la Premier, Guardiola no iba a poder alcanzar el mismo nivel de dominio que disfrutó con el Barcelona y el Bayern. El City juega ahora con un estilo más cauto, encomendándose a defensas atléticos que se imponen en el aire.
El equipo a veces entrega la pelota, se repliega, defiende en su área, se toma un respiro y espera para armar el contraataque. El entrenador ha aprendido a disfrutar de goles sencillos en un saque de esquina o un disparo desde fuera del área; ha visto que esos goles también tienen su atractivo. No es solo un adepto al tiquitaca ultraofensivo. Lo que hace Guardiola es desarrollar las capacidades de sus jugadores, piensa en lo que cada uno puede hacer en ataque y en defensa. Con Pep, todo el mundo tiene que aportar en beneficio del conjunto. Incluso es capaz de inventarse una posición para un jugador excepcional como Messi, que se convirtió en una de las maravillas del mundo bajo su mando, con una reinterpretación del puesto de delantero centro. Sabe que los grandes partidos los deciden los grandes jugadores. La creatividad es más importante que el esquema. Su fútbol es una celebración de la individualidad. Guardiola rinde homenaje a sus jugadores y no se pone a sí mismo ni pone el sistema, ya sea el 4-3-3 o el 3-5-2, por encima. Es amigo de los jugadores y está a su servicio. Todos quieren a Guardiola.