A las 5 de la mañana estoy en la calle con mi mamá vendiendo pañuelos: el relato de Valentinne, una boliviana de 9 años, y otros niños que trabajan

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Trabajo infantil Bolivia
Foto: Unicef

Todos los días muy temprano antes del amanecer, Valentinne se despierta para salir a trabajar con su madre.

“Me levanto a las cuatro de la mañana”, le cuenta esta niña boliviana de 9 años a la periodista de la BBC Eva Ontiveros.

“A las cinco, estoy en la calle con mi mamá. Vendo pañuelos porque las mañanas en La Paz son frías y todo el mundo necesita uno”, explica. Lo hace hasta el mediodía.

En el otro lado del mundo en Bangladesh, la situación no es muy diferente: “Cuando empezó el confinamiento, comencé a trabajar de nuevo para ayudar a mis padres y hermanos”, dice Imran.

Aunque solo tiene 11 años, trabaja a tiempo completo haciendo bolsas de papel en un taller de reciclaje en la capital, Daca.

Si bien en los últimos años se ha hecho un gran progreso en la reducción del trabajo infantil en todo el mundo, el impacto de la pandemia ha provocado un serio retroceso.

Cuando muchos padres perdieron su trabajo y las escuelas cerraron, muchos niños tuvieron que salir a buscar una forma de sustento.

Aumento del trabajo infantil por primera vez en 20 años

Valentinne dejó de estudiar en marzo de 2020, cuando su escuela cerró por la cuarentena.

Hoy día, trabaja desde temprano por la mañana con su madre Nancy, de 23 años, que es lustrabotas.

“Mi mama me anotó en la escuela, pero no pude ir a clase ni un día. Ni siquiera me compré mis útiles escolares. Los cuadernos que tengo son del año pasado y la mayoría de las páginas están vacías”, dice.

“Pero lo que más extraño son mis amigos y el tiempo para jugar”.

El número de niños que trabajan en todo el mundo ha aumentado por primera vez en dos décadas hasta alcanzar los 160 millones, según un reporte conjunto publicado por Unicef y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Solo en los últimos cuatro años, 8,4 millones de niños más ha empezado a trabajar, mientras que otros millones están en riesgo como resultado de la pandemia.

Esto echa por tierra con 20 años de progresos en este frente, dicen Unicef y la OIT.

Según el informe, ha habido un aumento significativo de niños trabajadores de entre 5 y 11 años, que ahora representan poco más de la mitad de la cifra total global de trabajo infantil.

Además, el número de niños de entre 5 y 17 años que realizan trabajos peligrosos (definidos como trabajos que pueden dañar su salud y seguridad física o mental) ha aumentado en 6,5 millones a 79 millones desde 2016.

Jacob, que viven en Ghana es uno de ellos:

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‘Me siento triste cuando veo a mis antiguos compañeros de clase en la mañana yendo a la escuela cuando yo voy a trabajar’, Jacob, Ghana.

Me llamo Jacob, tengo 13 años y vivo en Chorkor, una comunidad pesquera en la capital, Acra.

Me levanto todos los días a las 4 de la mañana para ayudar a mi tía a ahumar pescado para vender.

Mis tareas son ir a buscar madera, limpiar el pescado y acomodarlo primero en unas parrillas y luego en otras más grandes.

Cuando las escuelas abrieron después del confinamiento no regresé porque mi tía posponía su promesa de comprarme un uniforme nuevo. No puedo usar el viejo porque los ratones se comieron las mangas. Ya pasó un año, y todavía sigo en la casa.

Si no tuviese que trabajar, me hubiera gustado ir al colegio y hacerme soldado.

También me gustaría ir a la escuela para ayudar a quienes no saben leer y escribir a poner información en sus celulares.

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Este aumento ha sido impulsado por una combinación de factores como el crecimiento de la población, las crisis recurrentes, la extrema pobreza y la falta de medidas de protección social adecuadas.

América Latina y Asia han mejorado desde 2016, pero están en riesgo de perder lo que han ganado por la pandemia de covid-19.

En cambio en el África subsahariana, 16,6 millones de niños se sumaron a las estadísticas en los últimos cuatro años.

De hecho, hay más trabajo infantil en esa región del mundo que en el resto del mundo combinado.

Trabajar de niño afecta tu vida… y a las futuras generaciones

“El trabajo infantil afecta la vida del niño, pero también tiene un efecto intergeneracional. Los niños pueden ir a la escuela, pero cuando no pueden aprender y progresar, esto limita sus oportunidades futuras, perpetuando el ciclo de la pobreza”, le dice a la BBC Claudia Cappa, asesora de Unicef y coautora del informe.

“Sé que estudiar es importante”, dice Valentinne. “Por ejemplo, cómo hacer sumas y restas. Cuando alguien compra mis pañuelos, sé si lo que me pagan está bien o si tengo que dar cambio”.

Pero la madre de Valentinne dice que no puede cubrir el costo de la educación virtual de la niña: “Mi teléfono celular es viejo y los datos son muy caros. No puedo pagarlos”.

Aunque el trabajo infantil es más frecuente entre los niños que entre las niñas, cuando se tienen en cuenta las tareas domésticas (realizadas durante al menos 21 horas a la semana), la brecha de género se reduce.

Valentinne también ayuda con el cuidado de los niños. “Después del almuerzo, mi madre vuelve al trabajo y yo me quedo en casa con mis hermanos menores. Me gustaría ir al patio a jugar con ellos, pero no puedo por la pandemia. Uno de mis días más felices fue cuando fui a la piscina pública. Ojalá pudiera volver algún día y aprender a nadar “.

“El trabajo infantil también tiene un impacto en el desarrollo emocional y el bienestar del niño, y es un riesgo para su salud física y mental“, señala Cappa.

En Bangladesh, Imran también ha abandonado la escuela por completo, aunque antes del confinamiento se las arreglaba para asistir algunas horas al día.

En el peor momento de la pandemia, la familia de Imran tuvo que abandonar la capital y trasladarse temporalmente a su aldea.

Imran se quedó en Daca para seguir trabajando en la tienda de papel reciclado y se fue a vivir con su propietario.

“Luego, la tienda también cerró por el confinamiento, y comencé a ir a Azad bhai [un centro del Servicio de Protección Infantil de Emergencia respaldado por Unicef]. Me daban tres comidas al día y a veces dormía allí también”, cuenta Imran.

El centro también le ofrecía servicios de salud, materiales de higiene, sesiones de talleres para aprender habilidades útiles en la vida cotidiana, asesoramiento y servicios recreativos, pero después de dos meses de vivir solo en Daca, dice que “comenzó a sentirse muy triste”.

Cuando se levantó la cuarentena, la familia se reunió y ahora todos viven en su casa de una habitación en un barrio densamente poblado de la capital. Imran trabaja desde la manaña hasta la noche y no va a la escuela.

Iniciativas locales

“Estamos perdiendo terreno en la lucha contra el trabajo infantil, y el año pasado no ha facilitado esa lucha”, señala Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef.

Pero el impacto potencial de la pandemia podría evitarse si los gobiernos aplicaran las medidas adecuadas, dice el informe de la OIT/Unicef.

Los beneficios infantiles universales, el aumento de la inversión en educación, el regreso de los niños a la escuela y la promoción de un mejor trabajo para los adultos (para que las familias no tengan que depender de los niños para complementar sus ingresos) pueden tener un impacto y ayudar a revertir la tendencia.

En algunos lugares, las intervenciones locales están comenzando a producir resultados positivos para algunos niños, como en el caso de Dana, una niña palestina de 13 años que vive en Jordania, y que dejó de vender hebillas y lazos para el pelo en las calles hace tres meses gracias a una ONG local que cuenta con el apoyo de Unicef.

“Ahora me gusta estar en mi casa con mi familia y vengo aquí para tomar clases. Me encanta aprender árabe y matemáticas y jugar con otros niños”, dice.

“Quiero estudiar y espero que cuando sea grande pueda ser peluquera”.

Sin embargo, si no se implementan más medidas, se estima que cerca de 50 millones de niños más comenzaran a hacer trabajo infantil para fines de 2022, según el informe.

“Otro efecto negativo del trabajo infantil es el riesgo de lesiones a largo plazo y el desarrollo de problemas de salud de por vida, lo que a su vez perpetúa el ciclo de la pobreza”, dice Cappa.

“Desde que tenía nueve años, trabajé recolectando basura en la calle y la vendía para reciclar”, cuenta Mohammad, de 12 años, de Amman, en Jordania.

“Un día, llevaba un paquete grande a la espalda, pero pesaba demasiado y me caí. Me rompí un dedo y me lastimé las dos piernas”.

Una organización benéfica local, patrocinada por Unicef, vio a Mohammad trabajando en la calle y se ofreció a ayudarlo.

“Este programa ha cambiado mi vida. Me llevaron al médico y mi dedo se ha curado”, dice.

“Estoy muy feliz ahora porque puedo estudiar. Vengo aquí tres días a la semana y realmente disfruto haciendo clases en la computadora. ¿Pero una de las mejores cosas? Puedo jugar con los otros niños”.