Hace mucho, mucho tiempo, el planeta rojo fue azul. Marte tuvo ríos y océanos con agua suficiente como para cubrir todo el planeta. También había una atmósfera densa parecida a la de la Tierra, el escenario perfecto para que apareciese la vida. Y hubo tiempo suficiente, pues Marte fue húmedo durante unos 1.500 millones de años. Después, por razones que no están claras, el aire marciano se empezó a hacer cada vez más fino, la atmósfera prácticamente desapareció y con ella el agua líquida. Solo quedaron casquetes polares y placas de hielo enterrado en un planeta desértico y gélido. Así las cosas, existe la posibilidad de que la vida marciana surgiese en algún momento e incluso que haya sobrevivido hasta ahora.
EE UU ha lanzado a las 13.50 de este jueves (hora peninsular española) la misión espacial que por primera vez ha sido diseñada para encontrar signos de vida pasada en el planeta rojo. El robot de exploración Perseverance, del tamaño y peso de un coche mediano, es el vehículo de exploración extraterrestre más completo que haya pisado la superficie de otro planeta. La misión de la NASA tiene una importante contribución española.
El lanzamiento ha sido algo descafeinado, pues ninguno de los miembros de los equipos científicos de los diferentes instrumentos estarán allí para ver rugir y despegar al cohete Atlas. La pandemia de la covid-19 ha complicado las cosas hasta el punto de que la NASA llegó a barajar posponer la misión hasta el próximo acercamiento máximo de Marte y la Tierra, dentro de dos años. Pero los responsables del programa han pisado el acelerador, en parte porque el mundo vio hace apenas una semana cómo China lanzaba con éxito su primera misión al planeta rojo, un proyecto de enorme ambición que incluye un orbitador, un aterrizador y un rover, el primero en la historia que podrá hacerle sombra a EE UU, que por ahora sigue siendo el único país que ha desplegado con éxito vehículos móviles en Marte.
“Quien no quiera ver que hay competición entre ambos países es que está ciego”, reconoce Jorge Pla-García, miembro del equipo científico del instrumento MEDA, uno de los siete que lleva el Perseverance. MEDA será “el primer instrumento que estudiará al gran protagonista de la atmósfera de Marte: el polvo, equiparable en importancia al vapor de agua en la atmósfera terrestre”, resalta Pla-García, investigador del Centro de Astrobiología, donde ya se han desarrollado instrumentos similares para vehículos anteriores. “El polvo en suspensión cambia el comportamiento de la ATM y se adhiere a todas partes, incluido los trajes de astronauta. Además en Marte hay tormentas de polvo locales, regionales e incluso, cada seis años, globales. Estas cubren todo el planeta, algo impensable en la Tierra, y no tenemos ni idea de cómo puede pasar esto”, explica el ingeniero. El instrumento MEDA también medirá la temperatura del aire y el suelo, la velocidad del viento y la radiación ultravioleta.
Tras su despegue, la nave pasará 200 días viajando a 21.000 kilómetros por hora hasta llegar a Marte el 18 de febrero, el mismo mes que la misión China y el orbitador emiratí lanzados hace unos días.
El destino de Perseverance es el cráter Jezero formado por el impacto de un meteorito hace millones de años y que contiene las rocas más antiguas que se pueden encontrar hoy en la superficie de Marte. Esta es la primera vez que el rover incorpora un sistema de inteligencia artificial que analizará el terreno y decidirá si tomar tierra en el punto acordado o desplazarse para sortear rocas u otros peligros. Por primera vez también hay cámaras y micrófonos que apuntan hacia la superficie y que nos permitirán ver y escuchar un aterrizaje en Marte como si fuésemos nosotros a bordo de la nave.
Los anteriores vehículos de la NASA –Spirit, Opportunity y Curiosity– demostraron que Marte tuvo las condiciones adecuadas para albergar vida. Ahora el Perseverance va a buscar rastros de ella. Jezero, en el hemisferio norte pero cerca del ecuador, es uno de los mejores lugares para hacerlo, pues hace unos 3.500 millones de años por allí discurrió un río que fue llenando el cráter de agua hasta convertirlo en un gran lago. Justo en esa época en la Tierra ya había formas de vida microbianas cuyos fósiles han sido estudiados en detalle. Lo que en nuestro planeta fue el inicio de una carrera imparable hacia formas de vida más y más diversas y complejas, en Marte quedó truncado, sin que sepamos muy bien por qué.
Perseverance explorará durante dos años los meandros, orillas y playas arenosas de aquella masa de agua, hoy convertidas en un desierto de dunas y pendientes escarpadas de unos 500 metros. Es en esta zona donde es más probable encontrar minerales en los que pudieron quedar restos orgánicos producidos por microbios. Los siete instrumentos del rover han sido especialmente diseñados para identificar esos materiales, que probablemente estarán en arcillas y carbonatos.
Esta será la primera vez que una misión aplique en Marte una nueva tecnología de análisis que permite conocer al detalle la composición y estructura de los compuestos y determinar si fueron producidos por microbios. Se trata de la espectroscopía raman, una de las tecnologías incluidas en el instrumento Supercam. “Más que un instrumento esto es como un laboratorio que permite aplicar hasta seis técnicas diferentes de análisis, algo que nunca se había hecho antes”, explica Fernando Rull, físico de la Universidad de Valladolid y miembro del equipo científico de Supercam. Todas estas técnicas ayudarán a “conocer la historia geoquímica de los compuestos analizados y averiguar si tienen origen orgánico”, resalta Rull. España también ha desarrollado la antena de alta ganancia que comunicará al rover con la Tierra. El coste total de la misión han sido 2.400 millones de dólares.
Sea como sea, Perseverance se va a quedar a un paso de encontrar vida. Sus instrumentos solo pueden encontrar indicios de ella. Para llevar la investigación un paso más allá, el vehículo robótico irá metiendo las muestras más interesantes en tubos de metal que irá dejando por la superficie marciana y que serán recogidos por una futura misión de EE UU y Europa para traer esas muestras de vuelta a la Tierra y analizarlas con más detalle. Esta es una hazaña científica en la que también compite China, pues su misión marciana Tianwen-1 pretende algo muy parecido.
Además de buscar vida, el Perseverance es una avanzadilla robótica al eventual desembarco de astronautas en el planeta rojo. El robot lleva incorporado un pequeño helicóptero capaz de volar a hasta 10 metros de altura y que es un primer prototipo de dron marciano con el que los futuros astronautas podrían saber, por ejemplo, qué hay al otro lado de una colina.
Uno de los instrumentos del rover va a ensayar la producción de oxígeno a partir del asfixiante dióxido de carbono, el gas más abundante en la atmósfera de Marte. Es la primera prueba de los futuros generadores que permitirán respirar a los astronautas y fabricar combustible para cohetes a base de oxígeno y metano. El vehículo también lleva un radar capaz de penetrar en el subsuelo hasta 10 metros y que buscará reservas de agua helada que, en un futuro, podría abastecer una base marciana para beber, regar y producir metano. En esto EE UU compite y mucho con China, cuya misión robótica también incorpora un radar similar y cuyo destino es otro cráter en el que hay una reserva de agua helada en el subsuelo 400 veces mayor que toda la cuenca hidrográfica de España.