La ciencia declara la guerra a Trump

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Foto: Marcio José Sanchez/AP

La ciencia es política. Y lo que sucede estos días en EE UU se ha convertido en un notable aviso sobre la importancia de tenerlo claro. Mientras Barack Obama era el presidente que escribía en las revistas científicas e impulsaba proyectos monumentales, Donald Trump está en guerra contra los datos. Y como sin datos no hay ciencia, los científicos han decidido plantar cara a su nuevo presidente. Frente a la censura que quiere imponerles y la manipulación de sus resultados, han decidido marchar en una manifestación masiva en la capital del país, Washington D.C. Mientras tanto, algunas cuentas en redes sociales se han convertido en la resistencia frente a la prohibición de hablar de la ciencia del clima.

“Los políticos que devalúan el conocimiento se arriesgan a tomar decisiones que no reflejan la realidad y deben rendir cuentas. Un Gobierno estadounidense que ignora la ciencia para impulsar agendas ideológicas pone al mundo en peligro”, defiende la organización de la marcha en su convocatoria. Se inspiran en el éxito de la marcha de las mujeres, que se celebró la semana pasada y que se convirtió en la más multitudinaria de la historia de EE UU. Ya en esa manifestación pudieron verse muchas pancartas que hacían alusión a la necesidad de defender la ciencia.

El grupo de científicos que está organizando la manifestación está desbordado por la respuesta recibida: todavía no han decidido la fecha (lo harán en los próximos días) y ya tienen innumerables convocatorias satélites en otras ciudades de EE UU y de todo el mundo. “Esto no es una cuestión partidista. La gente de todo el espectro político debe alarmarse por estos esfuerzos para negar el progreso científico”, asegura a Climate Central una investigadora médica que está ayudando a organizar la marcha.

“Nunca ha sido tan importante para los científicos de todas los campos unirse y conseguir que su voz sea escuchada por Gobierno”, publicaba la cuenta que organiza la marcha. En apenas dos días tienen cientos de miles de seguidores en las redes sociales, el primer campo de batalla en el que se está celebrando este enfrentamiento entre la ciencia y la administración Trump. La participación está abierta a todo el mundo: “Algunos han preguntado si los no científicos pueden marchar. ¡La respuesta es sí! Todos los que creen en la ciencia empírica pueden (y deben) marchar”, aseguran.

Además, los activistas de People’s Climate March (Marcha Popular sobre el Clima), que lograron una gigantesca manifestación para concienciar sobre el cambio climático en 2014, han convocado una nueva marcha para el 29 de abril en respuesta a “la agenda anticlimática de Trump”.

La semilla de la resistencia se plantó en el mismo momento en que se tomó conciencia de lo que podría significar la presidencia de Trump. Ya se manifestaron en diciembre durante la mayor concentración de científicos que trabajan sobre el clima: en la reunión de la Unión Americana de Geofísica. Si algo bueno tiene la verborrea del nuevo presidente es que sus salidas de tono sirvieron de aviso para los científicos, que pudieron actuar con antelación.

En los días que siguieron a la elección del potentado, los científicos que investigan sobre el clima de la Tierra comenzaron a organizarse para poner salvo el gigantesco volumen de datos recabados hasta el momento. La prueba de que tenían razón llegó ayer, cuando la administración dio orden de tumbar la página oficial sobre cambio climático. La presión social y de los medios ha paralizado, de momento, esa decisión que destrozaba el trabajo de años por acercar la ciencia del clima a la sociedad estadounidense, que es quien la paga.

Posteriormente, la agencia AP informó de que todos los informes y estudios científicos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) tendrán que pasar por las manos de Trump antes de hacerse públicos, algo que está prohibido según la propia política de integridad científica de la EPA. Los datos científicos son sagrados y si pasan antes una revisión partidista quedan por completo en entredicho. El presidente eligió para gobernar la EPA a un negacionista del calentamiento climático, Scott Pruitt, que como fiscal de Oklahoma tiene un largo registro de acciones contra la EPA y en favor de empresas contaminantes.

La administración Trump prohibió a las agencias ambientales y a sus empleados toda comunicación directa con el público, impidiendo que se manifestaran sobre la ciencia del cambio climático. De pronto, varias cuentas oficiales de organismos públicos comenzaron a realizar un gesto simbólico de resistencia: publicar mensajes sobre al calentamiento en sus cuentas de Twitter.

La resistencia tuitera

La resistencia la lideraban las cuentas de los Parques Nacionales, con el Parque de Badlands (literalmente, malas tierras) de Dakota del Sur como abanderado. Sus tuits criticando al Gobierno y resaltando los graves problemas que asedian a la Tierra fueron borrados. En su lugar, nacieron nuevas cuentas de esta resistencia tuitera, alternativas a las de las agencias oficiales del espacio (NASA), la Atmósfera y el Océano (NOAA), la EPA, los Institutos Nacionales de Salud (NIH), el Centro de Control de Enfermedades (CDC), la Administración de Alimentación y Medicamentos (FDA) y, por supuesto, los beligerantes Parques Nacionales.

Desde esas cuentas siguen informado sobre el estado del planeta y animando a los ciudadanos críticos a compartir su lucha contra las intenciones de Trump y sus subordinados. Algunas de esas cuentas se están externalizando para evitar una caza de brujas entre los empleados públicos que se decidieron a abrirlas desde organismos como la NASA o la EPA.

“Aunque esto comenzará con una marcha”, dice la convocatoria de la manifestación, “esperamos usar esto como un punto de partida para tomar partido por la ciencia en política. Recortar la financiación y restringir a los científicos la comunicación de sus resultados al público es absurdo y no puede ser aceptado como política”.