Padres del Heavy Metal, llevaron el terror a los dominios del rock. Mezclaron sonidos oscuros y de mayor intensidad en la guitarra y el bajo, para acercar a su audiencia a una experiencia semejante al Hades. Así el ocultismo hizo del sonido del cuarteto una aproximación a la magia, con un sórdido despliegue cargado de letras y símbolos paganos.
Liverpool había sido la cuna del rock británico desde The Beatles, aunque por entonces las producciones ya empezaban a ser complacientes. En Birmingham, una localidad de clase obrera, dedicada a la siderurgia, donde la vida no alcanzaba más que para aspirar a un oficio fabril y sobrevivir con un salario mísero, cuatro jóvenes melenudos buscaban que su música sea un tributo a las películas de terror. Quizá por ser el fin de una era de paz y amor, Black Sabbath escogió el pesimismo, el miedo y la ira como un camino de expresión. De ahí que su álbum debut haya resultado una ruptura total con el hippismo, para acercarse más a lo sobrenatural.
Tony Iommi fue el artífice de esta pirotecnia. Tras perder dos yemas de los dedos en un accidente de fábrica a sus 17 años, y haber recibido prótesis de goma en las mismas, empezó a encerrarse en su habitación a componer. Como si fuera un actor, se predispuso a dejarse llevar por repentinas sensaciones que fuera captando en su guitarra, y asumiendo nuevos roles, en función a lo que su instrumento le dictara.
Bajo el efecto del hachís, el llamado acorde del diablo empezó a fluir entre sus dedos un día. Ya con la formación de Black Sabbath completa, decidió componer temas en torno a la pérdida de la certeza, al alcanzar un espíritu mucho más provocador, melancólico y cuestionador que las bandas de ese entonces. Fue así que, en 1970, Tony Iommi, Geeze Butler, Bill Ward y Ozzy Osbourne decidieron dar continuidad a esta magia negra sonora, para convertirla en un ritual fúnebre.
El 13 de febrero de 1970, el sello Vertigo Phillips lanzó el disco de Black Sabbath. Trabajo que la banda grabó y masterizó en tan sólo dos días. El resultado sería un material con riffs pesados que se asemejaban a sierras eléctricas o a choques de autos, bajo una atmósfera magnética pero tenebrosa. De súbito el grupo empezó a ser reconocido dentro de una corriente ocultista. Se forjó así un lazo de hierro inquebrantable entre Heavy Metal y Satanismo. El nombre del grupo se tomó de un filme dirigido por el italiano Mario Brava, quien se convirtió en un pionero del Giallo, un subgénero cinematográfico que fusionaba suspenso policial con terror, erotismo y violencia. Ozzy Osbourne también fue influido por las novelas ocultistas de Dennis Weathley, mientras que Iommi eligió el tritono, frase melódica prohibida en la Edad Media, como el sello sonoro de Black Sabbath. Aunque, el responsable de brindar contenido esotérico a la banda fue más que nada Geezer Butler, que había atravesado una etapa de obsesión por lo oculto. Los libros del mago, Aleister Crowley, las cruces invertidas y las paredes de casas pintadas de negro fueron elementos de ese imaginario que estuvieron rondando en la cabeza del músico por un tiempo. Los versos de la canción “Black Sabbath” los escribió Ozzy Osbourne después de que Butler le relatara una experiencia con una entidad aterradora que se materializó frente a él. Canciones como N.I.B, que toman imágenes de Lucifer, “Behind the Wall of Sleep”, que se inspira en la cosmogonía de H.P Lovecraft, o “The Wizard”, que realza al mago Gandalf del Señor de los Anillos, son algunos de esos símbolos, que fueron identificados exageradamente como satánicos.
La portada del disco debut, que solo llevó por nombre el de la banda, fue otra de las razones de que el público los tildara de satánicos. La imagen de una bruja cargando un gato negro, en un paisaje disonante con el histórico molino de Mapledurham Watermill de fondo, en Oxforshire, causó shock y temor en la gente. La maleza y lo descuidado del ambiente dieron a la composición del cuadro un aspecto macabro. Ian MacMillan fue el fotógrafo escocés que consiguió el efecto aterrador de la tapa, con una superposición de los negativos, junto al diseño del artista Marcus Keef. Se tejió la leyenda de que la mujer que sale agarrando del gato en la fotografía solo apareció repentinamente y que era el espectro de una bruja. Aunque recién, en la actualidad se revelaría que se trataba de la modelo Louisa Livingston, a quien MacMillan encontró en una agencia de maniquíes en Londres. La cruz invertida en el interior del álbum, idea comercial de los empleados de la disquera Vertigo, colocó al cuarteto en el territorio de la herejía. De ahí que, por un tiempo, las radios hayan censurado la emisión de su música.
De 38 minutos y siete canciones se compone el álbum debut, producido por Rodger Bain, quien después trabajaría con Judas Priest. Este productor impondría la idea de que casi todo se grabara en solo una toma, como los discos en vivo. Para sorpresa de la banda, el álbum alcanzó el octavo puesto en el chart británico, gracias al morbo de los rumores que vinculaban a la banda con el mismísimo Lucifer. Asustado por la reacción escandalosa que despertó la banda, el padre de Ozzy Osbourne decidió entregar a su hijo una cruz cristiana de metal, en señal de protección. A la banda le encantó el accesorio, por lo que decidieron los otros tres integrantes llevarlo en sus presentaciones. Curiosamente, el disco tuvo gran repercusión y aceptación en los Estados Unidos, país protestante, de ideas más conservadoras.
Ante el éxito repentino en América, la disquera obligó nuevamente a la banda a entrar al estudio, para grabar “Paranoid”, con ocho canciones, en una duración de 42 minutos. Roger Bain pulió más la fórmula sonora hasta conseguir una pesada construcción armónica, que daría a Black Sabbath el sonido pionero del Doom Metal. Las letras hablaban sobre viajes en el tiempo para salvar a la humanidad, la amenaza de una guerra nuclear, Vietnam, la paranoia y la adicción a las drogas. Los temas de Paranoid se pasaron en la radio y alcanzaron el número uno en Gran Bretaña, y el 12 en los Estados Unidos, sin escapar a la controversia, porque una enfermera se suicidó en aquel tiempo, mientras en su tocadiscos sonaba “Paranoid”. Lo que generaría una investigación judicial que llenaría los tabloides.
La polémica no se separó del grupo, que era invitado por satanistas de túnicas negras a realizar conciertos en el cementerio, o que asustaba a las mujeres que los veían en vivo, por considerarlos siniestros. Jamás la banda se consideró satanista, ni aceptó las invitaciones de magos negros para dar sus presentaciones en vivo. Todo fue parte de una histeria colectiva, suscitada en el momento por los símbolos y atuendos que portaban. Tan sólo utilizaron componentes teatrales del misticismo para hacer una crítica más profunda a los cimientos sociales que se habían levantado en la sociedad puritana de Inglaterra.
Desde entonces la banda grabó una veintena de discos, entre los que sobresalen los primeros, de su época más impactante, a principios de los 70. Incontables cambios de formación sucedieron en Black Sabbath, al mantener a Tony Iommi como presencia perpetua y alma de la banda. En ocasión de su 50 aniversario, se han organizado en Londres dos audiciones que serán en completa oscuridad. Aunque, críticos establecen que, pese a su antigüedad, no es un disco que obligue a realizar homenajes, pues el metal mundial a cada momento revive su sonido. Con esto queda claro que Black Sabbath no solo fundó un nuevo estilo de música, sino una forma de ser en la juventud.