Alejandro Jodorowsky: Twitter es la literatura del siglo XXI

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Alejandro Jodorowsky, artista y psicomago aclamado por su breve pero sugerente filmografía, ha hecho del arte “una experiencia original y sanadora”, caso de su último espectáculo ‘Cabaret místico’.

septimovicio.com.- Un embaucador para algunos, un visionario comunicador para otros. La trayectoria del polifacético Alejandro Jodorowsky (Chile, 1929), capaz de generar tantas pasiones como fobias, supone un punto de inflexión en la contracultura del siglo XX. Cofundador del Movimiento Pánico junto a Topor y Arrabal, guionista de cómics en estrecha colaboración con Moebius y Milo Manara o mimo a las órdenes del renombrado Marcel Marceau, lo cierto es que este singular artista de origen judío-ucraniano, célebre por su divulgación de las bondades de la psicomagia -una técnica terapéutica que conjuga ritos chamánicos ancestrales, teatro y psicoanálisis-, ha marcado a varias generaciones de cineastas, músicos y curiosos ocasionales.Venerado por su breve pero sugerente filmografía -pura imaginería surrealista y barroca al servicio del cine de género o el costumbrismo más sórdido-, Jodorowsky ha convertido el arte en “una experiencia original y sanadora”, caso de su último espectáculo ‘Cabaret místico’, con el que logró sumar en Bilbao una segunda función a la inicialmente prevista como consecuencia de la gran demanda de entradas.

– No es la primera vez que desembarca en nuestro país. ¿Qué ofrece esta versión remozada de ‘Cabaret Místico’?

– Una audiencia pasiva carece de interés. Por eso decidí abandonar el formato de conferencias y opté por los talleres. Una opción que permite interactuar y participar en ejercicios de desarrollo intelectual, emocional y creativo.

– ¿Cuál es la finalidad de estos ejercicios?

– Modificar la psique humana. Busco aportar dosis de optimismo a la hora de enfrentarse a problemas cotidianos como la inseguridad o el miedo. Enemigos en la sombra que nos conducen a la depresión, la desesperación y la destrucción del planeta. La culpa la tiene la inercia que nos ha inculcado la educación familiar, social y cultural.

– En dicha tesitura, ¿cuál es el diagnóstico y el tratamiento que propone para la situación económica y política actual?

– Sí, hay crisis y violencia pero no debemos confundir lo que hay con lo que es. La enfermedad es mundial porque el capitalismo ha caducado. La gente se ha dado cuenta de que el dinero es un papel impreso que solo sirve para comprar y endeudarse. La recesión es simplemente un negocio artificial. Cuando caiga el sistema, se hundirá también todo aquello que lo sustenta, ya sea la religión, la política o la industria. Todo debe cambiar, pues, de lo contrario, caminamos directos al exterminio. Es decir, una nueva guerra mundial, una catástrofe planetaria y el fin de la humanidad.

– ¿Por qué se inclina por las grandes audiencias frente a la intimidad de la consulta?

– Una sola persona, bajo la supervisión de un terapeuta, se identifica con un enfermo que paga a un desconocido para que haga las funciones de padre. En un taller de esta naturaleza, la colectividad es la que sana.

– En esta ocasión ha apostado por una puesta en escena reducida a su mínima expresión.

– ‘Cabaret Místico’ no es un espectáculo al uso. Ni me considero un actor ni necesito decorados, porque no se trata de una función teatral. He eliminado los disfraces y el acompañamiento musical. Es un taller que precisa exclusivamente de un taburete, dos micrófonos y la luz de la sala.

– ¿Qué siente al ser etiquetado como cineasta de culto?

– Acaba de publicarse un volumen monográfico al que su autor, Diego Montes, puso como título mi nombre. Es la primera vez que tengo en mi biblioteca un libro que se llama como yo. Es como mi hermano gemelo. En ese preciso instante fui consciente del valor de mi filmografía. El secreto reside en que hago cine sin esperanza económica, casi un suicidio. La financiación de mis primeras películas la obtuve de bandidos, locos, ingenuos, estafadores y cheques sin fondo. Han pervivido en la memoria cinéfila porque son honestas.

– ¿Qué realizadores merecen dicha consideración?

– Hay pocos. Tal vez, Buñuel y Fellini. Nicolas Winding Refn, gran amigo y director de ‘Drive’ -premiada en el Festival de Cannes-, me visitó para consultarme porque temía que Hollywood lo destruyese. Hoy presiento que la industria se lo puede comer porque ya está dirigiendo spots publicitarios para marcas de perfume. Claro, es joven, necesita vivir y entiende el cine como un oficio. Yo acepté filmar una película horrible (‘El ladrón del arcoiris’) porque me estaba muriendo de hambre y no hay día que no me arrepienta de haberla hecho.

– ¿En qué estado se encuentra la adaptación cinematográfica de su autobiografía imaginaria ‘La danza de la realidad’?

– Todos los días trabajo en ella doce horas. Durará 150 minutos y aspiro a terminar el montaje en marzo del próximo año. Como siempre, al margen del circuito comercial. O cosecha un gran éxito o constituye un rotundo fracaso. Asumo el riesgo.

– Se ha convertido en una de las personalidades más activas de la red social Twitter.

-Es una maravilla. Twitter es la literatura de este siglo. Te alaban o te insultan. Incluso los ‘trolls’, que son como los bufones de los reyes, me resultan simpáticos.

David López