Blake y Schofield en una guerra sin pausa

Redacción dat0s
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Foto: 1917

La película 1917 ha sido una de las pocas que recuerdan la Primera Guerra Mundial que inició en 1914, ese episodio tan delirante que acabó cuatro años después, un 11 de noviembre de 1918, con el armisticio entre Francia y Alemania, cargándose la vida de 10 millones de personas.

La magistral dirección de Sam Mendes en 1917 es un esfuerzo notable para la narrativa del séptimo arte. Una notable composición de escenarios que ponen de principio a fin un halo de constante vitalidad, compromiso con la obediencia, perseverancia y fe. 1917 es una producción de gran nivel de un hecho tan fatídico como la I Guerra Mundial de la que se conoce muy poco, cinematográficamente hablando. Los 117 minutos de la película son constituidos en dos planos continuos que recrean en tiempo real la jornada desesperada de los jóvenes soldados Blake (Dean-Charles Chapman) y Schofield (George MacKay) a partir del momento en que son retirados de una agradable campiña -que se reproduce en la escena final de la película- para cumplir una misión casi suicida; un recorrido sinuoso por territorios devastados en la trama mortal de la guerra.

Blake y Schofield son llevados a la división en el frente de guerra. Allí, el comandante al mando del pelotón les instruye llevar al otro lado de la contienda una orden para detener el ataque. Se trata de trampa tendida por el enemigo. A partir de ahí los jóvenes soldados comienzan un conmovedor recorrido a través de trincheras bañadas de muerte que los alemanes acaban de abandonar. Los jóvenes soldados pasan expuestos a innumerables peligros, atravesando ríos, haciendas y ciudades en ruinas para llegar antes del amanecer al local donde el destacamento ingles conformado por 1.600 hombres esta por caer en una emboscada.

Blake es el escogido porque además de ser experto en mapas, tiene un hermano en el destacamento inglés. No le falta motivación e instinto, además de una buena dosis de humor que deja en el público alargada una sonrisa a pesar del inminente peligro que corre su vida. El destino de Schofield es distinto. Acompaña a Blake como un tubo, al lado del amigo en la hora fatal. Como veterano en otra batalla, Schofield ha sobrevivido a los horrores de Somme, 1916, que Blake desconoce. Mientras el compañero se lanza de lleno en la arriesgada misión, Schofield intenta medidas de cuidado y planificación.

Atrapados en el barro de las trincheras, entre hambre, enfermedades y ratas, el director Sam Mendes tiene la increíble habilidad de mostrar el pavor de ataques con gases letales y armas que por primera vez son usadas en la I Guerra Mundial, la más cruel de todas las guerras – una pesadilla que se prolongó por cuatro años (1914 – 1918) en la que unos 10 millones de soldados nunca volvieron a casa; abandonados en una muerte anónima en las tenebrosas “tierras de nadie”, como eran llamadas las zonas de muerte entre las dos trincheras enemigas.

primera guerra mundial

Hasta ahora la I Guerra Mundial no ocupaba lugar de atención en la cartelera como su predecesora la II Guerra Mundial de la que se ha documentado una cantidad enorme de material fílmico. Esa condición de segundo que ocupaba la primera conflagración mundial gana fuerza y dramatismo por su intensidad. Los 117 minutos de la película son puro virtuosismo del drama de definir personajes tan solo por medio de sus acciones, que los dos jóvenes actores al igual que el resto del elenco de la película, corresponden de manera admirable.

Mucha de la calidad de la película está en la concesión que Sam Mendes regaló en la dirección de 007- Operación Skyfall. En 1917 el director excluyó el contexto histórico de la guerra. 1917 fue el año en que los Estados Unidos entran a la guerra y en la que Rusia movilizada por la Revolución comunista se desmarca del conflicto, el mismo año en que los alemanes intensifican su ofensiva. El director tampoco se preocupa del actual avivamiento de los nacionalismos y del fascismo en la que eclosionó el singular escenario de la guerra a principios del siglo XX. Con el foco cerrado en ese aspecto, el director hábilmente juega para que ese clima se forme en la imaginación del espectador. Un mundo en el que no parece haber una segunda opción, en el que no se puede dar un paso atrás.

Para crear esa imagen de realidad el director pasó junto al elenco de actuación un largo periodo de adaptación, incorporando una enorme cantidad de elementos hasta que la película pueda entrar en producción. La coreografía es mucho más intrincada que el papel de los actores centrales. Con frecuencia dice Mendes “la cámara tenía que pasar sin interrupción de la parte posterior de un vehículo a las manos de un operador y de ahí a una grúa, mientras los técnicos de filmación se escabullían para evitar entrar en escena”. Los planos fueron ultra complejos de varios minutos. Secuencias de planos al límite. Puede este aspecto ser lo más lindo en 1917, pero sin duda la manera como Mendes sumerge al espectador en su virtuosismo y el sufrimiento de los dos soldados protagonistas son elementos de una realización cinematográfica que por razones inexplicables no fue nominada al Oscar.

 

Este artículo fue publicado por primera vez en la edición número 230 de la revista datos de marzo de 2020

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