
En 1969, en una granja al norte de Nueva York, medio millón de jóvenes (hippies) protestaban contra la guerra del Vietnam, el símbolo de la paz era el hito, el sexo y las flores simbolizaban la libertad y la emancipación, contra el consumismo desenfrenado de hoy que está a punto de provocar un conflicto militar (estallido nuclear).
En Woodstock el apelo a la filosofía de la paz fue la guitara de Jimmy Hendrix, la inconfundible voz de Janis Joplin o Joe Cocker interpretando With a little help from muy friends. En Coachella nadie ayuda al amigo (por la letra de la pieza de los Beatles); la insensibilidad de las redes sociales es la marca de la “edad de oro” y el “día de la liberación” que proclama Trump; que ha puesto al mundo de patas arriba a nombre del proteccionismo económico, imponiendo reglas de manipulación (la posverdad sustituida por la hipnosis) para conseguir objetivos basados en la acumulación de riquezas.
En Woodstock ningún político podría hacer un discurso lírico encima del escenario, sería tan estúpido; le arrojarían barro y huevos. En Coachella, el demócrata (llamado comunista por los radicales de derecha) Berny Sanders (nunca entendí el término comunismo en EEUU) se subió al escenario para alertar el peligro de Trump.
Sanders hace campaña en el escenario del concierto. “El futuro de los Estados Unidos depende de su generación”, reflexionó a unos 100.000 jóvenes que inútilmente aplaudieron las palabras escamoteadas del líder demócrata que no ha tenido chances en ninguna de las primarias demócratas para competir a la presidencia de los Estados Unidos.
El apelo de Sanders, en el más grande festival de música de California, para pedir que no den su apoyo a las políticas de Donald Trump apenas tres meses de su posesión es ridículo. En Coachella, Sanders no opacó al pop, rap, ni a la filarmónica de Los Ángeles, ni a Lady Gaga o a Green Day. Allá en Indio, California, bajo el lema “Combatir la Oligarquía” Sanders se dio un baño de popularidad comunista usando el binarismo: “A lo largo de todo el país no solo en California, en muchos estados, lo políticos están intentando quitarles a las mujeres el poder sobre sus cuerpos”.
Hace más de 56 años señor Sanders no se discutían estos disparates porque cada uno sabía dónde comenzaban sus derechos y donde terminaban el de los demás.
En Woodstock las mujeres si sabían lo que querían.