“El que tenga miedo a morir que no nazca”: una conversación con Juan José Martínez d’Aubuisson 

Natalia Hidalgo | InSight Crime
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El barrio Rivera Hernández, en la ciudad hondureña San Pedro de Sula, no es un barrio cualquiera. Es el corazón herido de San Pedro Sula; el lugar más peligroso de “la ciudad de los bandidos”, una de las más violentas del mundo. Aquí, bajo el mantra “para morir nacimos”, pandillas como Los Locos de Vesubio resisten la expansión de las maras de origen californiano, principalmente la Mara Salvatrucha 13 (MS13) y el Barrio 18.

Y ese mantra inspiró el título del último libro de Juan José Martínez d’Aubuisson: El que tenga miedo a morir que no nazca, una obra que examina las complejas dinámicas entre las pandillas locales, la MS13 y el Barrio 18 en Rivera Hernández. Después de diez años de trabajo de campo, el autor recoge sus vivencias y observaciones, fusionando el periodismo y la etnografía para analizar la criminalidad en San Pedro Sula desde un enfoque original y diferente.

InSight Crime habló con Juan sobre su experiencia y los cambios que está experimentando la criminalidad y la violencia callejera en Rivera Hernández.

InSight Crime (IC): Al comparar su último libro con su obra anterior Ver, oír y callar. Un año con la Mara Salvatrucha 13, donde documenta su experiencia directa con esta organización criminal durante un año, ¿cuál ha sido el episodio más difícil que ha enfrentado durante su trabajo de campo? 

Juan José Martínez d’Aubuisson (JM): Uno de los mayores retos no fue lo que vi, sino más bien cómo lo escribí. Consistió en lograr una conexión sutil y precisa entre acontecimientos del presente relacionados con la violencia y la criminalidad y sus raíces históricas, otorgándoles la dimensión justa, sin exageraciones ni omisiones, y evitando explicaciones erradas. Por ejemplo, me resultó especialmente complejo establecer un vínculo entre la llegada de las compañías bananeras a finales del siglo XIX al país con los altos niveles de violencia criminal en San Pedro Sula. Otro desafío importante fue explicar cómo la representación de pandillas en las películas de Hollywood ha influido en el imaginario colectivo y en el perfil particular de las pandillas en esta ciudad hondureña.

IC: Durante su investigación, ¿hubo alguna experiencia que desafiara su percepción inicial sobre la criminalidad y la violencia callejera en Honduras?

JM: Anteriormente había estado estudiando a las maras, especialmente a la MS13, y al Barrio 18, en Guatemala y El Salvador. Un día durante mi trabajo de campo en San Pedro Sula, un integrante de la MS13 me acompañó a “El Ocotillo”, el basurero de la ciudad, actualmente bajo control de esta organización criminal. En un momento le pregunté a mi acompañante algo habitual que solía hacer en mis entrevistas: “¿Dónde te brincaron?”, una expresión común para referirse al rito de iniciación. Sin embargo, no me terminaba de entender. Confundido, finalmente me respondió: “Yo no soy de la MS13. ¡Yo trabajo en la MS13!”.

Esa respuesta fue profundamente reveladora. Comprendí que el tiempo de las maras como espacios de pertenencia o identidad había terminado. La MS13, lejos de ser un reducto para jóvenes que buscan refugio ante la precariedad familiar o socioeconómica, ha experimentado un proceso de occidentalización y capitalización, transformándose así en una “empresa criminal de origen pandillero”. Ya no hay espacio para rituales ni para el lenguaje encriptado que antes definía a esta pandilla de origen californiano. Ahora, la lógica del dinero –“la plata”– es la brújula que dicta la eficiencia criminal y la violenta de la organización, desplazando por completo cualquier rastro de cultura identitaria que alguna vez la definió.

IC: El libro ilustra cómo la MS13 y el Barrio 18 han conseguido establecer un monopolio sobre el crimen callejero no solo en San Pedro Sula, sino en toda Honduras. ¿Cómo han llegado a consolidar ese poder? ¿Existen diferencias entre las dos organizaciones criminales? 

JM: La MS13 ha conseguido una monopolización casi total. Cuando volví al barrio Rivera Hernández unos meses atrás, observé que decenas de agrupaciones pandilleras que antes operaban allí, ahora han sido barridas.

Como parte de su proceso de occidentalización y capitalización, hoy la MS13 funciona como una estructura mucho más sofisticada, con vínculos y respaldo estatal. Barrio 18, en cambio, está en vía de extinción, en parte por falta de apoyo institucional y por mantener prácticas más ligadas al pandillerismo tradicional que le impiden transformarse en una empresa criminal. A diferencia de la MS13, aún conserva un sistema de símbolos y una lógica identitaria que la mantiene arraigada a sus orígenes.

IC: ¿A qué se debe que la MS13 cuente con cierto grado de apoyo estatal, mientras que el Barrio 18 no? ¿Cuál es la relación simbiótica entre esta estructura criminal y el Estado?

JM: Podría decirse que se eligieron mutuamente: el crimen organizado y la política en Honduras forman parte de un mismo sistema. Hoy, no es posible consolidar poder político sin algún tipo de vínculo con estructuras del narcotráfico. De la misma forma, tampoco se puede florecer en el narcotráfico sin acceso al poder político. En 2014, “Porky”, a quien menciono en el libro, apostó por forjar el vínculo con el gobierno. Consiguió acceso a preventas carcelarias, obteniendo ganancias impresionantes. La MS13 ha conseguido entender bien su papel como empresa criminal. Ha diversificado sus inversiones: controlan funerarias, centros de reciclaje, casas, hospitales, y gasolineras.

Un punto clave es que ya no dependen de la extorsión. Han pasado de utilizar la violencia como herramienta principal a un método utilitario; solo se recurre a ella cuando fallan los mecanismos económicos que generan ganancias. Barrio 18, por el contrario, mantiene un uso de la violencia mucho más impulsivo, generando fricciones constantes con las autoridades, lo que ha dificultado su evolución hacia un modelo más empresarial y, en consecuencia, ha limitado su supervivencia.

IC: En el libro acompaña a caravanas de migrantes que se ven forzados a dejar sus casas y partir rumbo a Estados Unidos. ¿Cómo puede abordarse el análisis de los factores sociales que vinculan criminalidad y migración sin caer en las narrativa simplistas que criminalizan al migrante? 

JM: No estamos frente a una narrativa nueva. Las deportaciones desde Estados Unidos siempre han sido violentas y fuertemente focalizadas, pero ahora ese discurso se expresa con mayor libertad y menor escrutinio. La criminalización de la migración ha sido una constante, y todo indica que continuará, posiblemente con consecuencias aún más graves.

IC: En su libro, usted cuestiona el papel de ciertos medios internacionales que han abordado la criminalidad en Honduras desde enfoques sensacionalistas y, en ocasiones, poco éticos. ¿Cómo puede el periodismo denunciar de manera responsable las dinámicas de violencia y criminalidad sin recurrir a la espectacularización ni comprometer la integridad ética del oficio?

JM: Se trata de enfrentar una lógica arraigada en algunos de los grandes medios norteamericanos y europeos. Estas narrativa espectacularizan la violencia en América Latina desde una mirada que no termina de reconocer plenamente la humanidad de las personas que retratan. Es como si no fuéramos del todo humanos, sino cuasi-humanos. Las vidas de los integrantes de estas comunidades parecen valer menos en términos narrativos. Por eso, tenemos la responsabilidad de cuestionar no solo los hechos que reportamos, sino la manera en la que interactuamos con los menos privilegiados y, posteriormente, representamos.

Juan José Martínez d’Aubuisson colabora con InSight Crime en reportajes e investigaciones.

 

 

"Estudio y practico la tecnología para odiarla mejor"

Nan June Paik (artista e investigador)
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