literatura erótica o el sexo vende

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Trilogías eróticas: ¿una nueva literatura femenina o simplemente “el sexo vende”?

Josep Oliver/ Papel en blanco

Cuando la diva gótica de la literatura Anne Rice tuvo que escribir, allá por los años 80, bajo pseudónimo su trilogía de la Bella Durmiente, poco se podía imaginar, creo yo, que el género de la novela erótica se haría ampliamente popular algún día, sino que gozaría de las ventas y la visibilidad de cualquier otro.

Todo ello gracias, por supuesto, a otra trilogía (…)Estoy hablando de las ‘Cincuenta sombras de Grey’ de E.L. James, unos libros que ciertamente no brillan por ser alta literatura. ¿Cuáles han sido entonces las razones de su éxito? Una de ellas quizá pueda ser la que me dijo una vez una lectora en cuyo criterio confío: que la protagonista [ADVERTENCIA: posibles spóiler de la saga de ’50 sombras’] hace realidad las fantasías femeninas más usuales. No sólo las sexuales, sino las típicas de domesticar al hombre rebelde y de pasado misterioso, y formar una familia con él. [Fin del spóiler]

Mientras tanto, el ‘boom’ de la novela erótica (y, sobre todo, la novela erótica escrita por mujeres) ha eclosionado en el mercado. Si en anteriores oleadas de best-sellers tuvimos la novela de intriga con elementos históricos-artísticos-conspiranoicos, al estilo de Dan Brown, ‘El código Da Vinci’ y todos sus clones; la novela histórica medieval; una breve moda de novela ambientada en la época romana a cuenta del éxito de la película de Amenábar ‘Agora’; o las novelas de amor imposible entre criaturas de la noche y adolescentes (‘Crepúsculo’ y derivados), ahora una de las tendencias es seguir el camino marcado por E.L. James y sus sombras.

Sólo en el catálogo de Grijalbo, editorial que publicó en español la trilogía de Grey, tenemos ‘Diario de una sumisa’ de Sophie Morgan, ‘Bajo las sábanas’ de Kristina Wright, o ‘Desátame’ de J. Kenner; pero hay más trilogías eróticas en las librerías, la de la autora española (bajo pseudónimo)Megan Maxwell en ‘Pídeme lo que quieras’, la de ‘El lado salvaje de Jude’ de Nicole Williams; la trilogía Crossfire de ‘No te escondo nada’ de Silvya Day, la de ‘Ochenta melodías de pasión’ de Vina Jackson… Y podríamos seguir con una lista de títulos interminable que han germinado a la sombra de esta última moda.

Llegados a este punto, tendríamos pues que preguntarnos el porqué de este fenómeno. Es verdad que la literatura erótica no es un fenómeno nuevo. Tenemos ejemplos que van desde el erotismo ligeramente amoral de Nabokov en ‘Lolita’ a la depravación más absoluta de Sade y sus ‘120 jornadas de Sodoma’. Entre medias destacan libros como ‘El amante de Lady Chatterley’ de D.H. Lawrence, que viene muy bien al caso porque de él se dice que el autor supo crear un personaje femenino complejo y creíble para sus lectoras, cosa que, en lo que respecta al sexo, tiene su mérito si hablamos del año 1928. Y es que, hasta el momento, la gran mayoría de autores que se habían internado en el campo del erotismo/pornografía literarios eran hombres.

Quizá es por eso estos libros hayan tenido tanto éxito: porque ya no es la perspectiva masculina la que domina las tramas, sino la de la mujer. Pero ni siquiera eso es nuevo. Os recuerdo que la trilogía de Anne Rice que citábamos al principio es de hace unos buenos treinta años, y en ella ya hay sadismo, masoquismo, mujeres forzadas, atadas y penetradas por todos los orificios posibles. A este respecto, la autora de ‘Entrevista con el vampiro’ declaraba hace poco: “Las mujeres tienen el mismo derecho a la pornografía que los hombres, y estoy hablando de pornografía literaria, literatura erótica. Si una mujer quiere ser abordada por un pirata, está en su derecho.”

De cualquier forma, la moda ha cosechado un gran éxito, ha normalizado algunas prácticassexuales que anteriormente podrían verse como meras depravaciones y ha reclamado para la mujer un protagonismo que no había tenido. Muchas de estas obras tienen un lenguaje sencillo, una sintaxis rala, están escritas en primera persona del presente, lo que acerca al lector mucho más a la trama. No hay tapujos, no hay reglas: no hay senos sino tetas y no hay templos de Venus sino coños. Los hombres no son (sólo) vistos como un ideal romántico al estilo de Austen, sino que son deseados y hasta cosificados sexualmente. La mujer no tiene miedo ya de expresar sus más íntimos deseos. El siglo XXI ha traído la liberación definitiva de la mujer, y era sólo cuestión de tiempo que eso se reflejara en la literatura.

Aunque no debemos olvidar en todo ello que la voracidad del mercado es también un dato muy importante a tener en cuenta a la hora de analizar el éxito de este género. La jugada ha salido bien y el mercado repetirá la fórmula hasta que ésta se agote, y luego pasará a otra. Si la siguiente es el redescubrimiento de la tragedia griega en cinco actos, o las novelas con tintes gastronómicos, eso sólo lo dirá el tiempo.