Molotov incomoda al poder en todas sus formas

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Uno de los más incómodos sobrevivientes ante el poder es el rock. Este género ha causado molestias a gobernantes (y a sociedades conservadoras y progresistas) en distintas partes del mundo. El rock, por eso, tiene un vínculo con los cambios de los países y más con aquellos como México. Esa es la moraleja, si se la puede llamar de alguna manera, que deja el documental ‘Gimme the power’ (Olallo Rubio). El filme narra -desde la ironía y el cinismo- parte de la historia (republicana) de México y busca -a propósito y sin medida- un vínculo con la aparición de Molotov. Deliberadamente, el vértice del audiovisual y la letra de la música de Molotov se amarran con la ironía y el cinismo. ‘Gimme the power’ no ha llegado a las salas, se lo puede ver en Netflix. Tito Fuentes (voz y guitarra) apuntó -en una entrevista reciente con este Diario- una cita de la banda: “La acusación precisa y el insulto bien definido”.

El documental busca el fondo de las letras que apuntan al Gobierno mexicano y al status quo de esa sociedad. La historia del país norteamericano, relatada en el filme, no suena extraña ni muy lejana a la ecuatoriana, tal vez por la herencia colonial o las condiciones socioeconómicas de Latinoamérica. ‘Gimme the power’ atrapa desde el inicio con una voz en ‘off’ irónica: “México (…) poblado por gente nostálgica, alegre, sensual, amable, hospitalaria, explotada, reprimida, aterrorizada. México, con toda su fortaleza, ha tenido que crecer enfermo. Los mexicanos se han rendido ante la presión del poder y han sido víctimas de todo tipo de abusos.

Pero ¿han podido denunciarlos, han podido expresar su inconformidad, sus reclamos?”. El rock o la música misma fue una de las respuestas para incomodar al poder. Ese es el argumento de ‘Gimme the power’ y de ahí se desprende la historia de banda mexicana Molotov, como la banda que -según el documental- no está casada ni con los de arriba, ni con los de abajo, ni con la derecha ni con la izquierda.

Pero no solo para incomodar al poder político, también al mediático, al imperial, al de los prejuicios sociales, al del espectáculo de la TV.

El director usa escenas históricas de archivo y tomas de películas y telenovelas como objeto de acusación o insulto. Incluso a los mismos ciudadanos, el documental acusa de conservadores y “ridículamente desinformados”. Molotov ha gritado: “matarile al maricón” o “puto” y eso ha causado molestias en los grupos Glbti, aunque esas frases y palabras; según sus defensores, son calificativos para los cobardes y los que abusan desde el poder. También han compuesto Frijolero para repudiar los controles excesivos en EE.UU. Molotov -lo dice el periodista Javier Solórzano- juega con el lenguaje… “ve lo que pasa y lo mete en esa licuadora en la que cotidianamente están construyendo su música”. Y de todo eso sale la canción Gimme the Power, ícono de la banda y un himno para las generaciones latinoamericanas que nacieron en la crisis socioeconómica.

El escritor Juan Villoro ve en Molotov la banda que le quiere decir al país lo que ellos consideran que no está bien, que se mezcla con la adrenalina del descontento. La música es una forma de desahogo y así se ven sus integrantes.

El filme, aunque lo parezca, no es una oda a Molotov. Es el deseo del director por reconstruir la historia mexicana y utiliza a los músicos para relatar la censura y los ataques a la libertad de expresión. Rubio tampoco se casa con los ídolos del nuevo rock; los muestra como ‘niños fresa’ (de familias pudientes) que no tienen que trabajar para sobrevivir. Otros músicos, de hecho, los critican por su condición económica.

Pero eso solo es parte de una de las anécdotas. ‘Gimme the power’ utiliza sus recursos para remover el pasado político y las injusticias de un país. El ritmo va de esas imágenes de archivo a la crítica de Molotov; del espectáculo de un concierto a los primeros planos de los políticos acusados de corrupción; de las letras de las canciones a las reflexiones de roqueros, periodistas y escritores que critican y aclaman a la banda y a México. Todos llegan a una conclusión: ojalá las nuevas generaciones de roqueros vean las mismas injusticias y desde la música incomoden al poder.