Obituario póstumo para Amy

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Para la mayoría de las personas es lógico y normal llegar a los 25 años. Pero en algunos casos es casi un milagro. El hecho de que la cantante británica de soul Amy Winehouse cumpliera su primer y último cuarto de siglo el domingo 14 de septiembre de 2010 era al menos algo sorprendente para ciertos niveles de la prensa británica.

Y es que Winehouse mostró con su afición a las drogas y al alcohol una fuerza autodestructiva difícil de comprender. Y en su descenso a los infiernos la artista fue observada de cerca por la opinión pública tan mordaz de su país. A pesar de su maravillosa voz ronca y sus alabadas canciones, la mayoría de las personas la relacionaron a esta delgada mujer con su deplorable estado de salud.

Casi no había día en que no se publicara una foto en la prensa de Amy sangrando, tambaleando o golpeando a algún fan. El contenido de sus cocktails de drogas (heroína, crack, cocaína) era para muchos más conocido que sus canciones. Muy pocas estrellas saben aprovechar tanto su adicción a las drogas para la autopromoción.

Después de todo, su fama creció con cada nuevo resbalón y cada cancelación de concierto. Como ocurre con Britney Spears en Los Angeles, Winehouse era seguida las 24 horas por paparazzi en Londres. Por una foto de Amy, cuanto más escandalosa mejor, se podían conseguir varias decenas de miles de dólares. Su carácter rebelde y desafiante se intuía ya en sus primeros años.

Amy nació en el norte de Londres como hija de padres judíos y descubrió muy pronto su pasión por la música. Pero tras poco tiempo fue expulsada de la escuela para talentos jóvenes Sylvia Young Theatre School supuestamente por ponerse un piercing en la nariz. En 2003, dio que hablar por primera vez con su particular estilo para vestir y su álbum debut “Frank”.

“Quiero ser muy famosa y cantar canciones que hagan olvidar a las personas su enfado por cinco minutos”, escribió Amy en esa época. La fama internacional le llegó a fines de 2006, cuando salió al mercado el disco “Back hot Back” con Hist. autobiográficos como “Rehaz” y “You Know I’m No Good”. Le llovieron premios y elogios de la crítica. El disco vendió millones de copias. Su patrimonio fue estimado en más de quince millones de dólares. Pero desde entonces ya no hubo disco nuevo y en los conciertos la cantante incluso fue abucheada algunas veces por presentarse ebria. Además, se sumó que fue rechazada para interpretar la nueva canción de James Bond.

Cuando el pasado febrero estaba en una clínica de desintoxicación y fue distinguida con cinco premios Grammy, parecía que había esperanza y había superado el bache. Pero poco después Amy fue retratada otra vez con drogas. Citaciones policiales y una estancia en el hospital por una enfermedad pulmonar fueron los próximos capítulos.

En entrevistas, ella misma admitió que padecía trastornos alimenticios y que era autodestructiva. “Estar tirada y llorar”, dijo, es una de sus actividades más habituales. El padre de Amy, Mitch, desmintió los pronósticos de una muerte inminente de su hija. Al parecer su madre ya le preguntó cómo quiere que sea su entierro.

Otras estrellas se preocupan por la pérdida de un talento semejante. “Amy escribe canciones fantásticas, tiene clase. Espero que supere esto”, dijo el líder de los Rolling Stones, Mick Jagger. Un poco de estabilidad la aporta en medio de tanto revuelo su matrimonio con el también drogadicto Blake Fielder-Civil. Para cumplir con el cliché de una pareja rockera, él se encuentra actualmente en prisión por obstrucción a la justicia. Pero hace poco cuando Winehouse anunció que quería “al menos cinco” hijos con su marido, quizá quiso decir que aún quería vivir algún tiempo más