Patricia Mariaca: Para mí esto ha sido una alegría total
Los colores de Patricia Mariaca son los colores de su carrera. Sabía a sus 10 años que su azul preferido pasaría una excursión de tonos hasta encontrar la superación. Patricia es intensa y descomunalmente sencilla. Recuerda algunas experiencias hasta aquí. Guatemala donde descubrió sin ninguna obsesión que el siguiente matiz de su obra tendría que usar la arena ocre de Mauritania. Allí, metida en la arena desértica volvió a descubrir que la experimentación no tiene idioma. Se comunicaba en el francés de los dibujos. El lenguaje universal del arte como ella lo describe. Sensualidad, vértigo y afectos. En Dallas, Estados Unidos, los tonos se mezclaron con objetos de metal y se volvieron a mezclar en sus posteriores obras. Fue un largo periodo. Los descubrimientos llegaban para explicar su permanencia en el mundo de las artes. Hasta que hace poco, sonó el timbre de una voz cálida en su celular. “No fue un descubrimiento fue la percepción que algo tenía que suceder”. La transformación del color que toca el azul del cielo y se junta con la arboleda amazónica donde todo invita a soñar.
Su exposición “Amazónica” no fue un acaso. Llego temprano para descubrir que algo estaba pasando en el horizonte desmembrado de la naturaleza. En el verde los árboles, en cavernas, piedras, en las manos de los artistas que sin saberlo obedecen periodos de creación y se dejan llevar. “Pase un largo periodo de investigación”, dice para explicar que ninguna de las pinceladas que adquirieron formas, están allí por casualidad. Explica y no tiene palabras mientras inquiere en el descubrimiento.
Monopol indagó una de sus obras para descubrir sus bases. Tomó un cuadro y desbordó el efecto y los químicos del color. Patricia había sufrido una mutación investigando las pinturas rupestres que viajan por todas partes en las misiones jesuíticas. “Creo que si no sientes cosas no puedes pintarlas, es un proceso verdadero”, dice. “Observo, saco fotos, siento; las pinturas de mi última expo están en el interior de una cueva; quise sentir lo que esa gente sentía, el poder transmitir sensaciones en todo el Matogrosso; la línea de las migraciones que recorrían desde el mar a Santa Cruz y está todo señalado, estaban tan bien dispuestas que aun las podemos ver. Eso es lo que yo llamó la química del color, mezclas y pruebas que han existido siglos”
La voz cálida se le había asomado al oído para contarle que fue elegida para convertir su arte en una manifestación de colores que la representan. Sus propias paletas de color. Que más puede pedir un artista. Tener sus propios colores que de alguna manera la hacen eterna. Ella ríe. “Ha sido una alegría total, en la historia de la pintura creo que deben haber muy pocos artistas que tienen su propio color. Lo he tomado como un premio al proceso de pensar en el color. He reflexionado mucho acerca del significado del color, desde que me levanto en la mañana y piensas en el color que vas a lucir ese día, el color es algo muy individual y tener una paleta que te identifique como artista para mí ha sido una alegría total”.
Lo acabas de decir, llegar hasta aquí tiene un proceso, tiene su propia historia. Ha sido un momento especial, qué color te puede representar realmente, o sea no creo que pueda decir este es mi color, pero sí piensas en el proceso en los colores que te representan y puedan durar mucho tiempo, es algo increíble.
Esta mañana Patricia se ha volcado el cabello atrás suspendido en una especie de hongo sin las pañoletas que descubren su personalidad, sirve un café y se acerca con las tasas en su mano sin darse cuenta que ha volcado la inspiración de sus colores en el catálogo, el único que está sobre la mesa. “Es el único que tengo”, dice. Nueve tonos adquieren una impresionante posibilidad de fuerza. Una fuente de energía cosmopolita que representa su paleta. “Los colores me hacen vibrar me emocionan; veo que esa emoción se transmite en mis cuadros. Y aunque no sé quién es la persona que los ve; siente a través del color, se comunica. Esa comunicación se ha convertido en este catálogo”.
Patricia toma entre sus manos el catálogo y lo suelta encima de la mesa tratando de encontrar una respuesta del porque no tiene más. Habla de la construcción del color y del proceso de deconstrucción; entregado a la química es lo que Monopol refleja gradualmente en la muestra. “Ha sido sorpresivo reflexionar lo que uno pinta mezclando colores”. “Qué proceso es ese”, se pregunta. Al cabo de un rato ella misma responde: “no sé”, dice.
Los ingenieros de la industria de pinturas Monopol siguieron variables a través del viaje febril del artista, de ella y de otros tres más, en la elección de los cuadros. “Lo lindo es haber llegado a una carta que contiene una variedad de colores que los utilizó de la misma manera”. Luego reflexiona: “mi proceso interior”. Ese proceso interior del color es como la luz que evoca en sus pinturas. Los que están presentes en su paleta. “Las personas que utilicen estos colores van a experimentar la sensación de que son armónicos. La historia del color es una historia de misterios. Llegaban de países remotos en forma de polvo muy exóticos y difíciles de acceder; alquimia total”, dice. Luego baja a la base. “Otra vez vuelves a los químicos con este proceso”.
Sabía desde niña que iba a ser pintora y el color que era mi favorito está reflejado en la paleta. Es el azul, es un color que vibra mucho”. Sonríe. Toma un sorbo del café frío y lee en voz alta: 1. Dorado Chiquitano Mariaca. 2. Cielo Florido. 3. Pétalo de Orquídea. 4. Pirai Caimán. 5. Afluente del Paraíso. 6. Pizcade Amarillo. 7. Portal de Selva. 8. Citrino Moxeño y 9. Monte Violín. Sus colores.
Ya tiene los matices para elegir. Patricia dice que la mujer tiene sus propios colores. “Creo que la historia de la pintura en los hombres tiene una historia registrada, en cambio la pintura de las mujeres es una pintura de interiores de casa, de cosas bonitas, pero cuando me fui adentrando en los colores me fui dando cuanta que habían sido definidos en una especie de patriarcado; la historia del arte es la historia de los hombres porque solo la escribían ellos; la historia de las mujeres en el arte se comienza a escribir en el siglo XX, se la registra como una decisión. Así se puede decir que hay colores de hombres y de mujeres
El titulo te da mucha información el título es la clave poético y tiene que atraer y lo mismo hemos hecho con los colores. Son los colores que van a vivir eternos. Ríe.