Por qué hace 100 años el último zar de Rusia tuvo que abdicar a causa de la Revolución

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“La revolución rusa llegó como un ladrón en medio de la noche. Sabíamos que iba a llegar, pero no teníamos idea cuándo. Y, de pronto, ya estaba ahí”

La frase, recogida en una grabación de archivo de la BBC, es un buen resumen de lo ocurrido en la ciudad rusa de Petrogrado -hoy San Petersburgo- en marzo de 1917.

Numerosas protestas habían estallado en la entonces capital rusa donde, hace exactamente 100 años, se produjo uno de los acontecimientos más significativos del siglo XX.

Después de siglos de gobierno autocrático, Rusia estaba al borde de la revolución.

La dinastía de Romanov, que había regido los destinos del país durante 300 años, se tambaleaba como nunca.

Y el 15 de marzo de 1917, el zar Nicolás II –emperador de todas las Rusias, rey de Polonia, y archiduque de Finlandia– se veía obligado a anunciar su abdicación.

“Saqueos estallaron hace algunos días en Petrogrado. Lamentablemente algunos soldados han empezado a tomar parte en ellos”, había escrito tan sólo tres días antes en su diario el propio Nicolás II.

Y el apoyo de los soldados al levantamiento también sería mencionado en varios testimonios recogidos por la BBC algunas décadas más tarde.

“La gente cantaba, protegida por los soldados. Los recuerdo pasando frente a nuestra ventana gritando: ‘Esta es la primera revolución pacífica. No va a haber derramamiento de sangre’“, se escucha en uno de ellos.

“Pero al día siguiente, muchos policías habían sido asesinados, quemados en vida”, continúa el testimonio, parte de una serie de entrevistas con testigos rusos y británicos rescatadas por el programa Witness en ocasión del centenario de la abdicación del último zar.

Pero ¿cómo llegaron las cosas a esta situación?

Pobreza y desigualdad

Nicolás II era un hombre bajito que acostumbraba vestir un sencillo uniforme, pero presidía una corte acostumbrada al derroche y al lujo.

Y ese lujo no podía estar más distante de la vida cotidiana de la inmensa mayoría de los rusos.

“La diferencia entre pobres y ricos era como entre el día y la noche”, le contaría, años después, otro de los testigos de esa primera revolución rusa a la BBC.

Y efectivamente, mientras la mayoría de los trabajadores vivía en absoluta pobreza, según reportes de la época, un tren proveniente de la ciudad francesa de Niza llegaba todos los días a palacio con un cargamento de flores frescas.

El manejo de esas diferencias ya había puesto a Nicolás II en problemas.

Pero todo parece indicar que el último de los Romanov no había aprendido la lección.

En 1905, por ejemplo, sus tropas habían abierto fuego en contra de una gigantesca manifestación de trabajadores que se había acercado de forma pacífica al palacio real.

Pero eso sólo atizó las protestas, por lo que el zar se vio obligado a aceptar una serie de reformas, incluida la creación de una especie de parlamento, la Duma.

Nicolás II, sin embargo, pronto le quitó a la Duma cualquier autoridad y se resistió a las demandas de cambio.

Pero entonces estalló la Primera Guerra Mundial.

Crece el descontento

El conflicto de 1914 puso en evidencia la ineficiencia y la corrupción del gobierno ruso y su ejército -pobremente equipado y peor manejado- sufrió terriblemente.

Rusia perdió millones de hombres a manos de los ejércitos de Alemania, el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Otomano.

Y el zar, que había asumido personalmente el comando del ejército, tuvo que asumir la responsabilidad.

Muchos rusos también sospechaban de su esposa, la zarina Alejandra, nacida en Alemania, y cada vez resentían más el poder creciente del favorito real, Rasputín.

Y el país, que se desangraba por la guerra, también sufría por la escasez y la inflación.

“Uno se daba cuenta que al ejercito le estaba yendo mal, que estaba siendo derrotado en varios frentes y grandes caravanas con soldados heridos llegaban constantemente a la ciudad”, se escucha en otro de los testimonios conservados en los archivos de la BBC.

“Se hablaba de derrota, de traición; se decía que no había armas ni municiones, en buena medida -según los soldados- porque sus comandantes eran corruptos y porque el zar estaba en clara alianza con los enemigos”, continúa la grabación.

En ese contexto que, en marzo de 1917, los trabajadores volvieron a organizar gigantescas manifestaciones en Petrogrado.

Y la violencia se adueñó de la ciudad.

“Banderas rojas”

“Primero fueron las protestas por el pan, luego una huelga, y luego otra, hasta que la gente empezó a sentirse poderosa“, le explicó a la BBC uno de los testigos del levantamiento de marzo.

“Había saqueos y desórdenes en las calles… la gente saqueaba tiendas, volcaba los carros de los tranvías, construía barricadas. Era obvio que algo iba a pasar“, relató otro.

Había banderas rojas por todos lados, los soldados ataban tiras de color rojo en sus edificios, la gente vestía brazaletes rojos o se colocaba cintas de ese color en los ojales”, recordó por su parte una mujer.

Y esta testigo también destacó la presencia de ametralladoras en los techos y puertas de los edificios que dominaban las principales avenidas de Petrogrado, incluyendo la sede de la Duma y algunas iglesias.

Pero muchos soldados rehusaron actuar contra el pueblo, lo que terminó sellando el destinó del zar.

“Algunos policías que permanecieron leales dispararon contra la muchedumbre, pero así solo se garantizaron su propia muerte”.

“Y el 11 de marzo la muchedumbre ya tenía el control de la capital y se divertía arrestando a los asustados ministros y liberando a los prisioneros”, es la descripción de la situación que se hace en otro de los testimonios recogidos por la BBC.

Con la autoridad del zar hecha pedazos y críticas de todos lados, Nicolás II llegó a la conclusión de que había llegado el momento de abdicar en favor de su hermano, el gran duque Mijáil.

El gran duque, sin embargo, renunciaría al trono al día siguiente. Y, en su remplazo, la Duma instauró un gobierno provisional eventualmente liderado por el diputado socialista Aleksandr Kérenski.

Kérenski, por su parte, se vería obligado a compartir el poder con el recientemente formado Consejo de los Trabajadores y Soldados conocido como el Soviet de Petrogrado.

Y mientras algunos moderados trataban de convertir a Rusia en una democracia liberal al estilo occidental, otros revolucionarios como Lenin -recién regresado del exilio para liderar el partido bolchevique- tenían otros planes.

La revolución rusa apenas acababa de empezar.

 

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