Que la selva no se quede sin música

Por Mario Rivera (Presidente de FLADES)
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chiquitania, musica FLADES
Foto: FLADES

La Fundación FLADES está decidida a inspirar proyectos productivos que sirvan para enfrentar la crisis y atender las escuelas de música a través de un Plan Integral para la Chiquitania.

Cerca al 1561 los misioneros de la Compañía de Jesús, tras un largo viaje, desembarcaron en el “Nuevo Mundo” hasta asentarse, en 1586, en lo que hoy conocemos como Santa Cruz de la Sierra, en ese entonces parte del Virreinato del Perú. Estos misioneros, tras largos años de exploración y viajes continuos, decidieron en 1682 fundar el primer pueblo misional bajo la tutela de Nuestra Señora de Loreto. A partir de entonces, los jesuitas fundaron numerosas misiones o reducciones indígenas.

En las misiones chiquitanas, el puente entre dos culturas totalmente distintas fue la música. Si bien todas las artes introdujeron conceptos evangelizadores, visibles y tangibles, como templos, tallados y pinturas con motivos religiosos, creando un sincretismo cultural donde se acepta y concibe al nuevo Dios como creador de la naturaleza, el proceso de conversión al cristianismo se hizo efectivo de forma más sublime a través de la música, que atrae a los habitantes del lugar y los llama a aprender el arte para después de conocer la parte instrumental. A esto se le añada un componente coral, en el que las letras cuentan historias bíblicas y plegarias. La belleza y sutileza musical fue la principal herramienta para abrir el alma de los indígenas a esta nueva fe.

Tan grande fue el legado artístico barroco en estas reducciones misionales que hoy pertenecen a Bolivia; que se encontraron en tiempos modernos más de 5 000 partituras de música barroca compuesta en la época jesuítica, manteniendo presente la tradición musical del lugar, siendo estas misiones de la Gran Chiquitania, las únicas que siguen vivas hasta hoy.

La crisis económica agudizada por la pandemia ocasionó que las escuelas de música se vean seriamente afectadas, la falta de recursos ocasionó que los profesores deban buscar otras actividades para sobrevivir. Entre las poblaciones más afectadas se encuentra Santa Ana de Velasco, un tesoro escondido en el corazón chiquitano y parte de uno de los ecosistemas más diversos y bellos de América del Sur. Santa Ana de Velasco es el poblado más pequeño dentro las misiones jesuitas, perteneciente al municipio de San Ignacio de Velasco, con una población que oscila alrededor de los 1 700 habitantes y alejado del ruido de la modernidad. Calles de tierra, una plaza y una iglesia modesta, que comparada con el resto de las iglesias chiquitanas, conserva su autenticidad. Paz, historia, cultura es lo que se siente ni bien uno ingresa al templo.

La crisis ocasionó que por la falta de trabajo los habitantes de Santa Ana de Velasco migren a otras poblaciones, sobre todo los hombres y jóvenes, dejando la población solo con mujeres, ancianos y niños. El nivel de pobreza se puede calificar como multidimensional, a esto se suma el efecto en la cultura y tradiciones del lugar. Santa Ana De Velasco que, junto a San José de Chiquitos, Concepción, San Javier, San Miguel, San Rafael, fueron reconocidas en 1990, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En la restauración de sus iglesias se encontraron partituras de música sacra de los siglos XVII y XVIII, compuestas por músicos europeos y originarios, que hoy siguen interpretando los niños y jóvenes chiquitanos.

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El desafío: La sostenibilidad

Para que se conserve la cultura y tradiciones, el gran desafío es dar sostenibilidad a las escuelas de arte, para que dejen de depender de donaciones fluctuantes y que ponen en peligro su sobrevivencia. Es así que, para la Fundación Latinoamericana para el desarrollo, FLADES, que viene trabajando desde mediados de 2021, el reto no es solo que vuelvan a funcionar las escuelas de arte, sino lograr su autosostenibilidad en el próximo quinquenio para que ninguna otra crisis amenace con matar el sueño de cientos de niños. El identificar y apoyar el potencial productivo y turístico de la región, es un área poco explorada. Construir el círculo virtuoso de la sostenibilidad a través de agronegocios comunitarios y que garanticen la continuidad y fortalecimiento cultural, debe dejar de ser una utopía.

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Es ese sentido, FLADES junto a los habitantes de Santa Ana de Velasco, crearon el “Plan Integral Chiquitanía” que se levanta sobre tres pilares: productividad, cultura y turismo. En las siete comunidades donde se encuentra trabajando se constituyeron Unidades Productivas Comunales, una por comunidad, con una visión empresarial. Es por esto que se inició la capacitación en habilidades blandas, es decir: liderazgo, trabajo en equipo y visión de negocio. De la misma manera se procederá a capacitar a los comunarios para generar presupuestos, estructuras de costos y planificación financiera.

Pese a que se cuenta con grandes extensiones de terreno, el agua es una limitante para la agricultura, por lo cual se planificó trabajar con cultivos que no requieran grandes extensiones de terreno y donde se pueda implementar el riego por goteo. Es de esa manera que se determinó que los denominados “super food” serían los indicados. Ya se cuenta con un listado de cultivos que responden a los estudios realizados, tanto de mercado, como de los suelos de las comunidades y se arrancará el proyecto con la producción de moringa y cúrcuma.

El Centro de Investigación y Capacitación (CIC), se iniciará con la producción de vainilla cultivada, este proyecto está dirigido para las mujeres. De tener los resultados esperados, dará la independencia económica a las mujeres de Santa Ana de Velasco. Se acordó que, de cada Unidad Productiva Comunal, las utilidades serán repartidas el 85% entre sus miembros o socios y el 15% para la sostenibilidad de las escuelas de arte.

 

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