Reseña: Logan, un cómic que se convierte en un clásico

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Foto: Ben Rothstein/20th Century Fox

Logan es tan buena que podrías olvidar que es una película basada en un cómic. Es otra entrega en la extensa saga de los X-Men, pero no parece una secuela ni un anuncio para el siguiente filme; se desarrolla, luce y suena como una película: es una historia clásica combinada con tramas modernas llenas de insinuaciones sobre la mortalidad, y grandes dosis de violencia cruda.

Una vez más, Hugh Jackman se ha preparado para interpretar a Wolverine, un mutante conocido como Logan que también es el personaje más exitoso de la serie. El encanto de Jackman puede iluminar hasta el lamento más sombrío, pero para los agnósticos de los cómics el verdadero atractivo es que Logan se rehúsa a involucrarse en la trama, una ambivalencia que puede resultar familiar para los espectadores cansados de ver siempre la misma batalla.

Esta es la décima vez que Jackman interpreta a Logan y, aunque las garras del personaje están intactas, la película representa un gran cambio estilístico y narrativo en el universo de la franquicia. El filme, que cuenta con la dirección de James Mangold -quien escribió el guión junto con Scott Frank y Michael Green-, tiene además la claridad y la franqueza de un clásico.

Es mitad película de vaqueros y mitad cine negro, el tipo de película en el que un extraño surge de las sombras y se deshace de su aislamiento y su carga existencial el tiempo suficiente para hacer justicia dondequiera que se necesite. Lo conocemos: es el hombre de la sonrisa tensa y el labio partido, aquel con esa forma áspera de hablar que, sin embargo, no oculta por completo las heridas de su alma.

La primera escena es cinética y está montada de manera eficiente; tiene un sadismo casual y su manera de apegarse a las bases del género resulta casi un rito. Logan está tomando una siesta en su auto estacionado, cerca de la frontera entre México y Estados Unidos, cuando una pandilla lo despierta al tratar de robar sus llantas.

Es la clásica escena en la que se despierta al monstruo, ese episodio donde el héroe anuncia sus buenas intenciones al deshacerse de villanos demasiado estúpidos como para saber a qué se enfrentan. Logan les pide que se detengan, como dándoles una advertencia. No tiene caso. Como la mayoría de los villanos genéricos, solo sirven para darle cuerda al héroe -en los filmes de acción, son el equivalente a un preámbulo- y no pasa mucho tiempo antes de que Logan destace, rebane y perfore cuerpos como si fueran kebabs.

Escenas como esta convierten a los personajes en basura que el héroe debe reunir y desechar. Se trata de una postura estándar del género, pero Logan es tanto un héroe como un forajido, y no puede caer en el nihilismo. Necesita una causa, una bandera que ondear. Así que la trama busca maneras de hacer complejas las masacres; por ejemplo, con una línea narrativa acerca de la violencia corporativa desenfrenada en un futuro casi anárquico.

Es ahí cuando entra el genetista deshonesto (que Richard Grant interpreta con un talento sobrio) junto con un ayudante corrupto (un carismático Boyd Holbrook) y un ejército de ciborgs paramilitares. A su vez, estos se conectan con Laura (la actriz revelación, Dafne Keen), una niña feral y atenta que huye a través de las fronteras.

No pasa mucho tiempo antes de que Logan se convierta en el resistente jefe de un hogar que incluye a Laura -como el retoño incontrolable más reciente- y a un enfermo Profesor X (Patrick Stewart) como su noble padre de familia. Stewart, quien usa una voz ronca que insinúa decadencia, actúa de adentro hacia fuera y hace un trabajo espectacular, sobre todo en sus escenas con Jackman. Con jalones y empujones, crean una vulnerabilidad compartida que se expresa tanto en el deterioro físico -el filme está lleno de cuerpos traumatizados y devastados- como en el equilibrio entre la ternura tosca de Logan y el tambaleo del Profesor X (es un abuelo que evoca al Rey Lear).

Gran parte de Logan es una secuencia de persecución extendida, con Logan y sus acompañantes obligados a escapar mientras los persigue la corporación. Hay rodeos y amables extraños, cielos abiertos y kilómetros sin fin, así como matanzas y política. En el camino, Mangold a veces recurre a los lugares comunes, pero muchas de sus decisiones resultan frescas, de manera paradójica, pues tiene corazón de clasicista. Se nota que ha visto películas de Clint Eastwood y también del Hollywood clásico.

Además es un sentimental, como lo insinúa su guiño a Shane, el filme de 1953 (“Un arma es una herramienta”, dice el pistolero de la película, “y es tan buena o tan mala como el hombre que la usa”). El romanticismo del asesino honesto sigue siendo un artículo de fe cinematográfico.

Logan presenta un argumento sólido para hacer que esta película basada en un cómic ponga los pies sobre la Tierra. Tiene éxito constante al transformar las bases de la franquicia; además, presenta escenas con impresionantes efectos especiales en las que el mundo se estremece casi al punto de paralizarse.

No obstante, aquí la pirotecnia tiene un propósito en la historia y es una sola pieza junto con un realismo a escala que reconoce el costo de la batalla interminable, con sus cicatrices, sus vísceras y su avalancha de niños huérfanos. Pero mientras nos conecta de manera íntima con Logan y Laura, a veces de una manera incómoda (sus garras fueron hechas para empalar), también nos recuerda que estos mutantes no dejan de ser humanos.

Logan

Director: James Mangold

Guion: Scott Frank, James Mangold, Michael Green, David James Kelly, Craig Kyle, John Romita Sr., Roy Thomas, Herb Trimpe, Len Wein, Christopher Yost

Protagonistas: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Dafne Keen, Boyd Holbrook, Stephen Merchant

Duración: 2h 17m

Género: Acción, Drama, Ciencia-Ficción, Thriller

 

EtiquetasCine