¿Tiene Halloween origen en las tradiciones celtas?

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Ante las críticas por la importación de esta fiesta desde los Estados Unidos, cada vez más localidades celebran el final de la época de cosechas con el «Samaín» y «magostos»

«Que celebrenos Halloween es como si en Wisconsin bajasen de romería por el Mississippi al Cristo de los Faroles». Una frase que se está haciendo muy popular en las redes sociales, como Facebook o Twitter, sobre todo entre todos aquellos que están en contra de salir a la calle disfrazados, al igual que sucede durante estas fechas en los Estados Unidos. Pero puede que si buscamos un poco entre las tradiciones europeas la «fiesta de los muertos vivientes» tenga bastante más relación con nuestra cultura de lo que inicialmente podamos pensar.

Si bien es cierto que el 31 de octubre es una de las fiestas más esperadas del año en el mundo anglosajón, y que ha sido una de las más exitosas exportaciones que han llegado a Europa desde los Estados Unidos, fundamentalmente a través de las películas, la noche de Halloween, víspera del Día de Todos los Santos, se ha convertido en una fecha destacada dentro de nuestro calendario, aunque sólo sea de manera oficiosa.

Lo cierto es que prácticamente todas las series de televisión de éxito dedican uno de sus capítulos a esta fiesta, excepto, que sepamos, «Walking dead», por supuesto. Puede que debido a estos capítulos especiales se haya popularizado en Europa y en España en particular la celebración de Halloween en los últimos años. Grandes centros comerciales y televisiones prestan gran atención a esta fecha, e incluso en muchos centros escolares y preescolares se anima a que los niños vayan disfrazados.

Pero profundicemos un poco en el origen de la fiesta, y así podremos descubrir que puede que tenga un origen más cercano que el que pensamos, o dicho de otra manera, que se trate de una tradición que haya efectuado un recorrido de ida y vuelta a través del océano Atlántico.

Halloween no es más que la unión de las palabras de la expresión inglesa «All hallow’s eve», que significa literalmente «víspera de Todos los Santos». La celebración llegó a Estados Unidos a través de los irlandeses que emigraron desde su país de origen hasta el norte del continente americano.

Tenía su origen en la tradición celta, pero con el paso de los siglos y la expansión del cristianismo en Europa, la víspera del 1 de noviembre adquirió su significado más religioso. Con el paso de los años de nuevo se perdió ese carácter espiritual y la fiesta se fuera secularizando.

En Estados Unidos se fue convirtiendo en una noche de fiesta pagana,en la que domina el miedo, el terror, las calaveras y calabazas, con adornos y disfraces que nada tienen ya que ver con la festividad de la víspera de Todos los Santos.

En la tradición celta primigenia Halloween sería la celebración de «Samaín», la fiesta que marcaba el final de la época de cosechas, y que significa «final de verano».

Era el modo en que los celtas despedían el periodo de fertilidad de la tierra y se adentraban en el invierno, marcando para ellos el inicio de un nuevo año. Las calabazas decoradas son el elemento más representativo del Samaín, y parte de lo que ha perdurado con el paso de los años en cuanto a la parte estética del actual Halloween.

En cuanto a la fiesta de Samaín, y según la tradición celta, se supone que los espíritus de los muertos volvían para despedirse de sus familiares. Se encendían hogueras para indicarles el camino, se les dejaba comida y dulces para mantenerlos contentos y alejar a los malos espíritus y se hacían ofrendas a Morrigu (reina de los demonios) y a Dagda (dios de la vida y de la muerte).

En Galicia este rito ancestral no solo pervive, sino que cada vez está recobrando más peso frente a la celebración más americanizada. La fiesta de Samaín coincide con la celebración de los populares «magostos», que tienen a la castaña como protagonista.

Los antiguos celtas creían que en la castaña habitaba el alma del difunto. Por cada castaña que se comía, se liberaba un alma, la celebración tenía lugar en los montes que eran sus lugares de culto. La fiesta era multitudinaria y de asistencia casi obligatoria. Quien no acudía corría el riesgo de perder la razón y enloquecer.

Las criaturas de la noche recorrían las calles con todas las luces apagadas durante la «Procesión de Fantasmas». Sin duda, algo muy parecido a lo que en los próximos días veremos en las calles de pueblos y ciudades. Aunque en esta ocasión convertido en una fiesta bastante más comercial, después de haber pasado una temporada «al otro lado del atlántico».