Un informe oficial ve altamente probable que Neruda fuera asesinado
Un documento oficial del Ministerio del Interior del Gobierno de Chile reconoce por primera vez que es muy posible que Pablo Neruda fuera asesinado. Según el documento, al que ha tenido acceso EL PAÍS, el poeta y premio Nobel de Literatura de 1971 no murió “a consecuencia del cáncer de próstata que sufría”, sino que “resulta claramente posible y altamente probable la intervención de terceros”. Neruda falleció el domingo 23 de septiembre de 1973 a las diez y media de la noche en la Clínica Santa María de Santiago de Chile. Ese día, según “está acreditado en el proceso”, dice el documento oficial, le aplicaron una inyección o dado a ingerir algo que habría precipitado su muerte, seis horas y media después. Todo ello, pocas horas antes de que el Nobel partiera en un avión rumbo a México, donde, como dice el texto del ministerio, posiblemente iba a liderar un Gobierno en el exilio para denunciar la actuación del generalAugusto Pinochet, que había dado el golpe de Estado el 11 de septiembre.
Estas son las principales conclusiones del documento que el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior de Chile envió al magistrado Mario Carroza Espinosa, encargado de la investigación de la muerte de Pablo Neruda (1904-1973). El documento, de fecha 25 de marzo de 2015, forma parte de la reserva del sumario número 1.038-2011. Se trata de la principal revelación incluida en la nueva biografía de Neruda, escrita por el historiador alicantino Mario Amorós y titulada Neruda. El príncipe de los poetas. El libro lo publicará Ediciones B el próximo miércoles en España y el día 23 en Chile.
Si bien es verdad que el juez Carroza Espinosa reconoce la serie de coincidencias y las pruebas testimoniales y documentales que llevan al Gobierno a dictaminar la alta probabilidad de un asesinato, el magistrado no está seguro al cien por cien, hasta no tener las pruebas científicas que lo corroboren: “Nosotros siempre hemos ido en esa línea de que hubo algo extraño en los últimos días. Neruda tenía cáncer, pero no estaba agónico, ni en fase terminal. Aunque el 23 de septiembre su mal estado de salud se aceleró de repente y murió en seis horas”. Pero hay un penúltimo hallazgo, y el juez aguarda: “Estoy a la espera del resultado de una última prueba científica revelada en mayo. Se trata de una bacteria, el germen del estafilococo dorado, hallado en el cuerpo del poeta. Todavía estoy recogiendo antecedentes”. Se trata de una bacteria ajena a los tratamientos del cáncer, un microorganismo que alterado puede ser altamente tóxico y acelerar la muerte en cualquier persona.
El chófer del poeta
El caso Neruda se abrió en 2011, cuando el chófer del poeta, Manuel Araya, denunció el asesinato. Entonces, el Partido Comunista de Chile presentó una querella. Se pidió la exhumación del cadáver que se hizo el 8 de abril de 2013. La investigación científica se encargó a un equipo de especialistas internacionales que el 8 de noviembre de ese mismo año dictaminó que no habían hallado agentes o sustancias extrañas de envenenamiento en el cuerpo del poeta. “Hemos llegado a una conclusión técnica y científica que se debe complementar con la investigación judicial. La verdad final la determinará el juez Mario Carroza. Lo que nosotros hemos determinado es que ‘no hemos encontrado restos de veneno’, pero eso no significa que no haya sido envenenado y otro equipo con otras técnicas pueda hallar restos”, afirma el forense español Francisco Etxeberria que participó en la investigación de 2013. En marzo de 2015 el Gobierno chileno entregó su informe de “altamente probable intervención de terceros”, que está en la reserva del sumario, y en mayo una nueva prueba científica detectó el germen del estafilococo dorado cuya entrega de resultado tiene como plazo marzo de 2016.
Etxeberria, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco, que también participa en esta segunda prueba pericial, junto a médicos forenses y expertos internacionales de países como Estados Unidos, Canadá, España y otros países europeos, asegura que esta nueva hipótesis la aceptó el juez Carroza Espinosa teniendo en cuenta la concatenación de coincidencias y persecuciones vividas por Pablo Neruda tras el golpe de Estado de Pinochet, en especial aquel domingo de su fallecimiento. “Ese día está solo en la clínica, donde lleva ya cinco días, su estado empeora, llama a su mujer, Matilde Urrutia, para que vaya inmediatamente porque dice que le han aplicado algo y no se siente bien. Al final fallece poco después, ante la sorpresa de todos, en una clínica buena, y se crea toda sospecha”, recuerda Etxeberria. En cuanto a la nueva prueba, el médico añade que “si bien es verdad que el germen del estafilococo dorado es más o menos común, alterado y aplicado en altas dosis puede producir la muerte de una persona”.
Lo que el equipo científico analiza ahora es algo inédito en la ciencia forense, explica Etxeberria: “Trataremos de identificar el ADN de ese estafilococo dorado. Es decir, establecer si es el común de la época y la zona, o si ha sido manipulado. Hay antecedentes de esto en arsenales militares que han alterado la cepa. Lo que buscamos es muy difícil: si fuera un estafilococo alterado trataremos de identificar el arsenal o país de donde pudo haber sido manipulado”. Además, recuerda Etxeberria, está el antecedente de la muerte del expresidente chileno Eduardo Frei en enero de 1982, cuando fue intervenido de una hernia de hiato y días después su salud empeoró y murió rápidamente y se ha hablado de envenenamiento.
El biógrafo
La historia de esa penúltima sospecha en el caso de Pablo Neruda la cuenta Mario Amorós, su biógrafo: “El jefe del Área Jurídica del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, Rodrigo Lledó, dio a conocer, en mayo, el resultado del informe proteómico de análisis de los restos del poeta que el doctor Aurelio Luna, catedrático de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Murcia, había entregado al magistrado Carroza. La pericia buscaba establecer posibles ‘agentes externos’ que pudieron ser suministrados y haber acelerado su muerte”. El médico español detectó el estafilococo dorado y ese es el resultado de laboratorio que espera el magistrado Mario Carroza para dictar sentencia.
Según el informe del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior de Chile, el día anterior al viaje de Neruda a México, el poeta “fallece, imputándose como causa de muerte, sin mayores exámenes ni verificaciones, el cáncer que padecía. Sin embargo, es posible preguntarse si la enfermedad asiste como causa efectiva en la muerte o como mera justificación de una muerte abrupta, cuyo objetivo era impedir el viaje de D. Pablo Neruda a México”.
En agosto, cuenta Amorós, la investigación judicial ya acumulaba más de 2.400 páginas distribuidas en siete tomos, y “el cuaderno separado de informes y pericias sumaba casi 900 páginas en tres volúmenes”.
Cuatro años y medio ha tardado el biógrafo en estudiar la vida de Neruda. Y cuatro años y medio ha tardado la investigación judicial. Pronto, dice el escritor, “el equipo internacional de científicos dirá si hubo intervención de terceras personas en la muerte del poeta, es decir, si la dictadura de Pinochet perpetró el asesinato de Pablo Neruda a través de una inyección letal. Todo estaba preparado para su viaje a México, como me ha explicado el embajador mexicano de entonces, Gonzalo Martínez Corbalá, y en el exilio el poeta se hubiera convertido en la principal voz de denuncia de la junta militar. Neruda solo tenía 69 años y un mes antes el urólogo que lo atendía le había concedido una esperanza de vida de unos cinco años en función del cáncer de próstata que padecía. Así lo dijo en infinidad de ocasiones Matilde Urrutia, su esposa. El golpe de Estado y la derrota de la Unidad Popular, la muerte del Presidente Salvador Allende y la persecución contra sus compañeros, cuya magnitud descubrió finalmente, le abocaron a una agonía física y emocional terrible”.
Las pruebas testimoniales y los hilos de los hechos de esos días conducen al diagnóstico del Gobierno chileno. Sin embargo, aquel 23 de septiembre de 1973, en especial aquella tarde está borrosa, llena de maraña. Nadie recuerda qué médico pudo haber aplicado o dado a Neruda aquella sustancia. Lo que parece probado es que la salud del poeta se agravó tras una inyección y, como señala el documento oficial, seis horas después murió.