¿quién le está quitando lo mejor del fútbol a Argentina?

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Foto: Getty Images

Cuando Lionel Messi anunció su retiro de la selección argentina, tras perder una nueva final, la segunda consecutiva ante Chile, no podía saber que su gesto lo protegería de las agresiones de los vigilantes o vengadores que lo acusarían de tener “pecho frío”, de no ser un argentino real.

El arquetipo del argentino ganador, Diego Maradona, ya se lo había prometido antes de la final: “Si no ganan que no vuelvan”, dijo, y todo el país tomó nota de esta pesada carga adicional sobre las espaldas de los jugadores en la Copa América.

El llanto y la renuncia de Messi fueron el antídoto, porque los vengadores fueron silenciados (aunque solo momentáneamente) por la reacción conciliadora de gente más generosa.

Ahora, casi todos los titulares, en vez que querer lincharlo, le piden a Messi que no se retire, que siga jugando.

Hasta Maradona salió a defenderlo: “Lo dejaron solo y yo no quiero dejarlo solo”, dijo quien le había advertido que no volviera sin el título. Los dirigentes, agregó, “le hacen poner la carga al pibe, para tapar los desastres que hicieron en la AFA y hoy estén hablando de él y no de ellos”.

Nunca pierde, Maradona. Antes encendió la hoguera para el sacrificio y ahora quiere salvar al pibe.

Dirigencia inepta

En algo tiene razón, sin embargo: la dirigencia del fútbol argentino es una de las más ineptas del mundo y el caos alumbrado por su necedad o corrupción desafía las comparaciones, salvo tal vez con esa cazuela de brujas que ha sido la FIFA.

La mayoría de los comentaristas coincide en que el seleccionado argentinocuenta con varios de los mejores jugadores de la actualidad, pero que padece de una especie de sinergia invertida: su rendimiento colectivo es inferior a la suma de sus rendimientos individuales.

De esto hay diversas razones: la miopía de los entrenadores, las expectativas de un público que sólo atiende al éxito, el aislamiento táctico de Messi, la susceptibilidad del futbolista ante la mala suerte, la carga psicológica de revertir rachas negativas… y la mala conducción de la dirigencia.

Una de las razones del último “fracaso” del seleccionado (¿no es mejor perder en una final ante Chile que en octavos ante Islandia?) es el desamparo denunciado por los jugadores, encabezados por Messi, que no se sintieron apoyados en aspectos básicos de la logística durante la Copa.

Los dirigentes, a su vez, sólo pensaban en salvar el pescuezo ante una doble embestida: por un lado de la FIFA, que intervino a la AFA (Asociación del Fútbol Argentino), y por el otro de la justicia argentina, que ha nombrado un veedor para investigar la administración fraudulenta de fondos.

Corrupción y violencia

El Estado argentino ha financiado durante varios años el programa Fútbol para Todos (FPT), que permite transmitir en televisión abierta los partidos de la Primera División y Primera B Nacional; esta es virtualmente la única fuente de ingresos del fútbol, ya que las taquillas son pobres debido a que la violencia dentro y fuera de los estadios mantiene a raya al público.

(La violencia y corrupción de las llamadas “barrabravas” alcanzan en Argentina un nivel grotesco; los matones hacen y deshacen a su antojo, muchos jefes de hinchadas extienden su liderazgo a bandas criminales, con el apoyo y protección de policías y políticos que los utilizan para sus fines.)

El veedor dijo que la investigación ha permitido detectar la existencia de miles de cheques que no llegaron a las arcas de los clubes, como correspondía.

“En la AFA creían que los fondos públicos eran privados una vez que traspasaban las puertas de la asociación y que se podía disponer de ellos libremente. Es como si nunca hubieran leído el contrato [de FPT]. Por eso los dirigentes de la AFA están procesados por administración fraudulenta de fondos públicos.”

El hombre en el centro de la tormenta es Luis Segura, quien se hizo cargo de la AFA en forma interina después de las frustradas elecciones de presidente para suceder a Julio Grondona, el fallecido titular.

En esas elecciones, realizadas en diciembre, el resultado fue un empate en 38 votos para Segura y otros tantos para Marcelo Tinelli, un empresario y animador de la TV, algo imposible porque los votantes eran 75.

La AFA es ahora una organización vacía de prestigio y de autoridad. La FIFA suspendió la semana pasada al presidente interino y decidió la formación de un Comité de Normalización.

Segura, que por entonces se encontraba en Nueva Jersey, para presenciar la final de la Copa América, calificó la medida de “disparate, locura, algo imperdonable ante una final” y dijo que seguía en el puesto.

¿Sin Mundial?

La FIFA dispuso la creación de la comisión normalizadora debido a las conclusiones de una auditoría propia, y en coincidencia con la decisión de la jueza Servini de Cubría de procesar a tres exjefes de gabinete del gobierno anterior, por irregularidades en la administración de los fondos de FPT.

En esta causa también figura como procesado Luis Segura, ya de regreso en Buenos Aires, donde no tuvo mucho tiempo para relajarse: una amenaza de bomba en la sede de la AFA lo forzó a salir a la calle, donde lo abordaron los periodistas. “No hablo, no hablo”, atinó a decir.

Para la FIFA, el día a día de la AFA está a cargo de Damian Dupiellet, a quien Segura había nombrado secretario ejecutivo. Pero Dupiellet no está reconocido por la jueza Servini, quien objeta que su condición de juez en el foro laboral le da fueros que podrían entorpecer la investigación judicial de sus actos.

Este embrollo de jurisdicciones podría desembocar en la suspensión internacional del fútbol argentino, algo que la jueza ha tratado de evitar diciendo que está a favor de la comisión normalizadora y que en todo momento ha salvaguardado el estatuto de la FIFA.

Y si las partes no se mueven con cuidado, el fútbol argentino, que acaba de perder una nueva final, podría quedarse sin poder participar en las eliminatorias para el Mundial 2018.

La final más importante

Todo parece estar contra Messi: los hados, la mediocridad táctica de sus entrenadores, la falta de puntería de sus compañeros, la ineptitud de los dirigentes… hasta el abrazo de Maradona resulta amenazante.

Y dentro de muy poco la simpatía popular ante su desconsuelo al perder una nueva final se convertirá en repudio, porque el mejor jugador argentino no querrá acudir a defender los colores.

De ser así, si Messi no defiende nuevamente al equipo nacional, perderá una nueva final, mucho más importante que las otras.

La final de la historia, en la que aguarda la imagen socarrona de Maradona, ambigua, tronante, que un día te salva y otro te condena.