El Banco Central Europeo apunta a una desaceleración más profunda

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Las actas de la última reunión del BCE, del pasado 25 de julio reflejan la preocupación del Consejo de Gobierno ante una desaceleración más grave de lo previsto para el próximo trimestre derivada de las tensiones comerciales. Por ello, hubo consenso entre los banqueros europeos para lanzar el paquete de medidas de estímulo económico (recorte de tipos, rebaja de la orientación de tipos y compra de activos) del golpe. A pesar de que la institución ha encargado la preparación de un sistema escalonado sobre los tipos de depósito para los bancos, varios consejeros se opusieron al considerar que se podrían dar consecuencias no deseadas de ese cambio de política.

Dicho sistema de tramos supondría que de los 1,8 billones de exceso de liquidez que la banca tiene aparcado en la institución monetaria, solo estarían ‘tasados’ con el -0,4% en el que actualmente está fijada la facilidad de depósito una parte o tramo, en lugar de la totalidad actual. Para septiembre se espera que el BCE saque a relucir toda su artillería ante la desaceleración económica que está comenzando a asolar a la economía europea. En la última reunión de julio se puso encima de la mesa flexibilizar el objetivo de inflación, bajar tipos interés, modificar la orientación sobre los tipos de interés -guidance- y tomar medidas para los bancos para mitigar las tasas negativas en la facilidad de depósito. Las actas publicadas hoy apuntan a que hay un amplio acuerdo para aprobarlas, salvo la ayuda a la banca. Pero lo más relevante es que el Consejo de Gobierno las quiere lanzar a la vez.

“Se expresó la opinión de que las diversas opciones deberían considerarse como un paquete, es decir, una combinación de instrumentos complementarios y con sinergias significativas. La experiencia ha demostrado que un paquete -como la combinación de recortes de tipos y compras de activos- era más eficaz que una secuencia de acciones selectivas”, reza en el documento. El Consejo de Gobierno no debatió una fecha concreta para dar luz verde a una o todas las medidas, pero el mercado descuenta una bajada de tipos en septiembre, que vendría acompañada del anuncio -y sus detalles- del relanzamiento del programa de compra de deuda. Pero sí mostró una enorme preocupación por los datos entrantes de la economía con “un crecimiento algo más débil en el segundo y tercer trimestre de este año”.

“El debilitamiento del crecimiento mundial y la débil dinámica del comercio internacional influyeron en las perspectivas de la zona del euro, mientras que la prolongada presencia de incertidumbres continuó atenuando el sentimiento empresarial, especialmente en el sector manufacturero”, subrayan las actas. “Los riesgos de recesión se han hecho más omnipresentes y su persistencia podría requerir en última instancia una revisión del escenario de crecimiento de referencia”, añadió el BCE. Con una ralentización más prolongada, también existía el riesgo de que la debilidad de la industria se extienda a los servicios, ya que la industria manufacturera tiende a ser uno de los principales indicadores. Y advierte que “la insistencia de los riesgos podría obligar a una revisión a la baja del escenario económico”.

No hay consenso para aprobar un sistema que no penalice la liquidez de la banca

Las actas señalan que el BCE ha comenzado con los trabajos previos para diseñar un sistema escalonado sobre los tipos que se aplican a la facilidad de depósito, actualmente al -0,4%, que sirva para mitigar el efecto negativo en la rentabilidad de la banca. Algunos miembros del Consejo apoyaron esta tesis, pero otros advirtieron sobre las consecuencias no deseadas de ese cambio de política, dejando en el aire su aplicación definitiva. Los bancos pagan actualmente 7.500 millones de euros al año por 1,8 billones de euros de exceso de liquidez que acumulan en el instituto monetario. Un coste que suma al daño perverso de intentar obtener rentabilidad prestando dinero con los intereses en mínimos históricos, lo que provoca que la diferencia entre el dinero que prestan con el que captan está plano. La medida supondría que, de los 1,8 billones de exceso de liquidez, sólo estarían ‘tasados’ una parte, en lugar de la totalidad actual.

Sobre la reactivación del programa de compra de activos, el documento insiste en la idea de estudiar las distintas opciones como su tamaño y la composición de las compras potenciales de nuevos activos netos. De esta manera, el BCE mantiene la puerta abierta a ampliar su balance con la compra de acciones o de crédito bancario. Este extremo potenciaría la influencia del banco sobre el mercado. Hasta el momento, el programa de estímulos del BCE se ha basado en la compra de bonos soberanos y corporativos en el mercado secundario. El verdadero problema y quebradero de cabeza: dónde está la inflación.

Las actas dejan claro que el verdadero debate y análisis del Consejo se centró en cómo el BCE va a levantar las expectativas de inflación. El economista jefe del BCE, Philip Lane, manifestó la necesidad de que la institución expresara una postura acomodaticia de la política monetaria durante un período prolongado de tiempo, ya que las tasas de inflación, tanto realizadas como proyectadas, han estado persistentemente por debajo de los niveles de objetivo. Los miembros del Consejo coincidieron ampliamente en la tendencia a la baja en las expectativas de inflación y adoptaron la decisión histórica de flexibilizar el objetivo del 2% con una aproximación “simétrica”. Significa que el BCE se volvería más permisivo si los precios rebasan el límite autoimpuesto, mientras en un período prolongado, no puntual, se mantenga en el objetivo.

“A partir de ahora la inflación no tendrá un tope, se podría desviar hacia arriba o hacia abajo, pero promediando un nivel cercano al 2% en el medio plazo”, se explicó. Lane expuso que “al analizar las perspectivas de inflación, se subrayó que, aunque el crecimiento salarial se había mantenido sólido, las medidas de expectativas de inflación derivadas del mercado y basadas en encuestas habían disminuido”. El economista indica que su reflejo en los precios no está teniendo lugar por “una compresión de los márgenes de ganancias”. Es decir, las empresas no están trasladando los incrementos en los sueldos al producto final y Lane plantea la cuestión de cuánto podría durar y qué significaba. “Las presiones inflacionarias se mantienen apagadas y los indicadores de expectativas disminuyen”, señalan.