La política y el deporte –Eurocopa, Copa América, el legendario Roland Garros- han acaparado la atención mayoritaria en estos días cuando la pandemia del nuevo coronavirus arrecía sin compasión por varias zonas de Latinoamérica y en Bolivia. En medio de la emergencia sanitaria las bravuconadas han seguido matizando el accionar de varios mandatarios “latinos”. Cuando no, Jair Bolsonaro, ha salido con desaguisados. Ha declarado que las cifras que se difundieron en el país el año pasado eran falsas y que durante ese periodo mucha gente ha muerto por otras causas y no por la covid-19. Recuerdo estar en Brasil el día del dejavú. Cuando la poderosa media brasileña conformó un staff informativo para contrarrestar las “mentiras” del Gobierno sobre la ola que dejaba cientos de muertos y miles de contagiados. Las declaraciones del presidente brasileño están precedidas de una importante caída de su popularidad y el acenso de su archienemigo político, el expresidente Lula que liberado de la máscara de la corrupción ha iniciado un periplo con ganas de volver al ruedo. Perú se las ha jugado todas en una elección de infarto que deja un país dividido, aunque el interino Sagasti hable de reconciliación. Nada parece mejor que llegar a entendimientos, lo que en la región se orienta como una grieta y advertencias. En Argentina la administración de la pandemia ha jugado cartas marcadas contra el Gobierno de Alberto Fernández. En Chile se han fraguado las cartas, y aunque nadie lo crea crece el Partido Comunista, prescrito desde los tiempos de la dictadura militar de Augusto Pinochet, el PCCH comanda las encuestas para las presidenciales que se disputarán de aquí a seis meses.
El cuadro que vive Bolivia rodeado de este continuo marco cambiante no pinta un escenario de estabilidad. La sobre carga en el ruedo de la política no deja de desembarazarse con el descubrimiento del caso Murillo durante el Gobierno transitorio que surna trompetas de guerra, complica la credibilidad de la oposición y genera más bemoles y preconceptos que, a juzgar por el joven ministro de Gobierno, no atrae al polo ningún componente de recomposición.
Mascarillas inservibles para los “sin techo”
La revista alemana Der Spegel ha publicado en una de sus ediciones de junio el escándalo que envuelve al ministro de sanidad Jens Spahn por la compra de un lote de mascarillas chinas valuadas en 1 000 millones de euros en mal estado que pretendía repartirlos entre los sectores más vulnerables, los llamados “sin techo”. El hecho ha dado pie a una batalla política entre los socios de la coalición que podría cambiar el escenario electoral con miras a las elecciones generales que se celebrarán en Alemania en septiembre de este año.