China está ganando la guerra comercial de Trump

Por Zoe Liu Zongyuan (Tomado de PS)
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Desde que comenzó el conflicto comercial chino-estadounidense en 2018, China ha desarrollado un conjunto de estrategias defensivas y ofensivas. El gobierno chino ha mantenido una ventaja durante el segundo mandato del presidente estadounidense Donald Trump, redoblando estas estrategias y movilizando a la opinión pública contra la percepción de humillación extranjera.

Las recientes conversaciones comerciales entre EEEUU y China en Ginebra y Londres apenas si proporcionaron un alivio temporal al conflicto entre las dos mayores economías del mundo. A pesar de los esfuerzos del presidente estadounidense, Donald Trump, por promocionar las medidas provisionales como un “acuerdo” que beneficia a EEUU, China interpreta el panorama de forma diferente y cree que está ganando. Desde su perspectiva, ha superado el temporal y ha resurgido con más confianza, mayor autonomía y mayor convicción de que su estrategia a largo plazo está dando frutos.

Desde que comenzó la tensa guerra comercial chino-estadounidense en 2018, China ha elaborado un plan de acción que combina estrategias defensivas y ofensivas para mitigar su vulnerabilidad a los aranceles y las sanciones. En el frente defensivo, China ha desviado los flujos comerciales, ha desarrollado una cobertura contra el sistema financiero global basado en el dólar y ha acelerado la inversión en tecnologías autóctonas. También ha realizado un esfuerzo concertado para impulsar el consumo interno, aunque no como un fin en sí mismo, sino como un medio para reforzar sectores estratégicos como las aplicaciones de inteligencia artificial y las tecnologías verdes.

En la ofensiva, China ha endurecido los controles de exportación y ha demostrado su disposición a tomar represalias rápidas y contundentes. La respuesta de las autoridades chinas a las amenazas y escaladas arancelarias de la segunda administración Trump refleja esta flexibilidad táctica y firme determinación. En los últimos meses, China ha respondido casi de inmediato, ha adoptado una línea dura en las negociaciones y, en general, se ha negado a dejarse intimidar. No se limita a reaccionar a la presión; está redefiniendo el conflicto comercial entre Estados Unidos y China en sus propios términos.

Mientras tanto, la administración Trump ha expuesto, quizás sin quererlo, la dependencia de las industrias estadounidenses de China para el suministro de minerales de tierras raras y otros insumos. La disrupción del comercio bilateral provocada por los aranceles de Trump ha dejado a los fabricantes estadounidenses en apuros y pagando de más por los materiales. Al implementar los controles a la exportación de tierras raras a principios de abril, el gobierno chino ha descubierto una poderosa herramienta para perjudicar a las empresas estadounidenses.

La errática teatralidad arancelaria de Trump le ha otorgado al Partido Comunista de China (PCCh) una victoria propagandística (aunque oponerse a Trump no es tan popular políticamente en China como muchos creen) y, aún más importante, una ventaja estratégica. Para los numerosos gobiernos del Sur Global escépticos respecto al modelo de desarrollo occidental, la resiliencia de China ante la presión estadounidense da credibilidad a la afirmación del presidente Xi Jinping de que el mundo está experimentando “grandes cambios no vistos en un siglo”.

Desde la perspectiva del gobierno chino, la determinación de la administración Trump de desvincular las dos economías a cualquier precio es la culminación de los esfuerzos estadounidenses por frenar el ascenso de China. Si bien China no desea una guerra comercial ni desvincularse, está dispuesta a arriesgarse a una guerra comercial que Estados Unidos podría perder, y preferiría desvincularse antes que doblegarse ante Trump.

Por eso, los líderes, empresarios y emprendedores chinos se han centrado en desarrollar resiliencia y autosuficiencia, lo que significa, ante todo, reducir la dependencia de los mercados y la tecnología estadounidenses. Si bien nada se compara con la demanda de los consumidores y la innovación tecnológica estadounidenses, las empresas chinas ahora consideran prácticamente nulas sus posibilidades de competir en Estados Unidos y acceder a sus productos de alta tecnología, y operan en consecuencia.

La notable recuperación de Huawei

Tras las sanciones y restricciones estadounidenses la notable recuperación de Huawei es ilustrativa. Ahora, ByteDance se enfrenta a una presión similar, mientras Trump intenta obligarla a vender TikTok, su aplicación para compartir vídeos, a compradores estadounidenses.

Por supuesto, los aranceles de Trump duelen, y los líderes chinos lo saben. Podrían afectar con especial dureza a la industria ligera de bajo valor añadido china, como la confección y el calzado. Pero la contracción de las exportaciones podría acabar beneficiando a China al acelerar la consolidación industrial, expulsar del mercado a los sectores rezagados y mejorar la eficiencia. Es cierto que el desempleo podría aumentar. Pero en un país donde las fábricas ya están altamente automatizadas, es probable que las repercusiones políticas sean mínimas. Quizás lo más importante es que China ha soportado situaciones peores. Por ejemplo, las reformas y la reestructuración orientadas al mercado provocaron el despido de más de 76 millones de trabajadores entre 1992 y 2002. Es improbable que una nueva ola de despidos arruine el control del poder del PCCh.

El impacto a largo plazo de las políticas arancelarias de Trump es más profundo. Así como la represión contra Huawei y ZTE impulsó las ambiciones tecnológicas de China, las renovadas restricciones geoeconómicas solo han facilitado que los líderes del PCCh convoquen a la opinión pública contra la percepción de humillación extranjera. La breve pausa en los aranceles, que simplemente brinda a los exportadores una oportunidad para acelerar la salida de sus productos en lugar de sentar las bases para una distensión, no ha cambiado esta opinión.

Dado que el impacto arancelario de Trump coincide con el último año del XIV Plan Quinquenal de China, las autoridades han intentado impulsar el consumo interno y apoyar a las pequeñas empresas con estímulos fiscales y monetarios. Sin embargo, estas medidas no solucionarán las deficiencias estructurales de la economía, en concreto, el bajo consumo de los hogares. Es probable que dicho reequilibrio lleve años.

Mientras tanto, a medida que el entorno externo se deteriora, la dirección del PCCh —dominada por miembros con formación en ingeniería— y los industriales del país seguirán invirtiendo recursos en tecnología avanzada, especialmente en ecosistemas de fabricación avanzada basados en IA, con la esperanza de evitar una caída de la productividad. La apuesta arriesgada de China por el desarrollo de tecnología nacional, realizada por primera vez cuando Trump inició su guerra comercial en 2018, no es una victoria garantizada. Pero mientras Estados Unidos intenta acorralar a China, pocos ven otra salida.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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