La teoría dice que las crisis son la gasolina que alimenta los precios del oro. Cuando Lehman Brothers estalló en pedazos en 2008 inaugurando el periodo negro de la Gran Recesión, y las Bolsas de todo el mundo temblaban, su cotización subió. Cuando las primas de riesgo de los países del sur de Europa volaban en plena crisis de deuda soberana en 2010 el oro repuntó. Cuando la pandemia de coronavirus hizo temer en 2020 que la economía se fuera al traste, el oro hizo honor a su condición de valor refugio una vez más y alcanzó nuevos récords, convirtiéndose en el activo estrella de aquel año para olvidar.
Ahora esa cota ha quedado atrás. El oro rebasó este lunes los 2.100 dólares la onza, su máximo histórico, en un escenario que carece del aroma apocalíptico de los anteriores. La economía crece, especialmente en Estados Unidos (aunque no tanto en Europa, y preocupa el alcance de la burbuja inmobiliaria en China); la batalla contra la inflación, si bien no está ganada, da motivos para el optimismo, y las Bolsas viven un momento espléndido, con el índice S&P 500 estadounidense en máximos anuales tras revalorizarse un 9% en noviembre, su mejor mes de 2023, y una mejora similar en el Eurostoxx 50 europeo.
¿Por qué entonces los inversores vuelcan su capital hacia este metal precioso? Los expertos ven varias razones. Para Leopoldo Torralba, economista jefe de Arcano Partners, influye el mercado de divisas. “Ha subido recientemente sobre todo porque el dólar se está depreciando, para compensarlo al transaccionarse sobre todo en dicha divisa. Pero a futuro, como el oro estructuralmente sirve para cubrir la inflación, y esta va en el camino adecuado hacia la normalización, lo normal es que el oro termine teniendo alguna corrección a la baja los próximos meses”, augura.
Para Carsten Menke, analista de Julius Baer, “el reciente repunte fue impulsado por operadores especulativos en el mercado de futuros y no por buscadores de refugio seguro en el mercado físico”. Cree que las declaraciones el viernes del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, en las que alimentó las esperanzas de recortes de tipos de interés antes de lo previsto, favorecieron la subida.
El alza, del 15% en lo que va de año, tomó impulso con la bancarrota de Credit Suisse allá por marzo, pero no se desinfló con el rescate del banco por parte de su rival UBS. Y se nutre también de una situación geopolítica tensa por el conflicto entre Israel y Hamas, que se une a la guerra en Ucrania, sin visos de terminar a corto plazo. Esa falta de estabilidad tradicionalmente favorece al oro, aunque pueden pesar otros factores. Según un informe del World Gold Council, uno de cada cuatro bancos centrales planea aumentar sus reservas de oro durante los próximos 12 meses, lo cual puede contribuir a su revalorización.
El bitcoin rompe los 40.000 dólares
El buen momento del oro y de las Bolsas coincide con el auge de las criptomonedas. El bitcoin ha roto la barrera de los 40.000 dólares por primera vez desde abril de 2022, y arroja ya unas ganancias del 150% a quienes compraron el 1 de enero. El criptoinvierno, ese periodo lleno de penurias por el que han transitado en los últimos meses, cuando se acumularon problemas como el colapso de TerraLuna o la quiebra de la plataforma FTX, parece así haber quedado atrás por ahora.
En un activo tan especulativo, no siempre es sencillo encontrar razones a sus bruscos movimientos. Pero en el sector creen que la próxima bajada de tipos de interés por parte de los bancos centrales, y las expectativas sobre una futura aprobación de un ETF que facilitará la entrada de nuevos inversores, están detrás de los avances.