Los bancos centrales de las economías del G7 buscan una brújula. Están navegando guiándose por las estrellas mientras el cielo continúa nublado. El objetivo: Controlar la inflación a cualquier precio.
En el tradicional simposio de banqueros centrales de finales de agosto las miradas del mundo estuvieron puestas en Jackson Hole (no es el nombre de una eminencia mundial sino el de una ciudad), un accidente geográfico: un valle entre dos cadenas montañosas en Wyoming, un estado al norte de Colorado y al este de Idaho. Cada año, un comité de varias naciones encabezados por los del G-7 se reúnen en el Jackson Lake Lodge, un hotel (US$ 5 000 por día) ubicado en un parque nacional, para hablar asuntos centrales de economía.
El epígrafe fue usado por el presidente de la Reserva Federal (el BC de EEUU), Jerome Powell en Jackson Hole que coincidió con las palabras de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. Ella dijo que “tras la pandemia y la guerra de Ucrania, las reglas del juego han cambiado y no hay manual de instrucciones para lo que está pasando”.
De cierto modo tiene razón, pero que toda una presidenta del BCE diga que no hay manual de instrucciones para lo que está pasando”, huele mal. No es posible que los banqueros del G7 anden guiados por estrellas en un mundo en el que hasta IA sabe que eso es una manera demasiado primaría de decidir las consecuencias de la nueva era.
Sea como fuere los ciudadanos del mundo, los de a pie, deben prepararse para cosas peores. La junta viene insistiendo desde comienzos de año que no hay tregua para darle batalla a la inflación. Tratando de entender a Lagarde quizá haga referencia a los cuellos de botella en la cadena de suministro, escasez de algunas materias primas esenciales, y claro, viene a colofón el consabido discurso sobre el impacto negativo del cambio climático. ¿Será posible que Lagarde, Powell y compañía no tengan una lectura clara sobre todos estos incidentes?
Con ello, la pregunta ya no es tanto hasta dónde subirán las tasas de interés en las economías desarrolladas que detonan en las emergentes. La era del dinero barato que siguió a la Gran Recesión se ha ido y no parece que vaya a volver pronto, con las consecuencias que eso tiene para la inversión y la economía a gran escala.
Tipos de interés del BCE y la FED
Mientras se nos hace creer que están buscando la brújula, los bancos centrales del grupo G7 prefieren endurecer de rumbo, aunque eso implique tener que navegar a través de una recesión.
Los banqueros centrales se clasifican entre halcones –duros- y palomas –cuidadosos, más sensibles a la evolución del empleo-.
Robert McTeer, antiguo presidente de la Reserva Federal de Dallas, decía que “solo van al cielo los halcones”. Powell y Lagarde tratan de ganarse su lugar al lado de Dios.
En Jackson Hole, Powell dijo que la inflación aún es “demasiado alta” y que está dispuesto a subir más las tasas si hace falta. Admitió que los más de cinco puntos de subida en el año y medio (de casi un rango de 0% a 5,25%) aún tiene efectos retardados. La traducción es que la Reserva Federal hará una pausa hasta noviembre y en diciembre decidirá si se elevan las tasas 5.50%.
Los analistas de Bank of America, se mantienen cómodos con su previsión de que la última subida de 0,25 puntos será en noviembre y los de Oxford Economics creen que la subida de julio fue la última del año.
Lagarde dio menos pistas, pero los consejeros del BCE en Jackson Hole anticipan una batalla entre los partidarios de subir los tipos y los que preferirían esperar. “Para mí es demasiado pronto para pensar en una pausa”, reconoció el presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, a Bloomberg. “No debemos olvidar que la inflación sigue rondando el 5%. Por tanto, es demasiado alta. Nuestro objetivo es el 2%. Así que queda camino por recorrer”. Nagel rechazó la caricaturización de Alemania como el enfermo de Europa en esta coyuntura. “Sigo siendo bastante optimista de que tendremos un aterrizaje suave”.
Aterrizaje suave, un término procedente de la carrera espacial entre EEUU y la URSS en la década de 1960, es el mantra de los bancos centrales cuando la economía se recalienta. Se trata de controlar los precios con subidas de las tasas sin provocar una recesión. Alan Greenspan lo logró en la FED en 1994, pero no pudo evitar la recesión. Powell está en ello, pero es pronto para cantar victoria.
Trampas al solitario
Los banqueros centrales han rechazado los cantos de sirena de quienes pedían elevar el objetivo de inflación del 2% al 3%. “Sería como hacerse trampas al solitario. El 2% es y seguirá siendo nuestro objetivo de inflación”, dijo Powell. “No perderemos de vista nuestro objetivo. Debemos mantener y mantendremos la inflación en el 2% a medio plazo”, le secundó Lagarde.
“Me incomoda declarar la victoria cuando claramente no lo es. Antes de meternos en esto ya dijimos cuál iba a ser el objetivo. No se puede cambiar el objetivo de inflación hasta que se alcanza”, añadió.
El mercado sigue esperando que el año próximo lleguen algunas bajadas de las tasas. El Bank of America prevé una rebaja de 0,75 puntos en el conjunto del año, 0,25 en junio y 0,50 en el tercer y cuarto trimestre. Según los analistas, el discurso “duro” de Powell que está dispuesto a volver a subir los tipos.
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